1958 en Cuba: rendir posiciones e impedir maniobras de Estados Unidos

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Los combates de fin de año de 1958 contra las fuerzas pro-imperialistas de Fulgencio Batista fueron los más encarnizados y cruentos.  Había que ganar tiempo, rendir las últimas posiciones enemigas e impedir que las maniobras de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, coordinadas con los mayores generales del batistato, pudieran evitar el triunfo de la Revolución Cubana, tal y como lo impidieron durante la Revolución de 1933 que como dijera en gráfica expresión  Raúl Roa,  “se fue a bolina” por la mediación de Estados Unidos.

Ahora Fidel Castro y sus compañeros ponían todo su empeño en que no se pudiera repetir aquella tragedia de los años 30.

Fidel se había reunido en la Sierra Maestra con el Mayor General batistiano Eulogio Cantillo que representaba a varios generales del régimen que querían negociar para no continuar esa guerra, solicitaron parlamentar para rendirse.   Fidel puso tres condiciones:

–       Que el ejército de la tiranía dejara de combatir en los frentes de guerra.

–       Que impidieran un golpe de Estado militar y que Batista no escapara.

–       Que no hicieran contacto con la Embajada de Estados Unidos.

Todo ello fue aceptado, pero precisamente hicieron las tres cosas que Fidel dijo que no hicieran. Traicionaron al acuerdo y facilitaron la huída de Batista. Al darse cuenta Fidel del incumplimiento de lo pactado, ordenó la ofensiva rebelde en todos los frentes y que sólo se aceptara parlamentar con los que se rindieran incondicionalmente.

También Fidel, desde Radio Rebelde en la Sierra Maestra, llamó al pueblo cubano para prepararse para una huelga general revolucionaria que se dispondría muy próximamente.

Los combates de los días 29, 30 y 31 de diciembre fueron los más encarnizados y contundentes.  Había que rendir posiciones enemigas en los alrededores de Santiago de Cuba. Tomar Yaguajay en el norte villareño, y Santa Clara en el centro, que eran las tres posiciones grandes que le quedaban a la tiranía en 0riente y en la provincia central de la Isla. En esos lugares la tiranía había concentrado el grueso de las fuerzas que le quedaban y todo su armamento, suministrado por Estados Unidos.

En realidad Batista ya sabía, desde el 17 de diciembre, que tenía que abandonar el gobierno de la isla. El “hombre fuerte” del imperialismo en Cuba tenía esa conciencia porque después de reunirse ese día durante dos horas con el embajador norteamericano Smith, el diplomático norteamericano le comunicó la decisión de su gobierno de crear en Cuba una Junta Civico-Militar que se hiciera cargo del poder, porque evidentemente ya él (Batista) no podía contener la crisis insalvable que se avecinaba en la nación.  La Junta estaría presidida por el magistrado de más edad del Tribunal Supremo e integrada por los Generales Eulogio Cantillo (que fue el que traicionó el acuerdo con Fidel), Martín Díaz Tamayo, el Coronel Ramón Barquín y el civil “Pepín” Bosch, rico industrial socio de Batista y dueño de la fábrica de ron Bacardí. Tal era la decisión de Estados Unidos: una dictadura militar, sin el desprestigiado Batista a la cabeza.  La misma fórmula aplicada en 1933 con Machado.  Al imperio cuando sus “hombres fuertes” no le servían, los despachaban, los soltaban como una papa caliente en las manos. Se aprovechaban de ellos y los sacrificaban.  Entonces el sátrapa tuvo 14 días para preparar su fuga. En realidad se adelantó, porque los norteamericanos le habían dado de plazo hasta  mediados de enero, pero las acciones del Ejército Rebelde fueron tan contundentes que ni Batista ni Washington imaginaron que el desenlace se produjera antes de mediados de enero.  La victoria del Ejército Rebelde fue tan rápida y contundente que no les dio tiempo a maniobrar como calculaban.

Batista conoció que para el día de Navidad, la Iglesia Católica había preparado una Pastoral para ser leída en todas las iglesias del país en que pediría que “por el bien de Cuba, Batista debía abandonar el Gobierno”. Entonces maniobró con sus contactos ante la Iglesia, y logró que la Pastoral solo dijera que “en beneficio de la concordia nacional se produzca una tregua entre la oposición y el Gobierno”.

Entre tanto, Batista contactó con el dictador de República Dominicana, Trujillo, que previo pago de cinco millones de pesos, iba a enviarle una fuerza armada de cinco mil soldados para el 4 de enero, y logró que en vez de realizar eso, que ya era inoperante ante el plan de Washington, lo recibieran en Santo Domingo a él, su familia y varios colaboradores muy próximos, y así lo acordaron.  Por eso el primero de enero, Batista voló a República Dominicana, al amparo de ese otro tirano.

Todo fue cuestión de tiempo. Fidel no les dio tiempo para cumplir sus planes. La Revolución de 1959 no iba a correr el mismo destino que la de 1933.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

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