Entre cascadas y poleas, sin dinero te quedas

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En agosto de 2019 fue publicado en este semanario el trabajo Guanayara: los senderos que llevan a la estafa, que ponía en tela de juicio las ofertas, precios e insatisfacciones de visitantes nacionales en ese parque natural, gestionado por el Grupo Gaviota Tour S.A. Luego de tres años no recibimos respuesta alguna de dicha entidad, aún cuando el análisis suscitó un mar de comentarios, dudas y nuevas inquietudes.

En aquel entonces, nos parecían excesivos ciertos dígitos. Hoy, al calor de la implementación de la nueva política monetaria en Cuba, las cifras de los servicios, en la mayoría de –para no decir todos– los parques naturales cubanos, incluidos por supuesto Guanayara y El Nicho, son de escándalo.

Multitud de viajantes nacionales llegaron en la etapa estival y siguen arribando hasta el sendero denominado El reino de las aguas, del Parque Natural El Nicho en Cumanayagua, y chocan de bruces al instante con los 240 pesos (CUP) por persona para poder acceder. Con suerte, si es usted estudiante, le costará un poquito menos: 120 CUP.

Pues no, los lectores no han sacado mal sus cálculos: de aquellos 20 pesos en 2019, la tarifa en el presente se ha quintuplicado, convirtiendo a El Nicho en uno de los más “tristes” destinos regidos por la UEB Extrahotelera Gaviota, según comentan excursionistas de otras provincias.

Catálogo de importes públicos que exhibe Gaviota en El Nicho. /Foto: del autor

El Cubano, Parque Caburní, Vegas Grandes están en la lista de los populares juntos a los anteriormente citados, pertenecientes al Altiplano de Topes de Collantes en la geografía espirituana. Las tarifas en ellos no bajan casi nunca de los 100 pesos, como se habrán percatado nuestros lectores.

Y volvemos a caer en el mismo bucle de interrogantes. ¿Por qué tanto dinero? ¿Cómo están justificadas las tarifas? Ante la duda, saltan enseguida las comparaciones entre los enclaves gestionados por la empresa Flora y Fauna y aquellos donde está la mano de Gaviota. ¿Dónde radican las diferencias? ¿Qué es lo que se valora más en la naturaleza de uno y otro lugar? En fin.

Está claro que para la gestión y mantenimiento adecuado de los parques es necesario generar peculio. Para el vacacionista extranjero el coste resulta en una bagatela (como promedio 2,5 euros). Pero ¿están conscientes los directivos de Gaviota que para una familia cubana o excursionistas de provincia –que pueden incluso llegar de pueblos muy lejanos–, no pueden darse el lujo de gastar más de 200 pesos en un breve recorrido, en el que para rematar, se carece incluso de guía.

“Muy caros los precios para cubanos con la moneda nacional, el servicio se va temprano, no puedes comprar nada, pagas mucho para solo ver”, expresa la reseña de un usuario llamado Juan en la plataforma de viajes internacional TripAvisor, sobre el emblemático sitio cienfueguero.

El canopy del complejo Las Terrazas, en Artemisa, está entre los más costosos. /Foto: Tomada de artemisadiario.cu

A la “catarata” monetaria se sumó recientemente la opcional del canopy, deporte recreativo que está presente en casi todos los sitios de afluencia turística en el país. El Nicho había tardado demasiado en tener el suyo para quienes con almas temerarias pudieran realizar su “sueño”. Pero para deslizar dicha “fantasía” por esa tendedera dividida allí en cuatro tramos sobre los saltos de agua, también deberá pagarse en la garita 240 CUP.

El polémico canopy, también denominado en otras latitudes como tirolesa, escandaliza a la mayoría en Cuba. Sin embargo, de ello nadie habla, nada se debate ni se critica. Los servicios del canopy se han convertido por tanto en una pastilla que debemos, al parecer, tragar sin agua.

No obstante, la Isla entera poco a poco continúa llenándose con este conjunto de aparatos, que consiste –en esencia– de unas cuantas poleas y cables ensamblados, para desplazarse colgados sobre la naturaleza y, vale decir igualmente, sobre otros seres humanos que no pueden permitírselo.

Sancti Spíritus, Pinar del Río, Artemisa, Villa Clara y La Habana son algunas de las provincias punteras que lo poseen. El ubicado en el Complejo Las Terrazas de Artemisa junto al instaurado dentro del Jardín Botánico de la capital se hallan entre los más controvertidos, ya que acceder a ellos rebasa la cifra de los 300 pesos por persona.

Disfrutar de las bondades de la madre naturaleza en estos parajes deviene más en lujo que en opcional para el esparcimiento sano.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

5 Comentarios en “Entre cascadas y poleas, sin dinero te quedas

  • el 23 septiembre, 2022 a las 9:02 am
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    Lo lógico fuese crear un sistema de infraestructuras y servicios para un ecoturismo bien segmentado, algunos estudios hablan de cuatro tipos de ecoturistas: científicos o investigadores, turistas dedicados a la naturaleza, quiénes como parte de un paquete más amplio se les incluye un destino natural y aquellos que de forma casual llegaron hasta un destino natural sin tener experiencia o conocimiento previo, quiénes por lo general esperan un servicio con mayor confort

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    • el 23 septiembre, 2022 a las 11:27 am
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      Me parece muy positiva esa propuesta. Así debería efectuarse.

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  • el 23 septiembre, 2022 a las 8:49 am
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    No entiendo por qué insisten en cobrar sin siquiera haber proporcionado un servicio, eso por no hablar del precio que le pongan a sus servicios. Cobrar la entrada a un sendero es casi cómo privatizar la naturaleza, algo incongruente con nuestro proyecto social y con la propia educación ambiental.

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  • el 19 septiembre, 2022 a las 8:05 am
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    Así es… excesivo el precio de ambas opciones pero la de la entrada al sendero pasa los límites… A donde quedan las opciones para el pueblo cada día son menos asequible ..una falta de respeto total

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  • el 16 septiembre, 2022 a las 7:33 pm
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    No veo razón alguna para ese precio tan alto, casi siempre se va hacia ese lugar en familia. Me imagino que cuando pagues la entrada, no te quede ni para el canopy, ni para un refrigerio (por qué, me pregunto una y mil veces)

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