El mundo más allá del aula: educación en tiempo de realidad
Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 39 segundos
El bullicio de las calles, de los niños y sus padres en esa carrera matutina de llegar temprano a la escuela regresará este 1ro de septiembre, día fijado para el inicio del curso escolar en Cienfuegos y en todo el país.
En pocos días Cuba se enfrentará a un giro significativo de rutina para estudiantes y familiares, quienes ya deben reorganizar las jornadas de ocio y distensión para cederle el paso a horarios y normas más estructurados.
Un nuevo periodo lectivo exige organización y compromiso, para abordarlo satisfactoriamente, padres y familias deberán priorizar los ajustes necesarios en los hábitos de sueño y en las rutinas del hogar, en aras de restablecer un ritmo matutino que evite contratiempos en este retorno a clases. La transición, si se gestiona con planificación y claridad, puede convertirse en una oportunidad para favorecer un rendimiento académico sostenido.
Para los estudiantes, el nuevo curso escolar constituye una oportunidad de reencontrarse con amigos, redescubrir apoyos y establecer hábitos de estudio razonables. Buena parte de ellos cambiará de enseñanza, emprenderá nuevos derroteros en los cuales la familia tiene un papel fundamental. Para los padres, tíos, abuelos, tutores, implica acompañar, organizar y comunicarse con docentes con el único objetivo de entender el progreso del estudiante y adaptar el hogar a las demandas educativas. Tal evolución es exitosa si se vive con planificación, proporcionando momentos reales de estudio y descanso de calidad.
Las rutinas cotidianas de falta de electricidad u otros inconvenientes influyen negativamente y laceran tal proyección, pero el adulto de la casa es el encargado de gestionar mejor las agendas para que esos inconvenientes no afecten al menor. Si además participa en algún proyecto extracurricular o hace deportes, entonces la exigencia demandará más disciplina.
Por otra parte, los docentes no deben perder de vista las diferencias individuales, el ritmo de aprendizaje diverso y el entorno, y su influencia en la asimilación de los contenidos. Es fundamental entonces reconocer que cada estudiante llega con un trasfondo distinto: habilidades previas, estilos de aprendizaje, motivaciones y ritmos de procesamiento de información desiguales.
La diversidad exige estrategias pedagógicas diferenciadas, monitoreo continuo y una evaluación formativa que guíe la enseñanza en lugar de limitarla. Y no es retórica, un buen maestro debe conocer todo sobre su estudiante y para ello debe prepararse desde el primer día.
“La docencia responde a las necesidades comunicativas y emocionales de los alumnos, además tiene que responder desde la convivencia, con respeto al espíritu áulico que se da en el proceso educativo y los modelos de emocionalidad, atravesados por los procesos de enseñanza-aprendizaje”, así lo expresó recientemente el investigador Orlando Terré Camacho en entrevista concedida a este medio de comunicación, al responder una de las interrogantes que versaba sobre cómo lograr una enseñanza de calidad.
“La familia es protagonista en el ejercicio de la docencia —expresó en esa oportunidad— la escuela sola no puede educar, por lo que es obligatorio el acompañamiento familiar que no solo está concebido por procesos consanguíneos, si no de coparticipación, porque en la mirada social en Cuba un amigo llega a ser familia y acompaña, y constituyen igualmente procesos sociales”.
En nuestro país, el proceso educativo se perfila cada vez más como un espacio en el cual el estudiante ocupa el centro del aprendizaje. El docente deja de ser la única fuente de conocimiento y se convierte en facilitador, mediador y guía, mientras el alumno toma protagonismo en su propio proceso formativo. Esta reorientación busca conectar los contenidos con la realidad social, cultural y económica del entorno, aportando pertinencia y sentido a lo que se aprende.
La inclusión es un pilar fundamental y no puede constituir discurso vacío: es necesario que los docentes entendamos las distintas velocidades de aprendizaje, estilos y contextos socioculturales, en función de conseguir aulas más equitativas.
“Todos los años tengo un Chala en el aula – expresa la maestra Carmela en la película cubana Conducta en una de las escenas más aleccionadoras del filme- ninguno pudo más que yo porque en el fondo, todos son muchachos.
“Hay cuatro cosas que hacen a un niño -reflexiona la maestra- la casa, la escuela, el rigor y el afecto, pero cuando cruzan esa puerta está la calle y un maestro necesita saber qué les espera allá afuera”.
Y en total sintonía con Carmela (Alina Rodríguez) es el objetivo de este comentario alertar que más allá de mochilas, loncheras y zapatillas de marcas, maestros y familias deben conformar una comunión de intereses para influir en el “mundo” del estudiante, más allá del aula.
La verdadera tarea educativa no termina en la salida del aula al final de la tarde. Maestros y familias debemos tejer una comunión de intereses, uniendo esfuerzos para influir en el mundo que espera a cada estudiante más allá de las escuelas.
Visitas: 0