Réquiem para Estados Unidos: La crisis es muy profunda

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Bien, se acabó. No la elección. La democracia capitalista. Por muy sesgada que estuviera hacia los intereses de los ricos y por muy hostil que fuera hacia los pobres y las minorías, la democracia capitalista al menos ofrecía la posibilidad de una reforma gradual. Ahora es un cadáver.

La iconografía y la retórica siguen siendo las mismas. Pero ahora es un “reality show” financiado por la oligarquía gobernantes – $ 1,51 mil millones para la campaña de Biden y $ 1,57 mil millones para la campaña de Trump. Todo para hacernos pensar que hay opciones. No las hay.

Los debates vacíos de contenido entre Donald Trump y Joe Biden fueron delineados para enmascarar la verdad. Los oligarcas siempre ganan. La gente siempre pierde. No importa quién se siente en la Casa Blanca. Estados Unidos es un estado fallido.

“El sueño americano se ha quedado sin gasolina”, escribió el novelista J.G. Ballard. “El coche se ha detenido. Estados Unidos ya no abastece al mundo con sus sueños y sus fantasías. No más. Se acabó. Ahora suministra al mundo sus pesadillas”.

Ha habido muchos sectores que han hecho estallar la sociedad

Los oligarcas corporativos que compraron el proceso electoral, los tribunales y los medios de comunicación, y los cabilderos que han redactado una legislación para empobrecernos y permitir a los millonarios acumular cantidades obscenas de riqueza y un poder sin control.

Los militaristas y la industria de la guerra que agotaron el tesoro nacional para montar guerras inútiles e interminables, que junto con derrochar unos 7 billones de dólares han convertido al país en un paria internacional.

Los directores ejecutivos, que reciben bonos por decenas de millones de dólares, que enviaron el empleo al extranjero y dejaron nuestras ciudades en ruinas y a nuestros trabajadores en la miseria, sin ingresos sostenibles ni esperanza para el futuro.

La industria de los combustibles fósiles que ha declarado la guerra a la ciencia y eligieron las ganancias por encima de una casi inminente extinción de la especie humana. La prensa que convirtió las noticias en entretenimiento sin sentido y que trabaja como porristas del bipartidismo.

Los intelectuales que se retiraron a las universidades para predicar las políticas de identidad mientras le daban la espalda a la guerra económica que se libra contra la clase trabajadora y se ejecuta un implacable asalto a las libertades civiles. Y, por supuesto, la irresponsable e hipócrita clase liberal que no hace más que hablar, hablar, hablar.

Una clase despreciable
Mitin de campaña de Trump en Arizona. /Foto: Jonathan Ernst/Reuters
Mitin de campaña de Trump en Arizona. /Foto: Jonathan Ernst/Reuters

Si hay un grupo que merece nuestro más profundo desprecio son las élites liberales, aquellas sectores que se posicionan como árbitros morales de la sociedad mientras abandonan todos los valores que supuestamente defienden. Valores que olvidan cuando se pueden volver inconvenientes para sus interéses.

La élite liberal a cogobernado con un partido político que en Europa sería considerado de extrema derecha, porque desde hace tiempo la jerarquía del Partido Demócrata ha invertido toda su energía en acordar las políticas económicas con los neoconservadores republicanos.

La campaña de Biden estuvo completamente desprovista de ideas y contenido político. Los demócratas y sus apologistas liberales son, según ha ilustrado la elección, están ajenos a la desesperación personal y a la crisis económica que recorre este país. No representan nada. No luchan por nada.

Fueron intencionadamente olvidados principios como: restaurar el estado de derecho, asegurar una atención médica universal, prohibir del fracking, aprobar un New Deal verde, proteger las libertades civiles, construir sindicatos, expandir programas de bienestar social, hacer una moratoria a los desalojos y las ejecuciones hipotecarias, condonar la deuda estudiantil, realizar estrictos controles ambientales, desarrollar un programa de empleo y de ingresos garantizados, regular las finanzas, oponerse a las guerras sin fin y el aventurerismo militar

Defender estos temas habría significado una victoria para el pueblo. Pero dado que el Partido Demócrata es una subsidiaria de propiedad de donantes multimillonarios, no hizo nada para promover una política que fomentara el bien común, disminuyera las ganancias corporativas y restaurara la democracia, incluida la imposición de leyes para impedir financiamiento empresarial de las campañas electorales.

La clase liberal funcionaba en una democracia tradicional como una válvula de escape. Creía posible una reforma gradual. Proponía mejorar los peores excesos del capitalismo. Aventuraba pequeños pasos hacia una futura igualdad. Exigía al estado defender supuestas probidades. En resumen, ofrecía al menos la ilusión de un cambio.

Aunque, también es cierto que siempre los intelectuales liberales han servido como un “perro de presa” para desacreditar los movimientos sociales radicales. En realidad la clase liberal es un componente vital dentro de la élite del poder.

Hoy con su política los liberales están creando un vacío de poder que llenarán los especuladores de la guerra, los gánsteres y los asesinos, encabezados hasta ahora por un demagogo ridículo y carismático. Las promesas de los neofascistas siempre son poco realistas, pero como los liberales se han rendido, se abrirá en Estados Unidos una caja de pandora con males que serán imposibles de contener.

La enfermedad del trumpismo
Una muchacha de la ciudad de Oregon reza durante una manifestación en apoyo de Trump.
Una muchacha de la ciudad de Oregon reza durante una manifestación en apoyo de Trump.

Esta elección ilustro que la enfermedad del trumpismo, con o sin Trump, está, profundamente arraigada en el cuerpo político de la nación. Es una fuerza política en grandes segmentos de la población. Es una reacción alienada que republicanos y demócratas se niegan a abordar. Y el trumpismo, como mostraron las elecciones, no se limita a los hombres blancos (cuyo apoyo a Trump en realidad disminuyó).

Fyodor Dostoievski comprendió el comportamiento inútil de la élite liberal de Rusia, a la que satirizó y vilipendió a finales del siglo XIX. El fracaso de los liberales en defender los ideales que defendían condujo, escribió, a una época de nihilismo.

En “Memorias del Subsuelo” retrató a soñadores estériles y derrotados de la clase liberal, aquellos que no hacen nada para defender sus supuestos ideales. El personaje principal de libro lleva sus ideas a su extremo lógico. Evita la pasión y el compromiso moral. Es racional y se acomoda a una estructura de poder corrupta y moribunda.

La hipocresía de este “hombre del subsuelo” ahora está condenando a Estados Unidos. Es la desconexión fatal entre creencia y acción.

“Nunca logré convertirme en nada: ni malvado ni bueno, ni sinvergüenza ni hombre honesto, ni héroe ni insecto. Y ahora estoy viviendo mi vida en mi rincón, burlándome de mí mismo con un consuelo rencoroso y completamente inútil. Creyendo que es imposible que un hombre inteligente se convierta en algo serio. Solo los tontos se conviertan en algo. Sí, señor, un hombre inteligente del siglo XIX debe estar y está moralmente obligado a ser ante todo un ser sin carácter; una figura inerme,un ser limitado”.

La negativa de la élite demócrata a reconocer que el poder ha sido arrebatado de manos de los ciudadanos por las corporaciones, que la Constitución y sus garantías de libertad personal han sido abolidas por decreto judicial, que las elecciones no son más que espectáculos vacíos protagonizados por las élites gobernantes, que estamos en el lado perdedor de la guerra de clases,han dejado definitivamente a los liberales hablando y actuando de formas que ya no corresponden a la realidad.

En This Age of Conformity (1954) Irving Howe afirma con fuerza:

“La idea de una vida dedicada a valores en una civilización comercial ha perdido gradualmente su atractivo. Y es esto, más que el abandono de un programa en particular, lo que constituye nuestra derrota. La creencia que el capitalismo es el motor inexpugnable del progreso humano se anuncia hoy a través de todos los medios de comunicación: propaganda oficial, publicidad institucional y escritos académicos de personas que, hasta hace unos años, eran sus principales oponentes”.

Las personas verdaderamente impotentes son estos intelectuales, los nuevos realistas, que adheridos al poder han renunciado a su libertad de expresión. En las ultimas décadas la relación entre la ‘riqueza’ y el ‘intelecto’ se ha pervertido.

Los intelectuales liberales han sido absorbidos por instituciones conservadoras. Han perdido no solo su rebeldía sino que dejado de funcionar como intelectuales.

La gente pueden soportar la represión de los tiranos, siempre que estos gobernantes administren y ejerzan el poder de manera efectiva. Pero la historia de la humanidad ha demostrado que una vez que los poderosos se vuelven redundantes e impotentes (pero que pretenden conservar sus privilegios) son brutalmente eliminados. Esto fue así en la Alemania de Weimar.

El historiador Fritz Stern en “The Politics of Cultural Despair” (un libro sobre el ascenso del fascismo en Alemania) escribió sobre las consecuencias del colapso del liberalismo. Stern argumentó que los alienados espiritual y políticamente, los que la sociedad ha dejado de lado, son reclutados para una política de la violencia, odios culturales y resentimientos personales.

Gran parte de esta rabia está dirigida a una élite liberal que mientras habla “que siente tu dolor”, en realidad nos esta vendiendo.

Los fascistas surgieron en Alemania escribe Stern “porque la vida burguesa, el manchesterismo, el parlamento, los partidos, el liberalismo era en apariencia la fuente de todos los sufrimientos. Era un resentimiento por la soledad; era una nueva fe, una nueva comunidad de creyentes, un mundo con estándares fijos y sin dudas, una nueva religión nacional que prometía unir a todos los alemanes. Todo esto, el liberalismo lo niega. Por lo tanto, odiaban el liberalismo, lo culpaban de convertir al pueblo alemán desarraigado de su pasado, de su imaginario y de su fe”.

Estamos en eso. En Estados Unidos el sistema de atención médica tiene fines de lucro, esta diseñado para ganar dinero, no para cuidar a los enfermos, no está equipado para manejar una crisis de salud nacional. Las corporaciones de atención médica han pasado el ultimo tiempo fusionándose para cerrar hospitales para aumentar sus ingresos. La mitad de los trabajadores de primera línea siguen sin ser beneficiarios de una paga por enfermedad y unos 43 millones de estadounidenses han perdido su seguro médico.

Una pandemia sin atención médica universal (que Biden y los demócratas no tienen la intención de establecer) continuará creciendo descontroladamente. Para cuando la pandemia se apague o una vacuna esté disponible, cientos de miles, quizás millones, de estadounidenses habrán muerto.

Disturbios inevitables
Las últimas estadísticas revelan que el daño al mercado laboral de Estados Unidos causado por la pandemia sigue siendo profundo.
Las últimas estadísticas revelan que el daño al mercado laboral de Estados Unidos causado por la pandemia sigue siendo profundo.

Las consecuencias económicas de la pandemia, el subempleo crónico y el desempleo: (cerca del 20 por ciento cuando se incluyen aquellos que han dejado de buscar trabajo) nos traerá una depresión diferente a todo lo que hemos visto desde la década de 1930.

El hambre en los hogares ya se ha triplicado. La porción de niños estadounidenses que no comen lo suficiente es 14 veces mayor que el año pasado. Los bancos de alimentos están desbordados. La moratoria sobre ejecuciones hipotecarias y desalojos se ha levantado mientras más de 30 millones de estadounidenses enfrentan la perspectiva de ser arrojados a la calle.

No queda ningún control sobre el poder corporativo. El inevitable malestar social hará que el estado, sin importar quién esté en la Casa Blanca, utilice sus tres principales instrumentos de control social – la vigilancia generalizada, la policía militarizada y la cárcel. Este poder sin control es respaldado por un sistema legal que rutinariamente revoca el hábeas corpus y el debido proceso, aplastando despiadadamente a la disidencia.

Las personas de color, los inmigrantes y los musulmanes serán culpados y atacados por nuestros fascistas nativos ante el declive de la nación. Los pocos que continúen desafiando al poder denunciando los crímenes del Estado corporativo y del Imperio serán silenciados.

La esterilidad de la clase liberal seguirá alimentado el sentimiento de traición que tienen casi la mitad de los estadounidenses que votaron por uno de los presidentes más vulgares, racistas, ineptos y corruptos de la historia de Estados Unidos: Donald Trump.

Una tiranía estadounidense, vestida con el barniz ideológico de un fascismo cristianizado, al parecer definirá el inevitable descenso del imperio que camina hacia la irrelevancia histórica. (Tomado de Observatorio de la crisis)

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Cubadebate

Medio de información alternativa que alerta sobre campañas de difamación contra Cuba. Agrupa a periodistas cubanos y de otras nacionalidades en torno al Círculo de Periodistas contra el Terrorismo

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