La memoria de Cienfuegos en el nombre de sus calles
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Si quiere, puede hacer la prueba.
Pregunte a cualquier niño, adolescente o joven cienfueguero cómo se llama la calle dónde vive, o dónde está su escuela o dónde suele encontrarse con sus amigos.
Algunas respuestas lo sorprenderán, y no pocas veces. En el mejor de los casos quizás obtenga la referencia a un lugar conocido que sirva como guía para identificar la dirección que recaba.
Pruebe entonces a preguntar, en lugar del nombre, por el número. Y volverá a sorprenderse.
Algo ha sucedido con los referentes nominativos o numéricos de nuestras calles en la memoria de varias generaciones de conciudadanos. Las causas habría que buscarlas en cómo la familia, la educación y la comunicación pública han contribuido a esa imperdonable amnesia.
Pero antes, indaguemos un poco en la historia de nuestras rutas citadinas.
NOMINACIONES BICENTENARIAS
Desde el momento mismo de la fundación, en el incipiente trazado urbano de la Colonia de Fernandina de Jagua fueron identificadas algunas de sus calles con nombres que remitían al santoral católico o al apellido de fundadores o personalidades del nuevo asentamiento, según consta en documentos de la época.
Con alguna que otra enmienda, la rotulación de las calles de Cienfuegos se atuvo durante más de un siglo a la combinación del nombre de la calle con el número de las casas.
En una misma vía, los dígitos que identificaban a las viviendas se sucedían en pares por una acera y en nones por la otra. Tal sistema estuvo vigente hasta el 16 de febrero de 1960, cuando se hizo firme una disposición de las autoridades municipales para aplicar una nueva numeración al entramado urbano de la ciudad.
A partir de esa medida, a las avenidas corresponderían números pares y a las calles, nones; su enumeración se haría en sentido ascendente, de sur a norte y de oeste a este, respectivamente; en tanto de los cuatro dígitos que marcarían cada casa, los dos primeros siempre indicarían la entrecalle anterior.
Aunque el novedoso procedimiento era sin dudas más funcional y venía como anillo al dedo a la cuadriculada estructura de la urbe, su asimilación por parte de los cienfuegueros fue gradual y con cierta reticencia en algunos casos, al punto de que apenas dos días después de hacerse efectiva la moción sobre la nueva organización de lared vial, el 18 de febrero de 1960, el Gobierno Municipal decidió crear un departamento para tramitar quejas o consultas de la población sobre la rotulación de las calles.
Incluso meses después de entrar en vigor la normativa para el cambio, el Centro de la Propiedad Urbana y Rústica de Cienfuegos todavía recomendaba que en los recibos de los inquilinos aparecieran los nuevos referentes de la vivienda junto a los antiguos.
La publicidad de la época ofrecía también no pocos ejemplos de esa resistencia al cambio. Hasta entonces la dirección de los establecimientos se referenciaba a la manera tradicional. Pero con el nuevo ordenamiento los anuncios se debatían a veces entre nombres y dígitos para una misma dirección.
Todavía en los primeros meses de 1961, las menciones publicitarias insertadas en las páginas de los periódicos locales identificaban a una misma dirección con su nombre y con los dígitos correspondientes a la nueva numeración.
Conciente de que transcurría una etapa de adaptación a la novedosa propuesta, el diario La Correspondencia tuvo a bien mantener durante un tiempo un aviso en página interior en el que pedía a los suscriptores del periódico que actualizaran sus direcciones a partir de los cambios aplicados en ellas. El órgano de prensa reconocía que tal proceder ayudaría a brindar un mejor servicio a los abonados.
Y no le faltaba razón. La nueva rotulación resultaba mucho más fácil y práctica. Entre otras ventajas, permitía conocer la distancia entre dos puntos y facilitaba además la exacta localización de cualquier lugar.
Aunque al principio resultó difícil acostumbrarse, la novedosa solución terminó por imponerse debido a su inobjetable funcionalidad. No obstante, el apego a la tradición hizo que muchos cienfuegueros continuaran llamando a las calles por su nombre original.
Pero con el transcurso de los años, cada vez fueron menos.
AGENTES DE CAMBIO
¿Y qué hacer para revertir esa situación? Hay actores sociales que pueden contribuir a tal propósito.
En primer lugar, la familia. Si abuelos y padres son todavía parte de aquellas generaciones que se orientaban en el entramado urbanoa partir de cómo se llamaban sus calles, mucho podrían contribuir con sus menciones a reproducir ese conocimiento.
Está también la escuela. La educación cubana ha experimentado en los últimos años un proceso de perfeccionamiento que ha dotado a la escuela y a los profesores de una mayor autonomía para desarrollar iniciativas a partir de diseños curriculares más flexibles.
De esta manera, algunos temas contemplados en el programa de la asignatura de Historia de Cuba en los distintos niveles de enseñanza pueden resultar idóneos para que esa otra historia, la de la localidad, que no se incluye en el currículo formal ni se imparte en clases, se inserte de manera armónica y aportadora en el conocimiento y en el sentimiento de los estudiantes.
Sin dudas, una opción en la que la referencia a las calles de la ciudad, nombres incluidos, contribuya a fortalecer valores de identidad en las más jóvenes generaciones.
Pero también los maestros pueden divulgar ese conocimiento más allá del currículo, en esa comunicación diaria entre estudiantes y docentes que tiene al aula como escenario.
La escuela, como la institución cultural más importante de cada comunidad, debe ser junto a la familia no solo el espacio donde se adquieran conocimientos, sino también aquel en que se formen valores cívicos, éticos y estéticos, donde se prepare a las generaciones emergentes para vivir en nuestra sociedad.
Y está por último la comunicación pública – institucional y mediática – que sin llegar a la ambivalencia en que se debatía en los primeros meses de aplicado el cambio, bien pudiera recordarnos alguna vez que durante siglo y medio a nuestras calles se les conoció solo por su nombre y que la solución cartesiana se aplicó para facilitar la orientación, no para olvidarnos de una tradición que nos distingue y nos identifica como cienfuegueros.
Por cierto, atenido a ese objetivo y en ocasión del Bicentenario de la Colonia de Fernandina de Jagua, la Oficina del Conservador de la Ciudad promovió la colocación de 28 rótulos en las calles del Centro Histórico de Cienfuegos con los nombres con que fueran identificadas en el siglo XIX y con un diseño similar al de las placas originales.
La iniciativa, un reiterado reclamo de no pocos cienfuegueros, reinvindicó aquellas razones culturales, identitarias y patrimoniales que inspiran el respeto por nuestra historia y nuestras tradiciones locales.
MÁS ALLÁ DEL NOMBRE
La modernidad opera una acelerada transformación del espacio urbano.
En muchas partes del mundo, la estructura de las ciudades se desintegra al tiempo que la memoria de sus calles se desvanece.
El hábitat humano nace en las calles y crece en el barrio que atraviesan. El rostro de una ciudad está dibujado por esa red formada por sus rutas de asfalto, depositarias de todas las etapas de su historia.
Preservar sus nombres no es la única, pero sí una de las maneras en que los ciudadanos pueden identificarse con los lugares en que viven y nutrirse del patrimonio que estos atesoran.
Las calles de nuestra ciudad son espacios de pertenencia, de símbolos cargados de acumulaciones culturales donde los cienfuegueros hacen su vida y desarrollan sus mundos materiales y de significación compartidos.
Tras cada nombre que las identifica hay una referencia a una personalidad, a una etapa del devenir local donde aquella dejó su huella, a una saga bicentenaria.
Redescubrir las calles a partir de sus nombres, reivindicarlos en la memoria colectiva, es también una manera de confirmarle al ciudadano el lugar que le corresponde en su comunidad. Y en estos tiempos, en que se hacen más necesarios que nunca los arraigos del espíritu, un empeño loable.
Listado de nombres antiguos de calles y avenidas de Cienfuegos, según numeración establecida en 1960
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