Modorra en el Coliseo
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Peacock, el servicio de streaming de la compañía Comcast (empresa matriz de NBC/Universal), experimentó graves pérdidas a lo largo de 2024, ascendentes a mil millones de dólares.
Cuando se repasa el contenido original de Peacock para la teleficción, se comprenden mejor tales resultados. Salvo la serie El chacal –de lo mejor hecho en buen tiempo dentro del género de acción–, su parrilla dista mucho, en cantidad, calidad y variedad, de Max, Apple TV+, Amazon Prime Video, FX, Netflix o Hulu.
Se comprenden mejor semejantes pérdidas al verse productos tan opacos de esa plataforma, a la manera de Los que van a morir (2024), de estreno en la Televisión Cubana. Superproducción de 150 millones de dólares, Peacock no ahorró dinero para sufragar esta historia de diez episodios ambientada en la antigua Roma, con gladiadores, sangre, sexo, rivalidades fratricidas e intrigas palaciegas. Pero sin bomba ni fijador ni personalidad.
El deficitario material –cuyo título parte de la conocida frase de los gladiadores en el Coliseo romano: «Salve, César, los que van a morir te saludan»–, palidece en su puesta en pantalla, montaje, fotografía, efectos digitales, diseño de producción, ritmo narrativo, banda sonora, cabecera, selección de reparto e interpretaciones.
Si 150 millones no alcanzan para conformar un buen cuadro actoral, no sé yo qué podría, mas aquí es muy evidente que no estuvieron por la labor. Lo de poner algunas escenas con Anthony Hopkins en el papel del emperador Vespasiano, ya al final de su vida, es solo una socorrida estratagema para vender un material en el que el gran actor británico en realidad nada aporta.
Aunque ya en los lejanos tiempos de Ben–Hur (William Wyler, 1959) parecían mejor filmadas, algún destaque visual proporcionan a la serie las carreras de cuadrigas en el Circus Maximus, cuyo ídolo es Scorpus. Él trabaja para Tenax (Iwan Rheon, la única actuación decente de la serie), alguien que maneja el negocio de las apuestas, para esas competiciones y los combates de gladiadores.
Hay dos peleas entre gladiadores, las protagonizadas por el gigante Flamma y el pequeño africano Kwame, que eventualmente levantan el mortecino ritmo. Ambos enfrentamientos –evocadores del bíblico sostenido entre David y Goliath–, sobre todo el último, el del episodio siete, muestran cierto grado de pericia coreográfica.
Lo que no se comprende de Los que van a morir es su incapacidad para desperezarse y sacudir la modorra de su trama (solo logra distenderse, ya tarde, en los episodios noveno y décimo), cuando de creador tiene a Robert Rodat, el guionista de Salvar al soldado Ryan, y de director de varios capítulos al alemán Roland Emmerich.
El realizador de El día de la independencia, Godzilla, El día después de mañana o 2012 es un sujeto a quien podrán adjudicársele todos los defectos del mundo por su efectista carreta (aparatoso, el primero de todos), pero no el de aburrido. Y esta serie lo es.
Los que van… no desciende al nivel reprobable del filme Gladiador 2 (Ridley Scott, 2024) o a la categoría de pasarela fálica de la serie Spartacus (Starz, 2010), si bien está a años luz de otra como Roma (HBO, 2005–2007): televisión de calidad y entretenimiento.
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