Cuando Roma reverenció a Fidel

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Hay huellas de Fidel por todo el mundo. Las que no dejó físicamente, las imprimió con sus ideas en la conciencia de millones de seres humanos.

Muchas veces ambas proyecciones se manifestaron en un mismo contexto, como sucedió en la Cumbre de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), celebrada en la ciudad de Roma, Italia, del 13 al 16 de noviembre de 1996.

En aquella ocasión, la presencia del presidente cubano constituyó el más relevante acontecimiento del evento, tanto dentro como fuera del plenario. Y no solo por la curiosidad que su personalidad despertaba, y la simpatía y el respeto que le acompañaban a donde quiera que fuera. También por su breve, pero trascendental intervención en aquel cónclave.

El Comandante en Jefe se atuvo disciplinadamente a los siete minutos a los cuales el protocolo limitaba la intervención de cada jefe de estado: el tiempo suficiente para que fuera valorada por todos los presentes como una pieza de incalculable riqueza, por su verdad y visión de futuro.

Fidel avizoró el inminente peligro del cambio climático, al que ahora estamos abocados. Indicó las causas y consecuencias de la producción de armas, hoy cada vez más sofisticadas, y habló en nombre de los millones de seres humanos que padecen de hambre en el mundo, todavía invisibilizados.

Algunas frases de aquel memorable discurso aún impactan por su nivel de conceptualización:

El hambre, inseparable compañera de los pobres, es hija de la desigual distribución de las riquezas y de las injusticias de este mundo. Los ricos no conocen el hambre

Otras, continúan retando a la humanidad: “¿Qué curas de mercurocromo vamos a aplicar para que dentro de 20 años haya 400 millones en vez de 800 millones de hambrientos?  Estas metas son, por su sola modestia, una vergüenza”.

Y el epílogo de su alocución sigue siendo una advertencia, ahora con un plazo para su cumplimiento mucho más corto que cuando fue pronunciada:

Las campanas que doblan hoy por los que mueren de hambre cada día, doblarán mañana por la humanidad entera si no quiso, no supo o no pudo ser suficientemente sabia para salvarse a sí misma.

Precisamente a esa última frase aludía el director de la FAO, José Graziano Da Silva, cuando el 29 de abril de 2013 enviara una carta a Fidel para felicitarlo a él y a todo el pueblo de Cuba por haber cumplido anticipadamente la meta propuesta por aquella primera Cumbre Mundial sobre la Alimentación, que proponía reducir a la mitad el número de personas desnutridas en cada país antes del año 2015.

En su misiva recordaba cómo en una conferencia de prensa celebrada al finalizar el encuentro, el presidente cubano había acotado que aun si se cumpliera esa meta, él no sabría qué decirle a la otra mitad de la humanidad que no sería liberada del flagelo del hambre. “Son conceptos que hasta hoy siguen conservando todo su significado y valor”, concluía el directivo en su nota.

EL  MÁS  INQUIRIDO

La conferencia a la que se refería el alto funcionario de la FAO en su mensaje se celebró el 17 de noviembre de 1996 en el salón plenario de la sede de esa organización en Roma. En su cobertura participaron periodistas de 115 países acreditados para la Cumbre, quienes respondían a medios de líneas editoriales diversas y en no pocos casos hostiles a la Revolución.

Sin embargo, prevalecía allí un ambiente de simpatía por Fidel y de animadversión hacia el gobierno de los Estados Unidos y a su agresiva política contra Cuba.

Si algún detalle sirviera para ejemplificar aquel estado de ánimo, bastaría señalar que la mitad de las catorce preguntas formuladas a los estadistas presentes en la conferencia, fueron dirigidas a Fidel. En dos ocasiones sus respuestas fueron largamente ovacionadas.

SOLIDARIDAD EXPANSIVA

Al día siguiente, 18 de noviembre, toda la atención se concentró en el hotel Holiday Inn, donde se hospedaba la delegación cubana.

Durante la jornada, Fidel sostuvo conversaciones con altos funcionarios del gobierno italiano y líderes de partidos de izquierda. El lobby del hotel se hallaba prácticamente copado por periodistas, quienes cada vez que salía alguno de los interlocutores del Comandante en Jefe, lo asediaban para obtener algún detalle de la conversación.

Pero a las 4:00 de la tarde, hora señalada para el acto de solidaridad con Cuba, fue la apoteosis.

A la cita concurrieron parlamentarios de izquierda,  miembros de organizaciones de amistad con nuestro país provenientes de todas partes de Italia y representantes del mundo cultural, político y religioso, incluido un grupo de frailes de la Orden de San Francisco de Asís. Afuera del “Holiday Inn” quedaron muchas más personas de las que pudo asimilar su salón de conferencias.

Cuando Fidel hizo su entrada en la sala, hubo como un frenesí colectivo. Algunos hasta perdieron la compostura y se subieron en sus asientos para filmar,fotografiar o sencillamente ver al líder cubano.

Los oradores que lo antecedieron hablaron de su intervención en la Cumbre de la FAO; de la simpatía que la Revolución despertaba en Italia y de cómo los éxitos de Cuba tenían mucho más valor por tratarse de un país bloqueado. En representación de su congregación, el padre franciscano Jean Dominico Nicola hizo uso de la palabra para enviar un saludo al pueblo cubano y lamentó que el Presidente no dispusiera de más tiempo para visitar Asís, la cuna de San Francisco.

Visiblemente emocionado por el gesto de sus anfitriones, Fidel comenzó su discurso “tratando de concentrarse como un atleta en esta olimpiada de la solidaridad”.

Se refirió a distintos aspectos de la realidad de nuestro país y del mundo; a la importancia que “para crear conciencia” tenían encuentros del más alto nivel como el recién finalizado y a que fuera “una suerte que este hubiera tenido lugar en Roma”.

Encomió el espíritu de hermandad y simpatía por Cuba que siempre había caracterizado a Italia y definió a su movimiento de solidaridad como uno “de los más fuertes y organizados”.

Reiteró que vivía lleno de admiración por la amistad de aquel pueblo y concluyó: “Déjenme decirles que en nuestro país la solidaridad está muy conceptuada. Por eso somos capaces de comprender la solidaridad de ustedes”.

AMIGOS DE SIEMPRE

Pasadas dos décadas de aquellas consideraciones hechas por Fidel en Roma, vuelve a revelársenos la capacidad del Jefe de la Revolución para calar en el alma de las personas y de los pueblos.

Como parte de las jornadas en recordación del primer aniversario de su fallecimiento, los amigos de Cuba en Italia —los de entonces y sus continuadores— plantaron una talla en madera de caguairán, con el nombre del Comandante en Jefe en las montañas del Valle de Susa, en el Monte Arpone, cerca de la ciudad de Turín.

Dicho madero se colocó a una elevación de mil 600 metros, la misma altura a la que se ubicó la Comandancia del Ejército Rebelde y en la misma dirección de la Sierra Maestra.

El lugar donde se le situó ya tiene un nombre: Pico Fidel, con el simbolismo adicional de haber sido esa montaña escenario de la lucha guerrillera contra el fascismo.

Un sentido homenaje a quien prodigó tanta solidaridad y la sigue cosechando.

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Omar George Carpi

Periodista del Telecentro Perlavisión.

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