Jesús Orta Ruiz: cantor de lo culto y lo popular

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Me encontré con la poesía de Jesús Orta Ruiz cuando leí por vez primera su Elegía de los zapaticos blancos. Nemesia, “la flor carbonera”, se hizo a mi memoria de infante aun cuando a la altura de aquella edad no pudiera yo sopesar la grandeza de ese poeta, ensayista y periodista, orgullo y faro de la literatura cubana actual.

Nació el Indio Naborí, como se le conoce, el 30 de septiembre de 1922, en las afueras de la Ciudad de La Habana, miembro de una familia campesina, conservadora de las tradiciones y el folclor de origen español en los campos de Cuba. Tal circunstancia explica porqué el inicio de su vocación poética, manifiesta de forma precoz, no podía ser otro que la décima, folclorizada en el canto de los labradores criollos, si bien algunos investigadores señalan que su formación lírica no provenía de la espinela, sino de la vasta poesía española, pues era el bardo cubano un gran conocedor de la mejor tradición poética hispanoamericana.

Con solo nueve años de edad improvisaba espinelas. Ya en su adolescencia comenzó a conquistar una popularidad, devenida leyenda, la cual lo identificó con ese seudónimo que recuerda al aborigen cultivador de la tierra en oposición a los cantores populares autollamados caciques en aquella época.

Sin embargo, no conforme con su don natural y el entorno social en el que le tocó vivir se apasionó, de manera obsesiva, por la lectura de la poesía, así como de los ensayos y técnicas de esta vertiente literaria. Tal práctica lo llevó al enriquecimiento de la espinela, convertida ya en un signo de la identidad nacional cubana.

No tardó la crítica literaria en reconocerle el mérito de haber logrado la fusión de lo popular y lo culto, y lo situó en el neopopularismo de la Generación del 27. Pero el poeta no vaciló en ensanchar el horizonte de su lírica con el ejercicio de las más variadas formas clásicas e incluso el verso libre. A través de esas composiciones, su poética se ofrecía en tres vertientes: campesina, social y autobiográfica, la cual le ha granjeado innumerables reconocimientos.

Ejemplo de ese intimismo es el desgarrador himno a su pequeño hijo fallecido, letras que lo ascendió como la voz más auténtica de la decima nacional, al ser capaz de dar cabida en una lírica inusual a sus vivencias dolorosas.

Su prosa, también distinguida y laureada, abarca diversos temas que van desde prólogos, ensayos, estudios de tradiciones, folclor, literatura, hasta una extensa obra periodística.
El Indio Naborí, cuya obra incluye diez títulos en prosa y catorce poemarios, figura en la mayoría de las antologías cubanas del siglo XX. Viajó por diferentes países de Europa, Asia, África y América. Poemas suyos han sido traducidos al Inglés, Francés, Italiano, Ruso, Checo, Chino y Yugoslavo.

Tal como expresó el ensayista Virgilio López Lemus durante la entrega del Premio Nacional de Literatura, en 1995, “Con Orta Ruiz, apareció el poeta que propició la conjunción entre lo culto y lo popular, el necesario puente que viniera a dejar muy claro que la tradición de la décima cubana es una sola manifestada por diversas vías, calidades e incluso soportes expresivos tan variados, que aún hoy día sigue evolucionando”.

Mientras el jurado consideraba: “su poesía expresa con gracia inconfundible y perdurable resonancia, los más puros acentos de la sensibilidad humana y las más sagradas aspiraciones alentadas históricamente por el espíritu nacional de nuestro pueblo, de soberanía, justicia y libertad”.

Jesús Orta Ruiz fue el autor, entre otras piezas, de Al son de la historia y Esto tiene un nombre, un cantor de lo cubano, uno que, como diría el trovador, no pasó a la historia, el 3 de enero de 2006, sin la gloria de haber tocado espina. Considerado el decimista más significativo de la literatura cubana contemporánea, en su honor, se festeja cada 30 de septiembre en todo el continente el Día de la Décima Hispanoamericana.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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