Capablanca y una partida viviente en el teatro de Luisa

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Treinta y dos niños de la Escuela Central hacían de peones, reyes, caballos, torres, alfiles y damas. La mitad de negro cerrado y la otra de puro blanco. El teatro Luisa Martínez Casado llevaba apenas cuatro meses y medio de abierto, y esta noche del jueves 18 de enero de 1912 el escenario cuadriculó los 64 escaques de un tablero.

Como tercer acto del programa que incluía variedades musicales y danzarias más un discurso del licenciado Emilio del Real, los niños-piezas fueron movidos por el habanero José Raúl Capablanca y Brugueras, la estrella en ciernes del ajedrez mundial, y el campeón cienfueguero Carlos Felipe Gutiérrez.

De padrino del visitante ofició Oscar Alcalde, en tanto el cónsul español, Joaquín de Travesado, representó al jugador local. Antonio Calvo, presidente del Club de Ajedrez de Cienfuegos, veló por el cumplimiento de las reglas. Las entradas a seis pesos el palco y a diez kilos la grada.

Ese mismo día el diario La Correspondencia salió a la calle con una foto que ocupaba dos tercios del ancho de la portada. José Raúl, peinado con raya al medio, enfrentaba días antes en partida similar jugada en La Habana a Juan Corzo. Muchos recordaban aún que en diciembre de 1901 siendo Corzo campeón de Cuba el mismo contrincante lo destronó sin reparar en sus escasos 13 noviembres.

Capablanca llegó a Cienfuegos en el tren de las cuatro y media de la tarde del propio jueves. Venía acompañado de su hermano Salvador. A la antigua estación de la calle Arango acudieron a ofrecerle los parabienes las clases vivas y la Banda Municipal. En el trayecto por la calle San Fernando hasta el hotel Unión fue blanco de lánguidas miradas de las damitas de sociedad.

El protagonista de la fecha tenía 23 años, había ganado ya tres torneos en Nueva York –el universitario en 1906 y dos veces el del Estado, 1910 y 1911— además del de San Sebastián, a finales del 11. Le faltaban por sumar entre otros los laureles de La Habana y el Memorial Rice (en la Gran Manzana) ambos en el 13, San Petersburgo-1914, nuevamente el “Rice” en el 16, Manhattan en el 18 y Hastings en el 19. Así hasta que en 1921 en La Habana el doctor alemán Emanuel Lasker rindiera su reinado del orbe ante el as cubano.

Aquella noche en el teatro de Sanz y Puga el trebejista fue agasajado por Luisa en persona, que lo acomodó en su grillé.

La partida viviente resultó una forma original de promocionar el juego-ciencia. El resultado, el que todos esperaban.

A la mañana siguiente la aristocracia cienfueguera congratuló al genio habanero con un paseo por la bahía a bordo del vapor Carila. Sobre cubierta algunos improvisaron cuartetas alegóricas al homenajeado. Hubo pasteles y vermouth, mientras el guitarrista español Vicente Gelabert deleitaba a la expedición con varias de sus piezas.

Cine Teatro Luisa en 1912.

Al regreso de la gira marítima banquete de honor con la misma composición social a la mesa del hotel Unión. El cronista Helio tuvo la ocurrencia de copiar en su columna el afrancesado menú:

Huitres et entremets, heufs mignon, Poisson maitre hotel – Chablis. Piece de beuf moderne.-Pontet Canet. Dessert: Fraise á la cremane. Champagne Veuve Clicoqt. Café, tabacs“.

El estudio fotográfico Otero tomó una vista de la mesa bien servida y antes del postre los protagonistas de la instantánea ya pudieron ver el retrato. Gelabert puso fin al almuerzo con la magia de sus cuerdas.

Capablanca debió cumplir otro compromiso en la Perla del Sur, disputar una simultánea ante 24 tableros en los salones del Liceo. La señorita Lola Montalvo y el señor Alfredo Lewis lograron sacarle unas tablas al Mozart del ajedrez.

El campeón cubano regresaría a Cienfuegos el 15 de marzo de 1918. Jugó una simultánea y el 16 disertó sobre ajedrez en el Liceo.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

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