El “bárbaro” alzando caña

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Por Karina Gutiérrez Feria*

La Zafra de los Diez Millones fue una campaña de producción de azúcar lanzada por nuestro Gobierno Revolucionario en el año 1970, con el objetivo de alcanzar la cifra récord de 10 millones de toneladas en una sola zafra.

Esta misión fue liderada por el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, y representó un desafío ambicioso, pues era un pilar importante de la economía cubana en ese momento. El país esperaba alcanzar esta meta como un hito significativo para impulsar la economía.

Antonio Hernández Sosa, a los 27 años, se encontraba en el “corazón” de un momento decisivo en la historia cubana: la Zafra de los Diez Millones. Este acontecimiento no solo representaba un reto laboral, sino una oportunidad para contribuir a un esfuerzo nacional que resonaba con el fervor revolucionario.

A pesar de las duras condiciones en los campos de caña, el sentido de pertenencia a una causa mayor impulsaba a Antonio, o el “bárbaro”, como le llamaban. Cada jornada se convertía en una batalla colectiva, donde el orgullo por ser parte de este ambicioso proyecto lo motivaba a seguir adelante, sabiendo que su esfuerzo era parte fundamental del sueño cubano.

Así, la Zafra no solo marcó su vida laboral, sino que también le otorgó una experiencia que moldearía su identidad y su visión del futuro. En medio de la adversidad, Antonio encontró un propósito: ser un pilar en la construcción de una Cuba nueva.

Vivía en un pequeño pueblo llamado Batey Nuevo, donde la vida giraba en torno a la industria azucarera: “Desde muy joven, me sentí atraído por los campos de caña, acompañando a mi padre y mi hermano en su labor. Ellos fueron mis verdaderos modelos a seguir, su dedicación y esfuerzo me inspiraron a seguir sus pasos.

“La tradición familiar de trabajar en el sector azucarero no solo moldeó mi infancia, sino que también influyó profundamente en mi elección profesional. Desde los nueve años, cada día en el campo era una lección sobre el valor del trabajo duro y la importancia de las raíces familiares. La conexión con la tierra y el legado de mi familia me enseñaron que cada corte de caña no solo representaba un trabajo, sino también un vínculo con nuestra historia.

“Los recuerdos de esos días en Batey Nuevo son como un cálido abrazo que atesoro en lo más profundo de mi ser. Cada jornada en el campo, bajo el sol ardiente y rodeado del murmullo de la caña me hizo sentir parte de algo mucho más grande que yo mismo. Participar en un esfuerzo nacional tan ambicioso y desafiante me llenó de un orgullo indescriptible, era como si cada corte de caña resonara con el latido de nuestra historia colectiva.

“Trabajar codo a codo con mis compañeros en condiciones difíciles forjó lazos de solidaridad que perduran hasta hoy. Recuerdo las risas compartidas durante los descansos, las historias contadas al atardecer, y cómo cada uno de nosotros se convertía en un pilar para el otro. En esos momentos, el sacrificio y la perseverancia no eran solo palabras, eran una forma de vida.

“La zafra se convirtió en una metáfora del esfuerzo compartido, donde cada gota de sudor simbolizaba no solo el trabajo arduo, sino también la esperanza y el compromiso hacia un futuro mejor. A través de esos recuerdos, aprendí que la verdadera fuerza reside en la comunidad y que, aunque las condiciones puedan ser difíciles, juntos somos capaces de superar cualquier obstáculo. Estos momentos han dejado una huella imborrable en mi corazón y han moldeado la persona que soy hoy.

“Durante aquellos intensos días en el campo, uno de los mayores desafíos que enfrenté fue la inmensa presión para alcanzar la meta de producción en una sola temporada de cosecha. Cada amanecer traía consigo la expectativa de cumplir con las cuotas, y la carga de esa responsabilidad a menudo se sentía abrumadora. La caña no solo era un cultivo, era el latido de nuestra economía y el sustento de muchas familias, incluida la mía.

“Sin embargo, esta dedicación al trabajo tuvo un costo personal. La familia, ese pilar fundamental que nos proporciona amor y seguridad, a menudo se veía relegada a un segundo plano. Recuerdo con tristeza las fechas importantes que pasé lejos de ellos: cumpleaños, celebraciones y momentos que deberían haber estado llenos de risas y abrazos. Cada vez que me perdía una reunión familiar, sentía un vacío en mi corazón, como si una parte de mí estuviera ausente.

“A pesar de este sacrificio, encontré consuelo en la idea de que cada hora extra en el campo era un paso hacia el bienestar de mi Patria. La convicción de que mi esfuerzo contribuía a algo mayor me ayudaba a equilibrar esas responsabilidades. En los momentos más difíciles, recordaba las enseñanzas de mi familia sobre el valor del sacrificio y la perseverancia. Además, trataba de mantenerme conectado con mis seres queridos a través de cartas cuando era posible.

“Cada mensaje se convertía en un puente entre nosotros, recordándome que aunque físicamente distante, siempre estarían en mi corazón. Así, aunque el trabajo me exigía mucho, el amor por mi familia y mi compromiso con nuestro futuro me impulsaban a seguir adelante. En ese delicado equilibrio entre deber y amor, aprendí que los sacrificios realizados por una causa noble pueden ser una fuente de fortaleza y motivación”.

La industria azucarera es un pilar fundamental de la economía cubana, y su impacto en el entorno local es profundo y multifacético.

Históricamente, Cuba ha sido uno de los principales productores de azúcar del mundo, y esta actividad no solo representa una fuente crucial de ingresos, sino que también influye en la vida diaria de las comunidades cercanas.

Desde el punto de vista económico, la industria genera empleo para miles de trabajadores, proporcionando estabilidad financiera a muchas familias. La creación de infraestructura para el transporte y la logística del azúcar también fomentan el desarrollo local, mejorando el acceso a servicios y recursos para la población. Además, la producción azucarera contribuye significativamente a proyectos socioculturales en las comunidades, apoyando iniciativas que fortalecen la identidad local y promueven la cohesión social.

La zafra de 1970 fue un capítulo inolvidable en la historia agrícola, un momento donde el sudor y la determinación se entrelazaron para dar vida a un esfuerzo colectivo sin precedentes. “En este contexto, mi papel principal fue el de alzador de caña, una labor que no solo requería fuerza física, sino también una profunda conexión con la tierra y con mis compañeros de trabajo”, afirma el entrevistado.

“Como alzador de caña, mi jornada comenzaba antes del amanecer. Con el sol aún oculto, nos reuníamos en el campo, listos para enfrentar el día. La caña de azúcar, alta y robusta, se alzaba ante nosotros como un desafío. Cada golpe de mi machete resonaba en el aire, y cada caña que levantaba era un símbolo de esfuerzo y dedicación.

“Mi contribución a la zafra no se limitaba a la recolección; era parte de un engranaje más grande. Trabajábamos en armonía con otros alzadores, compartiendo risas y palabras de aliento mientras el sol ascendía en el cielo. Era un esfuerzo colectivo donde cada uno aportaba su parte para alcanzar metas comunes. La camaradería que se formó en esos campos era tan dulce como la caña que cosechábamos.

“Estuve involucrado en esta intensa experiencia durante toda la zafra de 1970, pero no fue solo un evento aislado. A lo largo de los años, participé en seis zafras más, cada una con su propio conjunto de desafíos y recompensas. Cada temporada me enseñó lecciones valiosas sobre la perseverancia, la resiliencia y la importancia del trabajo en equipo.

“Mirando hacia atrás, puedo decir que ser alzador de caña durante la zafra de 1970 fue más que un simple trabajo; fue una experiencia transformadora que dejó una huella imborrable en mi vida. La conexión con mis compañeros y el orgullo de contribuir a algo tan significativo son recuerdos que atesoro profundamente. En cada zafra futura, llevaba conmigo no solo las habilidades adquiridas, sino también el espíritu indomable de aquellos días en el campo.

“Durante la Zafra de los Diez Millones de 1970, el ambiente de motivación entre los obreros estuvo impregnado de un fuerte sentido de nacionalismo y espíritu revolucionario. El gobierno cubano fomentó esta atmósfera, inspirando a los trabajadores con la idea de contribuir al desarrollo económico del país y demostrar el éxito del socialismo en Cuba”.

Los obreros se sentían orgullosos de formar parte de un esfuerzo colectivo sin precedentes. Sabían que estaban escribiendo una página histórica y que su trabajo duro y dedicación serían fundamentales para alcanzar la meta de producir diez millones de toneladas de azúcar. Este sentido de orgullo nacional y compromiso con la Revolución los motivaba a dar el máximo esfuerzo.

Más allá del trabajo individual, los obreros se unieron en un espíritu de camaradería y solidaridad. Juntos enfrentaron los desafíos de la zafra, apoyándose mutuamente y celebrando cada logro como un triunfo colectivo. Esta unión fortalecía su determinación y les daba un sentido de propósito compartido.

Las palabras de Fidel Castro también jugaron un papel clave en mantener alta la motivación de los trabajadores. En discursos como el pronunciado el 27 de octubre de 1969, el Comandante en Jefe comparó la zafra con batallas históricas de la Revolución, elevando su significado a una gesta heroica. Esto infundía a los obreros un sentido de misión y les recordaba la importancia de su labor para el futuro del país.

Aunque finalmente no se alcanzó la meta de diez millones de toneladas, el ambiente de motivación y el espíritu revolucionario que caracterizaron la zafra dejaron una huella duradera. Los obreros se enorgullecían de haber dado todo de sí por un objetivo ambicioso y de haber contribuido al desarrollo de su nación. Este legado de esfuerzo y compromiso con la Revolución se mantuvo vivo en los años posteriores.
Durante la ambiciosa “Zafra de los Diez Millones” en 1970, se implementaron diversas medidas y cambios estratégicos para alcanzar la meta de producción de diez millones de toneladas de azúcar. Una de las estrategias clave fue la movilización de la población.

Estudiantes, trabajadores y funcionarios del gobierno se unieron al esfuerzo, trabajando largas horas en los campos. Este llamado a la acción generó un fuerte sentido de comunidad y compromiso, donde cada individuo sentía que su contribución era vital para el éxito colectivo.

El gobierno también introdujo nueva tecnología y maquinaria para aumentar la eficiencia en la industria azucarera. Se realizaron inversiones significativas en la modernización de los ingenios azucareros y la infraestructura relacionada. Fidel enfatizó que no solo se trataba de alcanzar una cuota, sino de revitalizar la tecnología de producción.

Para mantener alta la moral y motivar a los trabajadores, se implementaron programas de incentivos. Se ofrecieron bonificaciones y recompensas a aquellos que superaran los objetivos, lo que impulsó aún más el espíritu competitivo entre los obreros.

Finalmente, se estableció una estrecha coordinación entre los diferentes sectores involucrados: el campo, el transporte y los ingenios. Esto fue crucial para evitar pérdidas y asegurar que la caña cosechada llegara a tiempo a los centrales. A pesar de los desafíos, el esfuerzo conjunto y la determinación colectiva fueron fundamentales.

Desde la emblemática Zafra de los Diez Millones en 1970 hasta nuestros días, la industria azucarera cubana ha experimentado una transformación significativa para adaptarse a los desafíos cambiantes. Aunque ha enfrentado dificultades, se han implementado mejoras clave para modernizar el sector y diversificar la producción.

Unas de las áreas de mayor avance ha sido la modernización tecnológica de los ingenios azucareros. Se han introducido maquinarias más eficientes y automatizadas para aumentar la productividad y reducir los costos de operación. Esto ha permitido procesar la caña de manera más rápida y con menos esfuerzo humano.

Además, se ha promovido activamente la diversificación de cultivos agrícolas más allá de la caña de azúcar. Esto busca reducir la dependencia exclusiva del azúcar como principal producto de exportación y generar ingresos adicionales. Ahora se cultivan otros productos como cítricos, tabaco y café en mayor escala.

Para fortalecer la industria, Cuba ha establecido colaboraciones y alianzas con otros países y organismos internacionales. Esto ha permitido acceder a nuevas tecnologías, conocimientos técnicos y financiamiento para mejorar la gestión y aumentar la competitividad en el mercado internacional.

Si bien el sector azucarero ha enfrentado desafíos significativos en las últimas décadas, se han realizado esfuerzos continuos para mejorar y modernizar la estructura, adaptándose a las nuevas realidades económicas y ambientales. Esto incluye la adopción de prácticas más sostenibles y la búsqueda de nuevos mercados y oportunidades de diversificación.

Aunque quedan retos por superar, la industria azucarera cubana ha demostrado su capacidad de evolucionar y reinventarse a lo largo de los años. Con una combinación de modernización tecnológica, diversificación de cultivos y colaboraciones estratégicas, este sector icónico continúa desempeñando un papel importante en la economía nacional, aunque se debe seguir trabajando para no dejar perder lo que nos queda.

Después de atravesar una experiencia tan intensa, es fundamental reflexionar sobre las lecciones que nos ha dejado. Cada desafío enfrentado se convierte en un peldaño hacia el crecimiento y la resiliencia, y las enseñanzas aprendidas pueden ser faros que guíen nuestro camino hacia el futuro.

La cooperación con otras naciones se presenta como una estrategia poderosa. El intercambio de conocimientos, tecnología y recursos no solo enriquece nuestras capacidades, sino que también fomenta un sentido de comunidad global. Aprender de las experiencias ajenas puede abrir puertas a innovaciones que beneficien a toda la industria.

En un mundo en constante cambio, la capacidad de adaptarse es más valiosa que nunca. Las lecciones del pasado nos enseñan que debemos estar abiertos a ajustar nuestras estrategias y enfoques en función de las circunstancias cambiantes. La flexibilidad nos permite enfrentar los desafíos con una mentalidad proactiva y creativa.

Las lecciones aprendidas a lo largo de esta intensa experiencia son más que simples recordatorios; son herramientas poderosas para construir un futuro más brillante. Al aplicar estos principios —planificación estratégica, diversificación, colaboración internacional, gestión empresarial sólida y adaptabilidad— podemos enfrentar nuevos desafíos con confianza y determinación. Así, cada paso que damos no solo honra el pasado, sino que también allana el camino hacia un futuro próspero y sostenible para todos.

Una anécdota que ilustra la pasión y el compromiso en el trabajo de un cortador de caña es la historia de Roberto. Cada día, antes del amanecer, Roberto se prepara afilando su machete, listo para enfrentar una larga jornada bajo el sol abrasador. Su labor consiste en cortar filas de caña con una precisión admirable, un esfuerzo que realiza con orgullo, consciente de que su trabajo contribuye a la producción de un alimento vital para muchas personas en todo el mundo.

Un día, mientras trabajaba, Roberto sufrió una lesión en la mano. A pesar del dolor, decidió continuar, determinado a cumplir con su cuota diaria. Al final del día, mientras regresábamos a casa, compartió conmigo los desafíos y sacrificios que enfrenta como cortador de caña. Sin embargo, su rostro reflejaba satisfacción; sabía que su esfuerzo era esencial para una industria que sostiene a muchas familias.

Esta historia resalta no solo la dureza del trabajo en el campo, sino también la resiliencia y dedicación de personas como Roberto, quienes encuentran alegría y propósito en lo que hacen, incluso en las condiciones más difíciles.

“A lo largo de mi trayectoria como cortador de caña he tenido el honor de recibir varios reconocimientos que celebran la dedicación y el esfuerzo que pongo en mi trabajo. Entre ellos, se destacan numerosos diplomas que atestiguan mi compromiso y desempeño en el campo. Cada uno de estos documentos representa no solo un logro personal, sino también el reconocimiento a la labor colectiva de todos mis compañeros que, al igual que yo, se levantan cada día antes del amanecer para contribuir a esta noble industria.
“Uno de los recuerdos más preciados es una carta de reconocimiento que recibí de la empresa. En ella, se elogiaba no solo mi habilidad con el machete, sino también mi espíritu inquebrantable y la pasión que pongo en cada corte. Esa carta se convirtió en un símbolo de orgullo para mí, recordándome que cada gota de sudor y cada esfuerzo cuentan.

“Fidel Castro Ruz en su discurso del 19 de mayo de 1970, cuando anunció que no se cumplirían los diez millones de toneladas, planteó:

“(…) No nos cabe duda que vamos a sacar más provecho de no hacer los diez millones que de haberlos hecho; esto va a servirnos para tomar conciencia y superar muchas de nuestras deficiencias y nuestras limitaciones. Nos ha demostrado que no éramos tan fuertes y tan grandes como nos habíamos creído”.

La reflexión de Fidel Castro en su discurso, al reconocer que no se cumplirían los diez millones de toneladas de azúcar, revela una profunda capacidad de autocrítica y un enfoque pragmático hacia el fracaso. Al afirmar que la no consecución de este objetivo podría ser más provechosa que haberlo logrado, nuestro inolvidable Comandante enfatiza la importancia de aprender de las dificultades y reconocer las limitaciones propias.

“Esta postura sugiere que el fracaso puede ser un catalizador para la mejora continua, permitiendo a las organizaciones y a los individuos identificar áreas que requieren atención y desarrollo. La autocrítica, en este contexto, se convierte en una herramienta esencial para el crecimiento y la adaptación.

“Además, su declaración sobre no ser tan fuertes como se creían invita a

una evaluación más realista de las capacidades. Esta humildad es crucial para enfrentar futuros desafíos, ya que fomenta un ambiente donde se pueden abordar las deficiencias con una mentalidad abierta y constructiva. En última instancia, la reflexión del líder de la Revolución cubana promueve una cultura de aprendizaje que puede fortalecer a la sociedad en su conjunto”, concluyó el entrevistado.

*Estudiante de Periodismo.

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5 de Septiembre

El periódico de Cienfuegos. Fundado en 1980 y en la red desde Junio de 1998.

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