Pinceladas de Montevideo: Huella de la “Lecuona Cuban Boys” en el carnaval uruguayo
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“Al carnaval del Uruguay/ vendrá mi nena con mi/ alegre conga/ El Uruguay, tierra ideal/ país de ensueño que/ besa el mar/ Noches de amor y de/ pasión/ Montevideo te hará/ gozar/” Esta es parte de la letra de un número musical interpretada por la orquesta Lecuona Cuban Boys.
Así lo recuerda el uruguayo Carlo Stagnaro, a quien, desde pequeño, según él, su padre le repetía la contagiosa conga, compuesta especialmente para esa gran fiesta popular que es el carnaval de Montevideo, considerado el más largo del mundo y uno de los más vistosos y llamativos por su gran componente de teatralización y espectáculos.
“Resulta que él siempre admiró mucho a la agrupación cubana y la seguía adonde quiera que actuara aquí”, asegura el también ingeniero químico y estudioso de la historia y la cultura de su país, al tiempo de mostrarnos una vieja foto -desteñida por el tiempo- que dedicara a su progenitor el director de la banda, Armando Oréfiche.

El hecho de que los “Lecuona Cuban Boys” compusieran y grabaran la conga “El carnaval del Uruguay” no fue nada fortuito, toda vez que ellos tuvieron una relación significativa con ese tradicional evento cultural, típico de esta urbe Sudamericana, especialmente a través de sus interpretaciones de música festiva que resonaban con el espíritu carnavalero.
Si bien la orquesta cubana no era parte intrínseca de la escena local, sus ritmos contagiosos, alegres y animados; las letras y estribillos de canciones a tono con el gusto popular y el sabor caribeño de su música convirtió a sus composiciones en parte de la banda sonora del carnaval uruguayo, de manera particular en eventos sociales y bailables, tanto en teatros como en hoteles y plazas públicas.
La historia de esta afamada agrupación cubana es bien interesante. En 1930 la orquesta Lebartad-Palau se divide en dos, de modo que así se forman las orquestas de los Hermanos Palau y la de los Hermanos Lebartad, respectivamente. En esta última estaban el pianista y compositor Armando Oréfiche, Ernesto Vázquez y los hermanos Agustín y Gerardo Bruguera, quienes a principio de 1931 deciden crear la propia formación.

Estos con la ayuda de varios músicos organizan la orquesta Encanto, que toma el nombre del teatro en el que se presentaban. El éxito no se hace esperar y la reputación de los músicos llega rápido a oídos de Ernesto Lecuona, mediante Ernestina, la hermana que los había conocido actuando.
A la sazón Lecuona se encontraba en Hollywood componiendo la música de la película “Cuban Love Song”, y de regreso a La Habana se interesa por el trabajo de la joven banda, de modo que les propone pasen a formar parte del espectáculo donde él es el solista en conciertos de piano. De mutuo acuerdo entre todos, adoptan un nuevo nombre: Orquesta Cubana de Ernesto Lecuona, si bien el destacado músico jamás tocó con ellos.
A partir de ahí inician exitosas giras en EE. UU. durante los años treinta y después en los más exclusivos sitios de Europa. Cuentan que en cierta ocasión en que se hallaban tocando en un restaurante de menor importancia, pasa un empresario francés de espectáculos, quien se sintió atraído por el estilo y la vistosidad del grupo musical-
Dicen que ese mismo empresario, de apellido Vermel, los contrata para el famoso Hotel Lido de Venecia, donde de manera inmediata causaron sensación. Y en este mismo sitio, a sugerencia del negociante galo, la banda decide cambiar el nombre por otro más sonoro y comercial, Lecuona Cuban Boys.
En 1934, Ernesto Lecuona enfermó gravemente de pulmonía y aun convaleciente de la enfermedad decide volver a Cuba. Este retiro provocó que Armando Oréfiche se hiciera cargo de la orquesta y al frente de ella seguiría por muchos años más, como director, pianista, compositor y arreglista.

Hasta 1939 los Lecuona Cuban Boys recorrieron los más lujosos casinos y teatros europeos durante la preguerra, compartiendo escenario con figuras como Maurice Chevalier, Josephine Baker y Raquel Meller; en tanto grabaron para las principales firmas disqueras, estaciones de radio y la recién nacida TV.
Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, la orquesta continuó sus giras en Latinoamérica con actuaciones en Argentina, Brasil, Puerto Rico, Perú, Uruguay y Venezuela. Después de algunos problemas sobre la dirección, Armando se apartó de su hermano y fundó los “Havana Cuban Boys”.

Por su lado, los Lecuona Cuban Boys se establecieron en Nueva York en 1949. En diciembre de 1950 volvieron a La Habana para presentarse con Josephine Baker y Roland Gerbeau en el teatro América, y para inaugurar la TV en Cuba.
En 1951 viajaron por Sudamérica y en esa ocasión se integró a la orquesta el músico uruguayo Hugo Fattoruso. En 1952 regresaron a Cuba, donde agotaron temporadas en teatros y cabarets. Durante los años cincuenta realizaron giras alternas entre Sudamérica y Europa, con actuaciones tan memorables como las de 1953-54 en la inauguración del Hotel Tamanaco de Caracas.
Por más de cuarenta años los “Lecuona Cuban Boys” fueron embajadores de la música cubana por el mundo. Ellos supieron alegrar al público en los más diversos escenarios del planeta a ritmo de conga y rumba, hasta que en 1975 dejaron de actuar. Entre su amplio repertorio destacan piezas emblemáticas del género como Cachita, Para Virgo me voy, María La O. Rumbas, entre otros, algunas de las cuales fueron de la autoría del propio Lecuona.
Y no crea, todavía, a pesar de los años, trasmitidos de generación a generación de montevideanos perduran los recuerdos de esta popular banda antillana y hay quienes, como Carlos Stagnaro, siguen tarareando aquel pegajoso número musical y no falta el que repite: “Ven mi nena ya, vamos/ a bailar/ con mi conga/ al carnaval del Uruguay”.
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