Las maldiciones de Claudia Piñeiro
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El nombre de Claudia Piñeiro (Buenos Aires, 1960) es desconocido para la mayoría del público cubano y tal vez lo continúe siendo para quienes vieron y no hayan indagado más sobre lo que hay detrás de Las maldiciones, una miniserie que recién estrenó Netflix, la plataforma de streaming internacional. El material, basado en el texto homónimo de la narradora argentina, alcanzó buenas críticas en 2017 con su publicación ─acostumbrada está la literata, considerada una de las mejores voces de la novela negra en la nación austral─. Pero, si por un lado la novela consigue atraparnos con su dinamismo, con el empleo hábil de la analepsis y cambios de perspectivas, no puede decirse lo mismo de su adaptación televisiva, entre otras razones, por estar demasiado encorsetada y haber dilapidado capítulos y personajes de vigor.
Las maldiciones de Piñeiro ha sido catalogada como thriller político, un tema apasionante, según declaraciones de la autora y que al parecer continuará explorando como acaba de hacer con su más reciente título, La muerte ajena (2025).
Román Sabaté encarna el protagónico aquí, un joven veinteañero oriundo de la provincia de Santa Fe a punto de ingresar al campo de la política de Buenos Aires, aparentemente por pura casualidad. Pero hay más detrás de esa trama sencilla, y es donde se apuntala el núcleo fuerte de la ficción. Sabaté se convierte en la mano derecha del antagonista Fernando Rovira, quien es candidato a convertirse en gobernador de la provincia por su partido Pragma, enemigo de “la vieja política que pone palos en la rueda a los que queremos trabajar por este país”. Simpatizante del pragmatismo desde el mismo nombre, lo que en realidad funciona en la empresa de Rovira es la política del márquetin, vacía en su totalidad de ideales, oportunista, capaz de decirle a la ciudadanía aquello que desea escuchar, aunque sean puras falacias.

Con un asunto de actualidad palpable, Piñeiro va desgranando las miserias de ese panorama en un país donde los políticos mojan el pan del desayuno en la ambición desmedida, y va mostrando poco a poco los niveles de inescrupulosidad en una historia de corrupción, con un crimen impune a cuestas.
La escritora también ha dicho que en esta obra tiene un peso importante una crítica a la paternidad, donde el binomio Sabaté-Rovira ocupa el foco de todo el asunto, ganando fuerza gradualmente mediante técnicas narrativas plausibles, incluyendo, como se ha dicho, la analepsis, pero además la contraposición de principios éticos en los personajes principales y los intereses mezquinos por las ansias de poder. Enfrentar a los lectores con estos dilemas morales es otro de los gustos de la prosista, destacado ya por la crítica literaria en libros anteriores como Las viudas de los jueves (2005), Elena sabe (2007), y de modo especial en Las grietas de Jara (2009), combinados no de manera fortuita con la intriga y la observación social.
Los lectores jamás le perdonaremos que su adaptación haya excluido, entre muchos otros, a un personaje tan relevante como el de Valentina Sureda alias La China, amiga de Sabaté, periodista en un programa de noticias que le propone a una editorial escribir un libro llamado La maldición de Alsina, y que es otro rasgo notorio donde se mezcla esoterismo y misticismo con una leyenda urbana sobre la fundación de la ciudad de La Plata, hablando acerca de “la imposibilidad real e histórica para cualquiera que haya sido gobernador de la provincia de Buenos Aires de llegar a ser presidente de la República Argentina”.
Sin duda alguna, el tópico más colorido y apetitoso de la novela ─entrelazando brujería y superstición con el ámbito político─ es totalmente desperdiciado en el serial de Netflix, donde ni siquiera un actor de prestigio como Leonardo Sbaraglia (encarnando a Rovira) logra esquivar allí la “maldición” de la deficiencia en el guion y la pobre empatía literaria.
Piñeiro, quien ha señalado no interferir en la realización de los libretos para las adaptaciones a la gran pantalla de sus obras ─que no han sido pocas, por cierto─, tal vez desaconseje ver la teleserie. Más allá de que la televisión maneje otros códigos, el resultado es decepcionante.
Además de su notoriedad como novelista, Claudia Piñeiro es dramaturga, funge como periodista y es colaboradora habitual en varios medios gráficos, laureada con múltiples premios en su país e internacionales, entre ellos el Clarín de Novela, el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, Rosalía de Castro del PEN (Club de Poetas, Ensayistas y Narradores de Galicia), el Premio Pepe Carvalho del Festival Barcelona Negra, Dashiel Hammet de la Semana Negra de Gijón y el gran mérito de haber sido finalista del International Booker Prize 2022 con la traducción al inglés de Elena sabe.
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