Entrevías
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Las recordadas interpretaciones de los personajes de Nemo Bandeira y Ferro, compuestos de forma respectiva y con una química manifiesta por José Coronado y Luis Zahera en la serie española Vivir sin permiso (2018-2020, exhibida en Cuba a través de Canal Habana), dejaron una impronta en el audiovisual de la Península. Demos por seguro que juntar otra vez a los dos actores fue la principal premisa defendida por los productores de Mediaset y Alea Media para sacar al aire Entrevías, en transmisión ahora en nuestro país por Cubavisión.
Coronado y Zahera son dos figuras con gancho dentro de la pantalla chica española, sobre todo el primero, casi siempre en este medio –no así en el cine– en las coordenadas del tipo maduro de talante severo; el segundo, por regla en la latitud de ese secundario de peso o contrafigura que complementa al primero: tal como ocurrió en Vivir sin permiso y se repite en Entrevías.
Aunque lo mejor de esta serie de 2022 es, por mucho, y al margen de su rol secundario, un Zahera mayúsculo, relajado como niño en su juego, deshollejando un papel que devora dueño de un gracejo y unas ganas que ya muchos quisieran lograr en el mejor de sus días, lo mismo en la escuela histriónica de ese país que en la de cualquier otro.
El Ezequiel de Zahera pedía a gritos más tiempo en pantalla a lo largo de las dos temporadas, pero los creadores de Entrevías no permiten nunca que nos engolosinemos y, al fin y al cabo, debe entenderse que esta es una serie para Coronado, quien es una marca en España, tanto en cine como en televisión, y vende en determinados segmentos etarios desde la serie El Príncipe.
Eso bien lo sabe el productor ejecutivo Aitor Gabilondo, al colaborar por tercera vez con el actor. Y es muy probable que vengan otras mancuernas, pues Entrevías ha sido líder absoluta de audiencias dentro de la teleficción ibérica en cuanto va de calendario. Tampoco es un gran logro en medio de un 2022 repleto de series españolas mediocres como Express, Sequía, Bienvenidos a Edén, Operación marea negra, Todos mienten, Toy Boy o Heridas.
Además de las caracterizaciones de Zahera y Coronado (sobrecargada la adustez en el delineado del personaje, en berrinche permanente como Michael Douglas en Un día de furia o Clint Eastwood en Gran Torino) y la nota de frescura incorporada en su trabajo por la cubana Laura Ramos, Entrevías alza la cabeza, un poco, dentro del grupo de producciones de este formato, debido a la suerte de función de mosaico social que desempeña, al mostrar el caleidoscopio étnico de la España actual y la incidencia de la inmigración en ello.
Es equilibrada al proyectar sentidos y, cuando parece que le asoma su rastro de xenofobia, redirige las culpas de los principales males que expone hacia un poderoso personaje de los negocios, español él. Eso sí, las tintas se las cargan al sujeto; no al sistema social o a las condiciones económicas de la población de los barrios menos favorecidos, caldo de cultivo de las drogas y la trata de mujeres.
Montada en el andador de lo políticamente correcto, como no puede ser de otro modo en la actualidad, Entrevías pone de “nieta” del Tirso Avantos de Coronado a una vietnamita –interpretada con demasiadas carencias compositivas por Nona Sobo, al punto de ser lo más deficiente del material– adoptada por la hija pija de aquel. Esta última señora, luego de largos años de unión heterosexual junto a su esposo, descubre a los cuarentilargos que ser lesbiana es la mayor felicidad del universo. El problema no es que lo sienta, sino la obligación de incorporar el tema en la mayoría de las series, muchas veces sin mucha justificación dramática como aquí.
Los dieciséis episodios (dos temporadas de ocho, emitidas de forma inusual una detrás de la otra durante el lapso comprendido entre el 1 de febrero y el 17 de mayo de 2022) pudieron haber sido peinados con suma facilidad a ocho o diez a lo sumo, pues los capítulos se estiran inmisericordemente hasta casi los 70 minutos, mal endógeno solo aplacado en las series españolas para plataformas pero no así para las de cadenas abiertas como Telecinco, y son repetidas situaciones una y otra vez, u otras prolongadas su solución dramática. Mas, ese peine iría a contracorriente del funcionamiento de la industria televisiva, el rating y todo cuanto tienen en cuenta los entes decisores.
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