Servicio al dolor

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El camino lateral que bordea el cementerio es raro y silencioso. Los huecos enormes en medio del asfalto hacen que la guagua donde viajo suba y baje como si estuviera en alta mar. Está nublado. Una mujer me advirtió, minutos antes, que no fuera caminando sola, que a pesar de que hay un caserío ahí y que los hombres del refugio estén trabajando, siempre sale algún ‘pajero’; por eso esperé la guagua, por eso caminé desde una esquina observando cada una de las tumbas que dan a la avenida 5 de Septiembre. Me dio escalofrío. La majestuosidad del cementerio Tomás Acea da escalofríos, incluso rato después, cuando ya conversaba con el Guille, sentí escalofríos.

El Guille tiene una prótesis en donde debió estar su pierna izquierda. “Ya estoy acostumbrado”, me confiesa; fue hace mucho tiempo, pero desde entonces su paso por esta vida se enlenteció y una nueva forma de caminar, incómoda a la vista, lo condenó a tener algunos problemas que la gente “normal” no tiene. “La fuerza de voluntad”, me dice, abriendo los ojos, “la fuerza de voluntad es lo único que me ha salvado”.

Guillermo Lang González es discapacitado y ahora trabaja en el cementerio de Cienfuegos. Sentados en su oficina me enseñó todos los archivos que están bajo su cuidado. Eran tres estantes medianos con decenas de papeles de todos los muertos de la ciudad, “desde los 60”, cuenta Guille, “todo se lleva a mano, no tenemos ninguna tecnología aquí”. Su oficina es espaciosa, algunos trabajadores interrumpen, él mira mi grabadora con desconfianza, pero el diálogo fluye.

Estar en la universidad y perder una pierna en un accidente debe ser catastrófico, eso no me lo dijo Guille con palabras, me lo dijo su expresión en el rostro, sus muecas compasivas hacia sí mismo, sus ojos cuando perdieron la fijeza en los míos. Pero logró reincorporarse solo un año después, en 1990, y se graduó de ingeniero agrónomo en Matanzas. En la Empresa de Cultivos Varios laboró durante ocho años, comenzando durante el período especial como técnico agrícola y llegó a ser jefe de producción de la agricultura urbana.

Guille me vuelve hablar de la fuerza de voluntad cuando le pregunto por los obstáculos, como si no quisiere ahondar demasiado en los inconvenientes humanos. Aun así, dice: “para una discapacidad como la mía siempre surgieron muchos percances sobre todo a la hora de entrar al campo, recorrerlos. Pero me seguí encaminando y superé eso, hasta que logré estabilizar mi vida”.

Para Cítricos Arimao se fue Guille “por problemas personales”. Tuvo a su hijo. Años después regresó a Cienfuegos, pero al volver no quiso tener nada más que ver con la agricultura, habían existido varios choques, varias barreras durante el desarrollo lineal de su labor que lo hicieron declinar y olvidar por completo su profesión.

En ese entonces Guille, para continuar trabajando, aceptó un puesto en la Fábrica de Calzados, “la de la calle Argüelles”, especifica, como técnico de calidad. “Con el tiempo fui aprendiendo un poco de calzado, hasta que logré mantenerme como jefe de producción y logística durante casi nueve años.

Fue cuando llegó a la Empresa de Comunales, a ser administrador del cementerio Tomás Acea. “Aquí tengo que exigir porque se cumpla con la limpieza del edificio, sobre todo del área perimetral, porque este es un cementerio jardín. Debo controlar todas las propiedades y la construcción de nuevas bóvedas.

“Al principio todo esto me fue un poco chocante, pero hasta ahora todos los trabajadores me apoyan cada vez que tengo una situación, porque los problemas de prótesis son como los de un carro, siempre tienen sus dificultades. El apoyo de mis compañeros es lo que me ha permitido permanecer aquí”.

En medio del silencio absoluto y la entrada de un carro fúnebre, recorro junto a Guille el cementerio. Él me explica minuciosamente cuanto dato importante sobre el camposanto tiene en su mente. De vez en cuando me recuerdo caminar lento para ir a su paso, pero él no parece sentirse incómodo. En lontananza, unos sepultureros hacen su trabajo; veo la tierra desparramada y las flores e inevitablemente pienso en la muerte, aunque parece que a Guille eso no le importa en absoluto.

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Melissa Cordero Novo

(Cienfuegos, 1987). Licenciada en Periodismo. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz. Egresada del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso en 2012.

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