El humanismo socialista de José Martí y Xi Jinping
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Al analizar el pensamiento de José Martí, profundo intelectual cubano de mediados del siglo XIX, y del presidente de la República Popular China, Xi Jinping, postulado en Ia actual centuria, despierta interés que en las bases de su proyección se encuentra reflejado el humanismo, de raíz socialista.
Con Martí nace la concepción de la tradición humanista, sobre el fundamento de la república con todos y para el bien de todos, el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre y la fórmula del amor triunfante que levantó como bandera; base de las ideas socialistas que, de forma creadora y actualizada, ayudó a comprender.
Xi, es el presidente de visión futurista, de encauzar un proyecto de nación, donde el humanismo es la matriz de una abarcadora obra que trasciende los límites del gigante asiático.
Aunque distantes en épocas y latitudes, es el pensamiento martiano junto al del actual mandatario de la República Popular China, ejes fundamentales para la concepción humanista de ambas naciones, de las cuales provienen. Ello resulta mucho más patente en momentos en que las circunstancias históricas lo han demandado en mayor medida.
Cada una de las fases económica-social de la historia tiene una moral impuesta, nacida de la enajenación humana. Frente a ella surge otra radicalmente opuesta. Debemos preguntarnos: ¿Cuál es la moral que necesita la humanidad de hoy y, sobre todo, la de mañana? Desde luego, la respuesta es aquella que se plantea una aspiración de igualdad, fraternidad y solidaridad para todos los seres humanos, sin excepción.
Cuando se asume que todos los hombres, sin exclusiones, tienen derecho a una vida plena de felicidad tanto material como espiritual y, por tanto, superan la enajenación social a que están sometidos, nacen la ética y la necesidad de ejercer la facultad de asociarse que Martí y Xi, sitúan como secreto de lo humano.
La cultura en ambas naciones alcanza originalidad a partir del pensamiento humanista
Un rasgo distintivo del humanismo martiano, está en asumir los mejores valores de la cultura occidental desde los intereses de los pobres y explotados del mundo y con un sentido radicalmente universal.
Ambos pensadores defienden los intereses de los pueblos, las comunidades y las masas explotadas. La idea de la identidad de las naciones, grupos étnicos culturales y colectivos humanos, la garantizan a partir de su derecho a una civilización superior y de que, la internacionalización de las riquezas que hoy llaman globalización, se desarrolle sobre fundamentos de la más amplia solidaridad. Identidad, civilización y universalidad son tres categorías que articulan con amor e inteligencia para alcanzar la globalización que necesita la humanidad: fundamento de la idea martiana sobre el equilibrio del mundo.
Esas ideas dejan su impronta sobre los sucesos sobresalientes de nuestros días. Los propósitos de la solidaridad pasan por el rechazo a la llamada globalización neoliberal y a los intentos de violentar el derecho soberano de los pueblos. Para esto es necesario exaltar el humanismo.
El tema sobre la destrucción sistemática de la naturaleza, como el mayor desafío que tiene el hombre, es otra de las mancomunadas proyecciones, con una ética verdaderamente humanista que aspira a desarrollarse sobre sólidas bases hacia el futuro. Por lo que, ignorar el dolor humano, es el gran crimen del sistema social predominante.
Defienden la expresión universalidad como complejo de identidades y subrayan que la civilización a que se aspira debe satisfacer las necesidades materiales y espirituales de los hombres.
Cuba es una consecuencia histórica de los mejores ideales de la edad moderna. Cuando tales valores han sido lanzados por la borda por el materialismo vulgar y grosero impuesto en el mundo que llaman unipolar, debemos defender con más fuerza las ideas del humanismo, la justicia y la dignidad humana.
En China existe una larga y arraigada tradición de espiritualidad y de eticidad que se manifiesta en la búsqueda de un mañana mejor de alcance universal. Esto explica los importantes movimientos de ideas que han tenido lugar en el último medio siglo, entre ellas la renovación del pensamiento socialista que se generó en ambas revoluciones; la explosión artística, literaria, y el pensamiento estético; el pensamiento social, filosófico, y la dimensión ética; además del movimiento de educación popular.
Hoy es más necesaria que antes la promoción del pensamiento humanista. La solidez de la tradición cultural y su valor utópico encaminado al propósito de la integración y del equilibrio entre los hombres y las naciones.
Martí y Xi Jinping todavía tienen mucho que decirle a Cuba, a América, a China y al mundo. Defienden y representan una tradición que paulatinamente ha dejado atrás los conceptos arrogantes y sectarios y que, a su vez, ha creado posibilidades para una alianza de enorme valía entre los pueblos explotados.
Estos pensadores exhortan a rescatar y exaltar sin dogmas ni prejuicios todos estos valores espirituales sin excepción alguna, defendiendo los más sagrados intereses de los pobres, quienes más sufren. Orientan a situar a cada cual, a lo largo de la historia del hombre, en el lugar que resulte más útil para emprender el camino de la redención definitiva.
Sus posturas acerca de que no habrá nadie excluido, nadie rechazado, constituyen centro de la acción. No habrá ningún valor perdido ni habrá ninguna heroicidad dejada de reconocer. No habrá ninguna tragedia o maldad que se oculte, ni habrá ninguna injusticia a denunciar que se olvide. No habrá impiedad ni siquiera para el impío. No habrá nada justo que se deje de exaltar. Todo está en que con la brújula de su pensamiento, con la guía de su heroicidad y de su ejemplo, sepan comprender la síntesis de ciencia y amor, que hay en la cultura.
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