El Subversivo

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Por: Ricardo Ronquillo Bello.

Si faltaba alguna prueba de que Fidel era a la vez el líder de la Revolución y el de su subversión basta repasar su famoso discurso del 17 de noviembre de 2005, a 60 años de su ingreso a la Universidad de La Habana, el lugar donde, reconoció ese día, se hizo revolucionario.

El luchador que resignificó todo lo que tocaba a lo largo de su existencia, no quiso tampoco que los enemigos de su pueblo le arrebataran los mejores sentidos de esa palabra, esos con los que había encabezado la rebelión contra la dictadura de Fulgencio Batista.

Fidel, siempre sorprendente, estuvo especialmente iluminado en aquella fecha. Cuando se estudia en retrospectiva no puede evitarse la impresión de que se trataba casi de un testamento político por las ideas en las que meditó: desde temas tan elevados como la posibilidad de que el hombre un día abandonara la tierra, a la que depredaba sin contención, para buscar un lugar habitable en el cosmos, hasta tan terrenales y corrosivos como que las cadenas de expendio de combustible del país devinieran redes corruptas y corruptoras, desde las que podía descubrirse todo lo que podía combustionar para que ocurriera lo que nunca lograría el imperialismo: que fuésemos capaces, con nuestros errores, de autodestruir la Revolución.

En paralelo con este aldabonazo de Fidel leía un ensayo del joven colega Raúl Escalona, bajo el título La palabra pública en revolución: prensa y política en Cuba, en el que encontré, muy profundamente razonado, muchos de los porqués, además del líder de la Revolución, Fidel terminó por ser el de su «oposición», algo que subrayaron algunos compañeros en reciente encuentro de la Comisión Ideológica del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, donde se analizó cómo hacer hondo y productivo el debate de esta intervención a 20 años de que ocurriera.

Al exaltar las extraordinarias implicaciones de este discurso, no casualmente hecho ante un auditorio de jóvenes universitarios, en la mencionada comisión, en la que intervinieron el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, y el miembro del Buró Político Roberto Morales Ojeda, secretario de Organización del Comité Central, Marlene Vázquez Pérez, al frente del Centro de Estudios Martianos, se resaltó que la osadía política de Fidel ese 17 de noviembre demostraba que con él se rompía la regla popular de que quien es un «incendiario» a los 20 años, termina por ser bombero a los 40.

Pero a dos décadas de aquellos singulares pronunciamientos, con Fidel en su nueva dimensión de lucha desde el camposanto de Santiago, la más retadora de las preguntas sigue siendo: ¿el socialismo se puede autodestruir? Esa interrogante es la misma que aguijonea al terminar de leer el texto del joven Escalona: cómo hacemos carne y sangre de la Revolución ese espíritu crítico y autocrítico de Fidel, cómo logramos que la práctica rectificativa del líder se extienda a todo el cuerpo y la práctica de la Revolución, para lograr la invulnerabilidad política recogida en el cuerpo de nuestra constitución.

La misma pregunta se hizo, y nos hizo, Díaz-Canel al final del análisis de la Comisión Ideológica… Y como esa, tan inquietante y sanadora, los revolucionarios cubanos no debemos perder la oportunidad de dejarnos provocar, subvertir, por este discurso de Fidel, porque como dejó expresado también en aquel momento, el peor de nuestros errores era el de haber creído que alguien sabía cómo se construía el socialismo, frente a un capitalismo depredador y moralmente decadente, aunque con una enorme capacidad de manipulación, que busca aniquilar la capacidad de pensar, mediante la creación de reflejos condicionados.

Confieso que desde que volví a leerlo no dejo de apuntar ideas, porque resulta demasiado evidente que aquel 17 de noviembre Fidel estaba en su mejor condición de «provocador», con la relevancia y las lecturas que se derivan del acto mismo y por las ideas, con las que, presiento, pretendía encender el debate hasta hoy y para todos los tiempos. Por ello me atrevo a compartir algunas inquietudes que despertó a mí: La importancia de la cercanía entre la dirección política de la Revolución y los universitarios. La Universidad como espacio central del debate de las ideas y las luchas revolucionarias en Cuba.

La relevancia de ese debate para reflexionar sobre el contexto nacional e internacional en que se desarrolla la Revolución en Cuba.

La complejidad de la lucha simbólica y práctica entre el socialismo y el capitalismo y cómo encararla desde Cuba en articulación con las fuerzas progresistas del mundo.

La urgencia de la actualización del debate marxista sobre la construcción del socialismo en las nuevas condiciones del mundo, con particular énfasis en un país subdesarrollado. El papel del Estado en estas nuevas circunstancias.

El salto de la participación formal a una participación auténtica en la construcción socialista, sobre todo de los segmentos juveniles.

Lo ineludible de sistematizar el análisis y la investigación sobre la justicia social y las desigualdades y el ajuste constante de las políticas públicas en este ámbito en el socialismo. Partir del presupuesto de que la igualdad en el acceso, incluso ante la ley, no siempre implica igualdad de oportunidades.

Lo retador de la edificación de una economía socialista sólida capaz de hacer contrapeso al modelo capitalista.

El papel sanador de la crítica y la capacidad deliberativa en la construcción del socialismo como forma de garantizar la invulnerabilidad política.

El lugar del cuadro, del liderazgo y de la institucionalidad en la construcción socialista.

La significación de la ética y la moral para la Revolución y los revolucionarios.

Lo irrenunciable de la utopía y de la capacidad de soñar, aún en los escenarios más comprometedores.

Los anteriores son solo los apuntes iniciales del aprendiz de revolucionario que intento ser. La multiplataforma Granma hizo un valioso resumen de las ideas centrales del discurso, que debe abrir la puerta a muchas profundizaciones.

Lo imperdonable sería que pasara este 17 de noviembre sin que no nos dejemos provocar por Fidel, ese subversivo y rebelde que quiso despertar en su pueblo la idea de que lo siguiera acompañando en la aventura de intentar cambiar a Cuba y al mundo.

Esa es la única forma en que podremos volar en lo adelante, y hacia el futuro, en su nave cósmica de la justicia.

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