Abstracción, erotismo y otros semblantes visuales

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Finalmente, Raúl Cué Echemendía consuma la muestra personal que requiriera la Beca Mateo Torriente de la Uneac de 2022. Lástima que el vasto repertorio de obras disponibles para la ocasión no pudiera ser mostrada cabalmente, debido a las escasas dimensiones de la salita Mateo Torriente y al deseo del artista de compartir el espacio con su colega Elías Federico Acosta.

Como era de esperar, el espirituano radicado en Cienfuegos nos place con abstractivos que se alejan un poco de su propia cosecha, al menos en el registro cromático y la estructura, casi todos ubicados en la primera sala del recinto, para fortuna suya mejor iluminada y menos abatida físicamente.

Obvio que Cué está consciente de cuántas posibilidades le ofrece el abstractivismo, justo por el desligue que puede hacer de la naturaleza del objeto existente y la accesibilidad a una percepción visual en los predios de la pintura e instalación como géneros. Por otro lado, siguiendo los cavilares de Kazimir Malévich, le permite emplazar las composiciones del lienzo al espacio. De modo que en sus textos visuales predominan las formas básicas y los colores signados por la pluricromía de la vitalidad (colores apastelados, fulgentes, al estilo del naranja y el amarillo) y menos el orden de la primariedad glacial (colores planos, preferentemente fríos, como el azul). Todo ello dentro de una composición y ordenamiento formal simple. Estos enfoques se diferencian del estilo y la voluntad de la obra de Acosta, quien rememora su apuesta personal Desnudo de sexo, para consumar un tipo de relato que tributa al corpus femenino, el erotismo, uso de colores contingentes —ora tórridos, ora gélidos o combinados— dentro de un registro de tonos afelpados y transparencias.

En la propuesta de Cué existe una filiación de estilo (abstractivo geometrizante) con la tradición suprematista.

En la propuesta de Cué existe una filiación de estilo (abstractivo geometrizante) con la tradición suprematista, esencialmente en la condición no figurativa de los relatos, constituidos, como hemos anticipado, por figuras geométricas y colores puros y flexibles, pertinentes para edificar un cosmos formal sin objetos; lo que se infiere que no existe una imitación de la realidad, sino que el acto creativo es un fin en sí, aparentemente sin contenido alguno. Y subrayo este último planteo teniendo en cuenta que sus intitulados (lo hemos explicado en otras ocasiones) suelen direccionar los sentidos a cierta zona del conceptualismo, principalmente ligados a hojaldrar las narraciones con la remisión a los conexos culturales (arquitecturas, viales, parajes, etc.), como es apreciables en las series Lat. 21º55-7804´N y Apuntes metodológicos.

Desafortunadamente, el título de la muestra no es muy certero; su contenido alude bien poco a la noción abstractiva o neofigurativa, siquiera a un proceso fabulatorio. Está tan desligado del diseño curatorial que siquiera crea una conexión paradigmática entre los abstractivosde Cué y las obras de Elías Federico. Este suceder entre dos estéticas y poéticas discordantes no alcanza a justificarse con un título tan retórico; lejos de todo crea una confusión de tipo semiológica. Si existe una predominancia del arte no figurativo por qué utilizar el vocablo historia, que es profundamente descriptivo-informativo. Las obras de la primera sala, como Estructura reticular y Estereotómica (podrían haber servido para el intitulado de la exposición, pero significativamente hubiesen dejado fuera los empeños de Acosta). Por cierto, son propuestas como estas las aportaciones fundamentales del conjunto, por el minimalismo compositivo y cromático, ese compito singular entre las figuras geométricas, en esencia el cuadrado y el círculo, muy apoyado por las armonías y cierta monocromía.

Públicos ante la serie Desnudo de sexo, de Elías Federico Acosta (artista invitado).

La museografía es digna, sobre todo por el ritmo y la dinámica que ofrecen los articulados de los textos abstractivistas y el rejuego con las geometrías en uno y las líneas ondulantes y cromas en el otro, Cué y Acosta, respectivamente. Empero, en una dimensión conceptual, la disposición en el espacio es más hijata de la necesidad que del diálogo entre las obras, por lo que exilia la búsqueda de los sentidos y los sentidos de la búsqueda.

Cué no se conforma con deformar una imagen (lo ha hecho); se esfuerza por erigir un nuevo universo espacial, domeñado por rayas, manchas y figuras geométricas sí, pero insuflado de sus cosmovisiones y conceptos singulares en la composición, el ritmo, las cromas, los entibos visuales de su espiritualidad, experiencia, intuición y muchos otros signos que le hacen universal y singular al unísono.

Acuda a la cálida salita de la Uneac y disfrute de la exposición. Vista hace fe.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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