Antiguallas del léxico criollo

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Para quienes reparan de vez en cuando como del léxico cotidiano desaparecen palabras que nos resultaron familiares, es esta crónica.

A cada rato repican en mis oídos como campanas de la nostalgia, vocablos que me hacen viajar en la máquina del tiempo lingüístico.

-Niño no estés más al resisterio (sic) del sol, mira que vas a coger un tabardillo. ¿A quién de mi generación no le alertaron sus mayores de esa forma? Aunque lo desconocieran todo sobre la capa de ozono, el agujero y los rayos ultravioletas.

Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas.
Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas.

Hace un tiempo me topé con un tesoro de la bibliografía nacional: el Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, obra a la que Esteban Pichardo (1799-1879), lexicógrafo eminente y también padre de la geografía cubana, dedicó casi toda su vida fértil.

Esteban Pichardo (1799-1879).
Esteban Pichardo (1799-1879).

Y ahora quiero compartir algunas de aquellas joyitas del habla decimonónica cubana.

Nuestros tatarabuelos empleaban en la comunicación oral un verbo que se me antoja hermoso: ciscar. Tan antiguo que los primeros procesadores de texto ni se enteraban de su existencia. Se usaba como recíproco en el sentido de avergonzarse, cortarse.

También decían gaviar para describir el momento en que del maís (así lo escribían) o del arroz brotaban las espigas.

Casar era pactar, sobre todo en una pelea de gallos, y gloriar significaba verter un poco de aguardiente u otro licor en el café. Así que cuando algunos bodegueros echaban una porción de agua en el ron a granel simplemente lo estaban gloriando, aunque fuera al revés.

El reino vegetal cubano de la época debió agradecer a los hablantes insulares denominaciones como culantro de Cartagena, sangre de Adonis, Reina Luisa, grama de caballo o cordón de San Francisco. Al menos así me parece.

Grama de caballo o cordón de San Francisco.
Grama de caballo o cordón de San Francisco.

La grama equina sí aparece en el inventario de las experiencias rurales de mi niñez. No sé si aún le digan así.

A quienes abusan del seudo gentilicio sureño para referirse a lo (s) cienfueguero(s) Pichardo les proponía fernandino, en obvia alusión a la génesis que fue Fernandina de Jagua. ¿Nos animamos a reciclarlo, colegas?

Muñoz no era una forma de decir jonrón, ni Guillén de escribir poesía. En La Habana el primero servía para identificar al hombre que atestiguaba y hacía de eco adulador a cuanto hablaba otra persona. El segundo figuraba en el uso de los muchachos del Departamento Central para expresar la acción de arrojar en el juego de los hoyitos.

Polizón era el postizo abultado con que algunas criollitas mejoraban la ilusión óptica de sus grupas. Más claro ni el agua de globitos Ciego Montero. Por entonces ya vivían engañadoras en esta isla, aunque todavía no hubiera nacido Enrique Jorrín para inmortalizar una en la esquina de Prado y Neptuno.

Al tétanos le llamaban el mal de los siete días, y entre las maravillas de la repostería insular figuraban el majarete, la mala-rabia, el frangollo y la frucanga, que era una especie de sambumbia.

Malakof era en la capital la armazón que usaban las mugeres debajo del túnico con varillas de acero o ballena para amoldarla. Pichardo llamó la atención sobre la decadencia de esa moda. Entre las telas del XIX estaba la victoria. Hecha de algodón, fuerte, generalmente negra y destinada a la confección de zapatos.

De las frases coleccionadas por el bibliógrafo de origen dominicano apenas apunto tres: “No hay quitólis” (no hay disculpa que valga), “zurrar la Pavana” (vencer de manera superlativa) y “mejorando los presentes” (en Tierradentro forma de alabar a las personas ausentes).

En términos alimentarios aliño era sinónimo de viandas en ciertas zonas de la Isla. “Dame un real de aliño”, decía el cubano y se llevaba a casa lo suficiente para guisar un suculento ajiaco. ¡Cómo cambian los tiempos!

Y con esa clásica delicia de maíz tierno envuelta en hojas de la propia mazorca y amarradas con ariques de yagua, sucedía que en el Departamento Occidental le nombraban tamal; en el Central, tallullo; y en el Oriental, bacán.

A mí me dejan con la denominación del Centro (masa de maís con algunos pedazos de carne de puerco, tomate y ají, según el propio Pichardo). Así le decían y así los hacían en mi casa desde que tuve sentido del gusto. Aunque haya terminado por imponerse la forma habanera de nombrar al plato de marras.

Y pensándolo bien, se imaginan ustedes un actor cómico que se hiciera llamar El Tallullo de la Vida.

*Nota: Observar que algunas palabras están escritas según la norma de la época. Gracias

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

Un Comentario en “Antiguallas del léxico criollo

  • el 19 agosto, 2023 a las 6:48 pm
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    Todavía se usa bastante el primero de los ejemplos, pero sin la i: resistero del sol. Y en cuento a adulterar con agua ahora lo que se emplea es un término eclesial: fulano “bautizó” el ron.

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