5 de septiembre: una fecha inscrita en la cultura de Cienfuegos

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Se habló mucho luego del reaganismo, las tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia y la disipación súbita al borde de los ’90 de procesos sociales otrora al parecer inamovibles, en torno a consustanciales “crisis del arte”, en tanto recidiva en el terreno artístico de la desmotivación o desorientación del sujeto creador. Desde Vargas Llosa a Baudrillard, desde Donald Kuspit a Robert Hughes, junto a varios más, mediaron referencias recurrentes a la instancia marginal del arte actual en el concierto político-intelectual del mundo cultural.

En cierto modo constituían un eco rebotador del concepto de Heidegger de que el arte y la filosofía vivían “uno al lado de la otra, pero sobre los montes más separados”. Pero filosofía no resulta otra cosa que amor a la sabiduría; y el arte es sabio en cuanto a respaldar resortes sociales encaminados a la superación del ser humano.

Dado que ni la intención de este texto ni el espacio permitirían al autor una digresión mayor tendente a impugnar o despejar los signos de tales postulados, sí quisiera graficar su inequivalencia con procesos culturales acaecidos en nuestro país durante décadas. Y enfocar el asunto solo a través de un hecho puntual que demuestra la vinculación y el grado de interacción establecidos entre los artistas de un sitio como Cienfuegos y su principal efeméride política: el 5 de Septiembre.

La palabra estética proviene del griego aesthesia (sensación). Pues bien, los creadores cienfuegueros (plásticos, músicos, literatos, diseñadores gráficos) han desarrollado un referente estético que permite hablar con propiedad hoy día de una obra cultural suscitada sobre sus sensaciones espirituales más urgentes en cuanto a la grandeza y significación de un acontecimiento histórico. Y la aseveración guarda su expresión concreta en aristas diversas que convergen en un núcleo creativo de matriz común.

Ya sea en la cancionística, a través de clásicos a la manera de Septiembre en la memoria, de Lázaro García a otros textos del propio cantautor o firmados por los Hermanos Novo (Gigantes sueños) e incluso un paradigma de la generación emergente como Idania Hernández (Por los sueños de Septiembre).

Ya sea en la plástica y la copiosa obra de creadores de diversos estilos y épocas, quienes han tenido a través de los años un espacio de comunión fecundo como el Salón de las Artes Plásticas 5 de Septiembre: rampa de lanzamiento de nombres y obras ahora imprescindibles en el panorama provincial e incluso nacional.

O bien en la expansión de la muralística, que al calor de la celebración del medio siglo de la gesta ha experimentado su eclosión definitiva en una suerte de expansión donde se identifican los nombres de autores establecidos: dígase Frank Iraola, Luis Alberto Saavedra, Juan Carlos Echeverría…, de la mano de noveles artistas, algunos incluso alumnos de las Escuelas de Arte y de Instructores de Arte.

Ni desmotivados ni desorientados -mucho menos a la vera de una crisis-, andan estos talentos y otros que hasta pocos días se preocuparon en restaurar, de forma detallada y exquisita, instituciones insignias de la Cultura en una ciudad reconocida como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Como tampoco los escritores que abrevan en la sabrosa savia de la acción popular de medio siglo atrás, cual Andrés García Suárez, quien presentó por estos días su volumen de relatos La luz que sube de tu nombre, texto de la Editorial Mecenas homenajeador de la efeméride.

Inspirado el autor, como todos los anteriores mencionados lo están igual, en la idea de rendir tributo a valientes que ofrendaron sangre y espíritu. Arte y trabajo mediante orlan, desde los enclaves nunca más comprometidos de la creación, el legado de una causa que convida y convoca.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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