Cienfuegos iluminado

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La ciudad de Cienfuegos, desde su fundación, ha sido un sitio de obligado arribo de inmigrantes de muchas partes del mundo, llegando a convertirse al pasar los años en una próspera ciudad cosmopolita. Unos, empujados por la pobreza, otros, por el deseo de librarse del servicio militar —en el caso de España— la guerra o la represión y los más, por el convencimiento de querer dar comienzo a una nueva vida llena de expectativas, enriquecimiento y ascenso social.

Lo cierto es que todos los emigrantes, independientemente de sus intenciones y suerte, al momento de emigrar, tuvieron la necesidad de recurrir a las costumbres, el folclor y las tradiciones, para tener algo a qué aferrarse desde este lado del mar y recordar a los suyos, dejando de alguna manera constancia de sus vidas.

Es por ello que, junto a los millones de hombres y mujeres corrientes que cruzaron el océano desde finales del siglo XVIII hasta la década de los 30 del pasado siglo XX —año en que tuvo lugar la última oleada migratoria ultramarina— fueron también, miles las canciones, los bailes, las fotografías, los escritos personales -donde celosamente guardaban, hasta recetas de cocina- los que cruzaron el Atlántico.

Esta ultima acción cotidiana, en sus múltiples manifestaciones y tipologías, vinieron a cumplir funciones determinadas, entre las que predominaron la necesidad de mantener la unión y la identidad del grupo familiar, junto a su cultura de procedencia en la distancia; la voluntad de registrar y transmitir informaciones esenciales, de tipo personal —como la salud, las impresiones o los sentimientos—, sino también concernientes a las condiciones de vida, junto a los nuevos hábitos alimenticios, sus precios y las posibilidades de trabajo, -incluidos los salarios-, hasta llegar a las posibilidades de ascenso económico.

Teniendo en cuenta ese pensamiento, arribó a Cuba, María Teresa Llano González —joven nacida en el pequeño pueblo de Arriondas, en Asturias— desde su llegada a esta ciudad, logra y recibe trabajo en la residencia de Don Acisclo del Valle Blanco —como manejadora de los hijos del rico hombre de negocios y ama de llaves—, enfrascado él, en ese momento y durante algún tiempo, en exhibir y perpetuar su poder económico, a través de una edificación, ya construida, en los límites del sur de la ciudad, la exclusiva zona de Punta Gorda.

María Covadonga
María Covadonga

Acisclo manda a ampliar el Palacio estilo morisco edificado años atrás por el rico Catalán Federico Caces y así construir una vez terminada la obra, el conocido Palacio de Valle, a partir de su apellido, adquiriendo a estos efectos 16 145 metros cuadrados de terreno para erigir su capricho arquitectónico, valorado junto con la finca que lo rodea en 1 millón 560 pesos, suma inmensa para la época, al que los investigadores del patrimonio cienfueguero Teresita Chepe e Irán Millán califican como: “ una de las más interesantes edificaciones cubanas en la que reina un ordenado caos de códigos formales a gusto de su dueño”.

Sus no tan amplias áreas colaterales, también en propiedad —hasta ese momento— fueron y aún hoy, son bañadas al chocar en el arrecife, por el mar del este, particularidad geográfica, que le permitió ubicar y explotar unos baños privados, a Don Acisclo, propietario agradecido, que decidió entregar a María Covadonga Llano González, como deferencia a su entrega y honesto trabajo, razón social que la propia dueña cambiaria, con el tiempo, cuando colocó detrás de un tren de cantina ubicado en la costera zona —ya ganada al mar—, una pequeña caseta donde expender productos del mar, haciéndola nombrar “Covadonga” —aún por precisar si para hacer honor a su apellido o a su santa patrona asturiana.

El éxito de este establecimiento gastronómico llegó a todos los confines del país,…hacer la Paella Valenciana, solo María Covadonga…, al punto que Gaspar Pumarejo, magnate de los medios de comunicación exclamo en uno de sus tantos eslogan publicitarios:…“Quien ha Cienfuegos llegó y no pasó por Covadonga, a Cienfuegos no llegó…”, su dueña, con tales distinciones y con mucho trabajo mantuvo la calidad y la oferta diaria, hasta ser sorprendida por un seis de enero de 1959 muy singular.

Fidel y María Covadonga
Fidel y María Covadonga

Cienfuegos estaba en ebullición, se comentaba por las calles sobre la presencia de Fidel Castro en esta ciudad —primera visita realizada por el líder de la Revolución, una vez alcanzado el triunfo— en la madrugada del 6 de enero de 1959, cuando este, decide venir por unas pocas horas, a la ciudad de los marinos sublevados, en deuda de gratitud, al frente de la Caravana de la Libertad

Según sus propias palabras, pronunciadas en un multitudinario acto que se organizó frente al antiguo Ayuntamiento de la ciudad de Cienfuegos —actual sede de la Asamblea Provincial del Poder Popular— …“A Cienfuegos había que venir aunque solo fuera para saludar a este pueblo e inclinarse reverente en tributo a los héroes del 5 de Septiembre”… Reconocimiento a un territorio que había protagonizado las valientes acciones de 1957, calificadas por él como “(…) un aliento moral extraordinario para los combatientes de la Sierra Maestra…”.

Culminadas las actividades en el Distrito Naval del Sur —conocido popularmente como Cayo Loco— y el Ayuntamiento, Fidel y sus acompañantes deciden visitar el ya famoso restaurante Covadonga, donde aún a altas horas de la noche, los atendió, entre sorprendida y sonriente, su propietaria, la emprendedora asturiana María Covadonga Llano, invitándoles a degustar las dos preparaciones identitarias del emblemático lugar.

La paella valenciana y los camarones acaramelados, sus productos insignias, recibían al líder de la Revolución, junto a él, se encontraban Aldana, Jorge Castro y Augusto Martínez Sánchez, así como los integrantes de la escolta, integrada por combatientes de la Columna 17, nombrada “Abel Santamaría”, formada expresamente por Raúl Castro, para tan estimulante y cuidadosa misión1.

Instantes que el fotógrafo cienfueguero José Álvarez (Pepito) —quien laboraba en los laboratorios fotográficos La Madrileña, identificado plenamente con los principios de la naciente Revolución— , no dejó pasar. A él se deben las instantáneas de la estancia de nuestro Comandante en Jefe en este restaurante y de la satisfacción de su propietaria por ofrecer los servicios de su instalación a tan ilustre cliente. Este acontecimiento es de vital importancia en tanto legó para la historia un testimonio gráfico de gran significación2.

Años después, en entrevista realizada a María Teresa Llano Conde, sobrina de María Covadonga, nos comentó sobre las relaciones de su tía y la naciente Revolución Cubana, donde primó siempre el respeto mutuo, identificándose con sus asociaciones recién creadas, como los Comités de Defensa de la Revolución y sus principales dirigentes.

Hoy el restaurante ha mantenido su imagen de antaño —década del 50— amén de diversas modificaciones constructivas externas, ante la necesidad de tener más comensales y servicios, en un área techada, que funciona como parrillada; sin perder su historia citadina, que ha motivado al Centro Provincial de Patrimonio Cultural, a evaluar el emblemático sitio como Monumento Local, amén de estar ubicado en el área declarada Monumento Nacional y Zona de Protección del Patrimonio Cultural de la Humanidad, otorgado a esta ciudad en el 2005.

Restaurante Covadonga
Restaurante Covadonga

Aún los cienfuegueros lo visitan, para degustar en familia la rica paella que allí se prepara, aunque no tenga el privilegio de ser confeccionada por María Covadonga Llano González, la asturiana, que nos legó a nuestra identidad local, el recuerdo de su rica cocina mediterránea, junto a la imagen eterna del iluminado verde olivo dentro de la culinaria cienfueguera.

Bibliografía:

1 Entrevista realizada al Coronel ® Alberto León Lima, integrante de la citada columna. La Habana 2015

2 Chepe Rodríguez Teresita, Por un turismo diferente. Fidel y el Turismo en Cuba. Editora Política. La Habana 2013. Pág. 143-144

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