Impreso y digitalización por la coexistencia pacífica

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Me espanta la idea de que la prensa plana pueda desaparecer junto con otras tendencias de la comunicación contemporánea y con ello, uno de los mayores placeres que refrendan per se la propia existencia (por ejemplo) del impreso: hundir la nariz entre sus páginas y aspirar el olor entrañable e insustituible de la tinta en el papel.
La desenfrenada rapidez con la cual avanza la tecnología y la aparición de   Internet han puesto a circular la pregunta de si la llamada red de redes sería capaz de sustituir la información tradicional de contar historias en blanco y negro. Ante el peligro de que la respuesta pudiera ser un rotundo SÍ, algunos, asidos a la tradición o el inevitable enamoramiento con la práctica tradicional, han puesto neuronas y otros recursos en función de impedirlo, aun cuando en torno al fenómeno se ciñe otro obstáculo, tan azaroso como la crisis económica mundial.
Son las ediciones escritas las más amenazadas. Potentados del ramo como Murdoch, en Europa, y otros de sus colegas por Norteamérica, ya han dado muestras de inquietud económica y por lo pronto clausuraron ediciones emblemáticas del periodismo mundial, y con ello, echado a la calle a cientos trabajadores del gremio. Sin embargo, los medios no digitalizados dan brazadas para evitar el hundimiento, mientras toman bocanadas de aire que les permitan flotar el panorama actual. Tal vez por eso recurren con mayor frecuencia a la búsqueda de alternativas, tendencias novedosas, tipologías, diversos mecanismos de fabricación de noticias e información en un esfuerzo de renovación justificable.
Las prerrogativas de la digitalización frente al papel son bien conocidas por la ventaja que aporta el hecho de poder seleccionar de forma ágil y simple cuanto deseamos saber, así como difundir la información con mayor inmediatez. El mundo completo está a la distancia de un click.
Es fuerte la competencia, y para salir airosos de ella, será imprescindible una renovación necesaria. Antes de obviar al periodismo no digitalizado o rendirse ante las bondades de las tecnologías de avanzada, se impone buscar un cambio, una nueva forma en la cual ambos se adapten y complementen en una coexistencia pacífica y de colaboración mutua.
Internet constituye una impetuosa herramienta, y para sostener a quienes le precedieron habrá de ponerse, no solo esfuerzo, inteligencia y espíritu, sino todo el sentimiento de que seamos capaces y lograr un periodismo altamente especializado, exclusivo , inclusivo y de calidad, listo para situarse en condiciones de competir en buena lid. Con el diseño digitalizado las ediciones impresas deben considerarse (y de hecho lo están haciendo) en una etapa de cambio y adaptación obligada para encontrar el equilibrio y que ambos soportes se soporten y complementen.
Pero por si no fuera suficiente lo expuesto y alguien pensara que la prensa escrita perdió por completo su función, todavía echaría mano a ese chiste replicado en mensajerías electrónicas sobre la utilidad del periódico de papel y la supremacía de sus utilidades en comparación con la digitalización y responderé a la pregunta ¿para qué sirve un periódico además de dar noticias?

Pues para madurar aguacates, recoger basura, sacarle brillo a los vidrios, alinear las patas de una mesa, empacar la vajilla en la mudanza, tapizar el fondo de la jaula del pájaro, cubrir muebles y pisos antes de pintar, evitar que se meta el agua por debajo de la puerta, matar moscas o castigar al perro si se orina dentro de casa, recortar letras y fotos para las tareas de los niños, elaborar objetos de papier maché, ensanchar zapatos, rellenar bolsos y conservar su forma, dar trabajo a voceadores; envolver cosas, como alfombra para que no se ensucie el trasero cuando te sientas en la acera mientras llega la guagua, como paraguas durante un aguacero…
Pero sobre todo, para contar historias de la cotidianidad, las que trascienden en blanco y negro, las que se pueden oler y tocar, las que el tiempo les otorga permanencia, las que nos hacen vivir a quienes vivimos por y para la prensa.

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Emma S. Morales Rodríguez

Licenciada en Filología en la Universidad Central de Las Villas.

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