Un valenciano que prefirió ser cienfueguero

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Cuando el sabio español, gallego por más señas, don Ramón de la Sagra sentenció en su obra Apuntes históricos sobre la Isla de Cuba que los cienfuegueros vivían bajo la advocación del dios Bocoy, un compatriota le salió al paso a tamaño ejercicio de absolutismo intelectual.

Para defender ante aquella especie denigrante el honor de esta ciudad, que adoptaría como suya, Enrique Edo yLlop escribió en 1861 su Memoria histórica de Cienfuegos y su jurisdicción, obra a la que siempre tendrán que acudir quienes pretendan historiar aquí.

A diferencia del norteño La Sagra, Edo nació en la proximidad del Mediterráneo, en Valencia, en el año de 1837, y como tantos peninsulares de la época vino muy joven a la que ellos llamaron La Perla de las Antillas.

El viaje a bordo de un velero duró una eternidad. Desembarcó por Matanzas en compañía del actor Vicente Segarra y del “gracioso” — me imagino que así definían entonces a los comediantes— Eduardo Sánchez.

Al parecer la Atenas de Cuba no le sedujo lo suficiente como para echar raíces en aquella plaza con fama de emporio cultural isleño. Se fue a Trinidad con su tío don Vicente Edo, un capitán del Ejército colonial autor de varios libros, entre ellos Procedimientos militares, con algunas ediciones a su haber.

Comprendió a tiempo que su futuro no estaba en la tricentenaria villa que comenzaba a declinar a la vera del Valle de los Ingenios. A los pocos meses ya estaba en la pujante Cienfuegos, capitalizadora con su puerto de lujo del boom azucarero del momento.

Dedicado a las tareas del foro, como oficial de escribanía y pasante de abogado, llama la atención lo bien recibido que fue por la juventud cienfueguera con afanes intelectuales.

Enrique había sentido aficiones literarias desde muy temprana edad y aquí encontró campo fértil para cultivar sus letras, que en determinada coyuntura lo sacaron de un apuro.

Llamado al servicio militar —fue declarado quinto en 1860— el joven Edo escribió un drama en tres actos, El loco del valle, y un juguete cómico, Quien mucho abarca. Ambas obras fueron llevadas a la escena del cienfueguero teatro Avellaneda, en función de beneficio a su autor. Con tan buena suerte que la recaudación le permitió al novel dramaturgo pagar la exención del servicio de las armas reales.

Aquel mismo año escribió su Memoria … cuya primera edición fue publicada al siguiente. Seguía la huella de don Pedro Oliver y Bravo, quien en 1841 había iniciado el camino de la historiografía cienfueguera.

Luego, Edo dio continuidad a su obra que registraría los acontecimientos de la localidad hasta 1887. La segunda edición tuvo lugar en 1888. En 1943 en La Habana vio la luz la tercera y hasta el momento definitiva versión de aquel texto, con prólogo del periodista e investigador Enrique Gay Galbó.

Pero don Enrique no se limitó a su labor oficinesca, historiográfica y dramatúrgica; escribió unas 25 piezas entre comedias, zarzuelas, dramas, revistas y juguetes cómicos, monólogos y pasatiempos. El periodismo de Cienfuegos también lo cuenta entre sus primeros hacedores.

El Chismoso, primer semanario festivo de la villa, contaba en 1862 con la pluma del valenciano. Igual privilegio tuvieron en esa misma década El Fomento y El Telégrafo.

En la edición de este último correspondiente al día de año nuevo de 1867 podía leerse el siguiente encabezamiento: “A los artesanos pobres que deseen leer este periódico se les dará gratis”. Trece palabras suficientes para que la censura colonial suprimiera la frase por perniciosa y subversiva.

Edo comenzó a publicar por esa misma fecha El Comercio (*), órgano del Partido de la Reforma, el primero que se imprimió en Cienfuegos con prensa de máquina. Al propio tiempo seguía al frente de El Telégrafo que de manera coincidente con el inicio de la insurrección mambisa en Las Villas, el 9 de febrero de 1869, fue clausurado por las autoridades coloniales y su director arrestado, entre el 10 y el 12 del propio mes.

Regresó por breve tiempo a su patria chica en 1870. Sus amigos le rogaron que aceptara un cargo en la Diputación Provincial de Valencia, ofrecimiento que rehusó. Tras la Paz del Zanjón en 1878 se trasladó a Ponce, la Perla del Sur de Puerto Rico, donde tampoco plantó tienda.

Enrique Edo y Llop había ligado su destino con el de esta ciudad, donde terminó sus días el 14 de noviembre de 1913.

Pasados los dos siglos del parto de la historia del cual nació Fernandina de Jagua, es preciso recordar a uno de esos hijos adoptivos de los cuales la ciudad siempre estará orgullosa. Aquel cuyo rostro de mármol ha visto transitar a tanto cienfueguero desde su envidiable emplazamiento en Prado, entre San Fernando y San Carlos.

Homenaje de la ciudad de Cienfuegos a Enrique Edo y Llop, periodista e historiador en Cienfuegos./ Foto: Internet

(*) No guarda relación con el diario del mismo nombre fundado el 2 de noviembre de 1902 por Ramón S. Varona.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

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