¿Por qué no llegan las cigüeñas?

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“Para saber qué significa ser madre, con un hijo me basta”. Esta frase aflora con asiduidad a los labios de muchas mujeres que deciden tener sólo un descendiente. Atrás han quedado los tiempos en que las féminas fructificaban en números que llegaban o excedían la docena, pues cada día es mayor la cifra de parejas que optan por traer al mundo un hijo o dos, a lo sumo.

Diversas son las razones que conducen a elegir este camino, aún cuando los cónyuges ignoren que al hacerlo contribuyen involuntariamente a desencadenar un fenómeno social de envergadura: el envejecimiento de la población.

Según las estadísticas, para el año 2020, Cuba será el país con mayor índice de senectud en América Latina, y Cienfuegos es en el presente la cuarta provincia de la nación en mostrar este indicador. Se sabe que la raíz del problema yace de manera fundamental en el hecho de que se ha prolongado la esperanza de vida y disminuido la tasa de natalidad, aspecto propiciador del decrecimiento de la población joven.

Ciertamente en el mundo desarrollado nacen hoy menos infantes que en épocas anteriores. Algunos países latinoamericanos, como el nuestro y Argentina, tampoco escapan de esta realidad. Aunque el asunto puede abordarse desde varios ángulos, sería bueno reflexionar sobre el porqué paren poco las mujeres cubanas. Como una de las principales razones -y esta es válida para todas en el mundo- asoma el incremento del nivel de instrucción de las féminas quienes, por consiguiente, han conquistado espacios en la vida política, económica y social que antes les era vedado.

Esto, a su vez, sentó las bases para que el llenarse de hijos dejara de ser prioridad y casi única razón de vivir para ellas y llegara a compartir con el éxito profesional un peso importante en su realización como personas.

Estudios han arrojado que el índice de natalidad es inversamente proporcional a la formación de las progenitoras. En virtud de consolidar antes una carrera, muchas mujeres postergan la maternidad hasta edades en las que ya no es posible pensar en una prole numerosa.

Por otro lado, la difícil situación económica por la que atraviesa el país, con las consiguientes tensiones cotidianas, la escasez de viviendas y la búsqueda de empleos mejor remunerados constituyen factores determinantes en la planificación de una familia corta por parte de las parejas jóvenes.

No es un secreto que en muchos hogares conviven diferentes generaciones, lo que hace difícil la crianza de los pequeños y desanima a los progenitores en la inclinación natural a reproducirse. Por causa de las carencias materiales, muchas personas prolongan su juventud y, por tanto, la llegada de los hijos hasta alcanzar determinadas metas, como poseer casa propia y cierta solvencia financiera.

Algunas mujeres asumen con amor y valentía la maternidad en estado de solteras. Otras, en cambio, aguardan -también con coraje, pues en la espera puede írseles la oportunidad- hasta encontrar una pareja sólida y estable para tener su prole. A menudo, cuando esto sucede, ya las condiciones biológicas de la fémina no son las óptimas y en el mejor de los casos deben contentarse con un solo descendiente.

Ante el problema de tener una población cada vez más longeva, los gobiernos han adoptado medidas para atender a las necesidades específicas de este grupo etáreo. Pregunto entonces, ¿qué ha de hacerse en aras de fomentar el nacimiento de más niños y evitar así el envejecimiento poblacional?

Considero que si las circunstancias fueran otras, si las parejas jóvenes consiguieran vivir independientes desde el momento en que contraen matrimonio, si tener un empleo bien remunerado no le costara a las féminas horas de sacrificio y despego de la familia, entonces la cigüeña visitaría los hogares con más frecuencia.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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