Un Cuerpo de Lucha Contra Bandidos en respuesta a creación de bandas armadas por la CIA
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Consta en documentos desclasificados en Estados Unidos, que en fechas bien tempranas como el propio año 1959, el del triunfo rebelde sobre la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) le solicitó al entonces Presidente Dwight Eisenhower, “apoyo para realizar alzamientos de grupos (…) en las montañas cubanas que sirvieran de quintacolumna armada en las espaldas de los revolucionarios cuando se realizara un ataque frontal”. Y por descontado se da: la petición recibió luz verde.
Esa artera patraña fue una de las formas iniciales de agresión a la muy joven Revolución Cubana: organizar bandas armadas de alzados en las montañas del territorio cubano, principalmente en el macizo central de la isla, el de Guamuhaya, conocido popularmente como del Escambray.
Los intentos de extenderlas a las sierras de Pinar del Río fueron rápidamente liquidados por los campesinos locales, al mando del líder del lugar, Leandro Rodríguez Malagón, quien al frente de sus milicias bautizadas como “los malagones”, limpió de bandidos aquellas fajas montañosas de las sierras de los Órganos y del Rosario. El éxito de la aguerrida tropa irregular determinó a Fidel a crear el Cuerpo de Lucha Contra Bandidos (LCB), el 18 de octubre de 1959.
Cuando entre 1960-61 la CIA fraguó en sus oficinas de Langley la invasión a Cuba, y finalmente se decidió a lanzar el zarpazo en abril del 61 desembarcando una brigada mercenaria por Bahía de Cochinos, previamente había articulado un numeroso grupo de organizaciones de bandidos armados en la vasta geografía del macizo de Guamuhaya, utilizando para ello a la organización contrarrevolucionaria La Rosa Blanca y otras que para entonces operaban en la Isla. Entre junio y julio de 1960 había cientos de alzados que la Agencia de inteligencia yanqui iba a utilizar como quintacolumna para que actuara en la retaguardia del frente costero escogido para la invasión.
Pero previendo tal táctica, los líderes de la Revolución lanzaron sobre el Escambray una fuerza enorme de milicianos de varias partes, sobre todo de La Habana y la propia provincia de Las Villas, cuyos batallones lograron liquidar al grueso de las bandas de forajidos apenas unos pocos días antes de la artera agresión.
Después de la derrota de la brigada 2506 en menos de 72 horas de combates indetenibles y cruentos, la CIA preparó nuevas oleadas de apátridas que lanzó sobre las montañas del centro mediante “teams de infiltración”, para organizar “la guerra de guerrillas”, en el intento por crear una verdadera situación de guerra civil en la Isla. Sólo en el Escambray se detectaron no menos de 35 de esas infiltraciones y 19 lanzamientos de armas por vía aérea para abastecer a esas fuerzas de asesinos contrarrevolucionarios que segaron la vida de alfabetizadores jóvenes y familias enteras de milicianos.
Entre 1960 y 1965 en todo el país fueron liquidadas 299 bandas, que tenían en total, en sus filas, unos 4 mil alzados. Para derrotarlas, el país organizó la operación llamada Limpia del Escambray, esa otra guerra que involucró como un solo puño a miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ministerio del Interior y las Milicias Nacionales en la Lucha Contra Bandidos, peinando cada metro de tierra en la agreste serranía.
El costo revolucionario en preciosas vidas humanas fue alto: cayeron 549 de nuestros más abnegados combatientes, 75 de ellos de Cienfuegos, además de centenares de heridos y decenas de combatientes mutilados en todo el país. Los bandidos cometieron el asesinato de 196 personas, todas inocentes, ajenas al conflicto, contados alfabetizadores, campesinos, mujeres, ancianos, niños.
A mediados de 1965 fueron eliminadas todas las bandas, pero a ese gran costo. La epopeya demostró que la guerra de guerrillas es solamente efectiva cuando es de base revolucionaria, es decir, popular, apoyada por las masas. Funciona y es efectiva solo cuando encuentra el apoyo de una población consciente de cuál de los lados está la razón. Sin ese respaldo no tiene posibilidades de mantenerse.
A poco más de medio siglo de aquella victoria contra las bandas de bandidos que intentaron aterrorizar esa región en el macizo central de la Isla, en las montañas del Escambray se escribe una historia muy diferente, de desarrollo, tranquilidad y amor, y nuestras lomas quedaron limpias para siempre. Mas como decimos, no fue fácil. El costo de la sangre generosa nunca es fácil. Deja mucha memoria…
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Excelente trabajo a los cuales nos tiene acostumbrado el entrañable amigo ANDRES.
La historia hay que continuarla escribiendo para la presente y futuras generaciones