J.K. o la nostalgia por el futuro

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Recién la salita Mateo Torriente de la UNEAC volvió a sus andanzas y lo hizo con una muestra personal del artista visual Juan Carlos Echeverría Franco (Cienfuegos, 16 de noviembre de 1962), intitulada Offside (Fuera de juego); tal vez la mejor propuesta de los últimos diez años en la carrera de este carismático pintor y escultor sureño.

Hasta hace poco habíamos advertido una cierta extenuación en J. K, quien suele servirse de los tópicos políticos de turno para fabular “críticamente” sobre aquella realidad cubana que procuran los mercados discordantes y frecuenta la técnica del collage y el óleo. Empero, para satisfacción nuestra, Echeverría ofrece una selección de obras bien articuladas en un nuevo quehacer que reedita los signos neopostmodernistas, reciclando creativamente expresiones poco indagadas en su pictografía y escultórica. No es que haya abandonado por completo esa revisión del pasado y la muerte de las utopías, pero esta vez el grueso de las obras depuran su poética de la nostalgia (como sucede en aquellas pinturas donde la fauna se distiende en forma de símbolo (conejos, gallinas, toros…) para compartir una visión privativa y emocional de sus propias ansiedades, cautivando el noviazgo entre el sujeto animal y las figuras arquitecturales, como una manera de recrear los vínculos entre la civilización, la ferocidad y ternura, la convergencia del pasado con el anhelo del futuro.

Cuando llega a un alto nivel de síntesis, en una cuerda próxima al neoexpresionismo, asoma un J. K imaginativo y atrayente, como en aquella serie de escolares asistentes a la marcha y tensada por la violencia de la croma rojiza (característica del uniforme escolar) y los trazos cortantes, o en aquel rostro despersonalizado (es habitual que excluya la somática del semblante), casi no figurativo, que resuelve con simples tachas de valores y convierten al individuo en la Nada, un ser carente de identidad y escindido por el desaliento.

Sin dudas, consigue una interesante economía cromática, sugerentes contrastes de figura y fondo, campo y contracampo, y un tipo de focalización intimista colmada por el minimalismo de las figuras, de modo tal que no se pierde el sentido primero del relato visual. Por esta ocasión abandona las reverberancias lumínicas y policromías ociosas para jerarquizar la esencia del tema. Todavía se perciben ciertas diatribas políticas, pero son sutiles, superadas por los recursos composicionales, ciertas texturas (logradas a través de los empastes, soportes y el recurso del collage) y el aura misma de sus entelequias; o mejor, los vínculos entre las figuras simbólicas con su entorno. Sin dudas, sus esculturas, casi una vuelta a los periplos en la década de 1990, recuperan ese vigor objetualista de la escuela europea. Asimismo, son más cuidadosas y detallistas, a diferencia de las cartulinas, mal incisas o cortadas, a punto de desequilibrar los límites espaciales.

Le acompaña en calidad de invitado su colega Antonio Valdivia, quien es autor de seis de las 16 obras de la muestra, en las que denota sus bojeos en la técnica de impresión y los influjos del surrealismo.

Offside es una muestra que debe ser admirada y saca a flote lo mejor de J. K., un hacedor laborioso, obcecado con el mañana, colmado de cierta nostalgia por el futuro.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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