10 de octubre de 1868: Llama entre sangre y melaza

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Casi terminaba la sexta década del siglo XIX cubano y la atmósfera política en Cuba hacía hostil la vida, que transcurría entre conspiraciones y lamentos esclavos; la vida espiritual se resumía al sufrimiento.

El 10 de octubre de 1868 fue un hito en la historia patria al estallar la escalada insurrecta y dar Céspedes la libertad a sus esclavos, para posteriormente entrar en Bayamo.

Conocido como el Grito de Yara, el hecho protagonizado por el abogado y patriota bayamés, se adelantó a la detención de los conspiradores prevista en una orden del capitán general Francisco Lersundi, la cual hubiera retrasado el proceso por tiempo indeterminado.

Entonces, marcó los albores de la Guerra de los Diez años, y aunque la oligarquía esclavista siguió sumida a España, se fundó de forma imperecedera la nación cubana.

La proclama de Carlos Manuel de Céspedes borró la esclavitud del panorama cubano: “¡Ciudadanos, hasta este momento habéis sido esclavos míos. Desde ahora, sois tan libres como yo. Cuba necesita de todos sus hijos para conquistar la independencia!”.

Posteriormente la constitución de Guáimaro refrendó en su artículo 24 el principio de que “todos los habitantes de la República son enteramente libres”.

En Cuba, bajo el dominio colonial español a través de varias centurias, solo fue posible dar inicio a una guerra que tuviera por objetivo alcanzar la independencia, gracias a premisas ideológicas gestadas una centuria atrás.

Los orígenes se remontan a finales del siglo XVIII, cuando comienzan a aparecer figuras que expresaran en su obra la preocupación por la patria cubana y se definieran como parte de una nueva nacionalidad.

Sobresale Félix Varela, uno de los primeros pensadores, considerado nuestro primer filósofo, quien difundió con fuerza las ideas de la Ilustración en Cuba. A Varela le seguiría José Antonio Saco, de hondo patriotismo, ese que caló luego en el imaginario social y trastocó ideas anexionistas.

Las campanadas del Ingenio Demajagua marcaron el inicio de aquella fuerza volcánica anunciada por el pedagogo José de la Luz y Caballero, cuando decía que por acá no estaba lejos el Ayacucho cubano.

Por eso, el décimo mes del año es una fiesta de la identidad cubana.

Como reafirmara el Héroe Nacional José Martí:

“Y tras unos instantes de silencio en que los héroes bajaron la cabeza para ocultar sus lágrimas solemnes, aquel pleitista, aquel amo de los hombres, aquel negociante revoltoso, se levantó como por increíble claridad transfigurado. Y no fue más grande cuando proclamó su patria libre, sino cuando reunió a sus siervos y los llamó a sus brazos como hermanos”.

Se levantó la patria de siglos de coloniaje, irguióse sobre latigazos con olor a sangre y melaza de ingenios azucareros, como si el repique de las campanas que hasta entonces convocaban al trabajo, deviniera llama, que a través del fragor de combates la hiciera visible  para todos.

En este octubre pletórico de gloria en la historia patria, recordamos la simiente de dignidad y heroísmo de nuestra nacionalidad cimentada por la pluma, las armas y los más puros sentimientos.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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