A propósito del Día de las Madres: Inalvys, la maternidad y su “ingeniería del hogar”

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Ante mí una mujer de 51 años, sin afeites, con su pelo cano recogido hacia atrás ajeno a los cortes de moda, exenta de maquillajes. Su rostro natural revela la sencillez del alma, cuya nobleza es pedestal de una historia conmovedora.

Inalvys Emilia Marrero Pérez se graduó con honores, a los 23 años, de ingeniera termoenergética, y fue a la zona de Silverita, en el municipio de Abreus, a realizar el servicio social. En la bonita edad de conjugar intereses profesionales con romances intempestivos, el amor le regaló una simiente.

“Quedé embarazada y el instinto maternal me embriagó, al punto de decidir lo que conocemos como ‘producción independiente’. Tuve un embarazo feliz que terminó en cesárea; el feto pesaba once libras y venía pelviano. Mi hermoso niño nació con una malformación en los genitales, tuvo un seguimiento riguroso y luego, pasados algunos meses, la prueba que hacen en la ‘mollerita’ reveló una parálisis cerebral infantil”.

El testimonio de Inalvys es pausado y vehemente como ella misma, sin disfraces, una historia carente de autoengaños, donde solo el amor lleva las riendas en un camino cómodo, a pesar de los escollos, y lo condujo a la funcionalidad familiar.

“No fue innata la patología; la causa pudo ser un virus, hasta hoy de origen desconocido. Esta enfermedad comprometía el desarrollo psicomotor de sus cuatro miembros; además, ocasionaba retraso mental. Desde que lo supe asumí que mi niño no tendría otra cuidadora, ni iría a una institución; sus cuidados serían solo míos, a tiempo completo”.

El renunciamiento convirtió a Inalvys en la prolongación de su hijo Yoelito.

“Soy sus manos, sus pies, su boca; todo él”.

Transcurrieron tiempos de fisioterapia, ingresos en el hospital de rehabilitación Julio Díaz, en La Habana, todo esto combinado con paseos, baños de playa y piscina, y en esa paz, el amor engendró otra maravilla. Conocí a mi esposo Iván. Nos enamoramos y él no tenía hijos. Estuve tres años pensando mi segunda maternidad, hasta que la doctora Zayda Aluja me cogió de la mano y me orientó hacia La Habana, donde me hicieron los estudios genéticos más sofisticados; así pude concebir a mi hija Ailín, que hoy tiene 18 años y estudia el grado doce en la EIDE Jorge Agostini”.

¿Cuáles fueron los resortes principales para la decisión?

“El niño. Fue para su bien; hoy tiene 24 años y pudo crecer con el cariño de su hermanita y tener una compañera eterna”.

Los hijos son los protagonistas de la vida de Inalvys. La historia recogida en un álbum contiene fotos de ambos en actividades de danza, teatro, coros. Yoelito, desde su silla de ruedas, usó trajes de mambí y de payaso; los disfraces los confeccionó mamá.

“Mi laboriosidad está volcada dentro de la casa, me molesta cuando algún ex condiscípulo me considera con conocimientos desperdiciados, porque yo soy la ingeniera de mi hogar, dirijo la creatividad a hacer confortable mi vida aquí adentro. ¿Usted ve esos muebles que parecen nuevecitos? Pues son de cuando tenía quince años y los remocé. Mi cocina es un centro de elaboración y hasta cultivo árboles frutales que me permiten apoyar la dieta blanda de Yoelito y la alimentación de todos, pues vivo con mis padres ancianos. Tengo una hermana que es mi mano derecha y sus hijos son también míos”.

El pasillo está colmado de plantas ornamentales, hobbie que combina con la lectura, único alimento de su sed de aprendizaje.

“A las dos de la tarde se detiene mi mundo, el niño duerme la siesta y yo tengo que acompañarlo, devoro periódicos, libros (incluidos los de texto del preuniversitario de mi hija) y revistas de punta a cabo; de lo contrario, en mi mente solo tendría un culero ‘pamper’. Yoelito padece de epilepsia y para sacarlo de alguna crisis cuando duerme, hay que palparlo, así la detecto. Nunca duerme solo, ni de día, ni de noche: mi esposo me ayuda simultaneando la tarea, aunque no pernoctemos juntos ¿Acaso no dormían los reyes en camas separadas?

A nuestro lado Yoelito sonríe. Su mamá sabe que en esa armonía está todo su esfuerzo y dedicación y ella agotó todos los recursos: de pequeño hizo estancia en la escuela especial “José Luis Chaviano” y hasta contó con una maestra ambulante. Inalvys le conoce cualquier inquietud y hace desaparecer toda sombra de angustia de su rostro, sabe que él participa en la comunicación, pues tiene la singular resiliencia materna; no puede comerse el caramelo, pero se contenta con sostener la envoltura, como si la naturaleza le confiriera ese milagroso don de asertividad de su madre.

¿Siempre has sido tan calmada?

“Con el tiempo he centrado mi tranquilidad en mis hijos, más nada me saca del paso. Nunca he pedido cosas materiales (aseo y otros objetos me los han dado espontáneamente, por ayuda social).

“Estuve sin percibir sustento económico hasta que, a inicios de la década del 2000, tras el censo de discapacitados, aprobaron la ley de otorgar salario completo a madres cuidadoras. Me han aplicado todas las escalas de aumento, hoy gano 4 mil 800 pesos. En el transcurso de la vida ratifico mi posición de pasividad, porque solo me alteré una vez con el cambio de casa, eso sí lo pedí incesantemente, pues vivíamos en un cuarto piso en Pueblo Griffo y era muy engorroso el movimiento de Yoelito, que crecía. Pero me alteró tanto, que tuve que parar; me di cuenta que era más importante mantenerme sana y equilibrada para él. Cuando dejé el intento me cambiaron para esta casa, en bajos, por eso interioricé aún más que hay que tener fe, que todo llega a su tiempo”.

Así pasa la vida de esta mamá, devenida Ángel de la Guarda de su bebé eterno, mientras que de la hija mayor es cómplice, repasadora de todas las materias o educadora sexual; no tiene límites la incondicionalidad. Allí, en la conocida calle Cuba, en el 5103, Yoelito asoma y disfruta el paso de vecinos o el saludo de otro niño. Dentro, está la calidez familiar, y no le está negada la inmensidad del universo. Esta historia cumple una máxima: la vida da hijos especiales a seres especiales, no importa el cauce de la maternidad, simplemente comienza al escuchar los primeros gemidos, en ese instante único que magnifica el poder femenino sobre el universo.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

2 Comentarios en “A propósito del Día de las Madres: Inalvys, la maternidad y su “ingeniería del hogar”

  • el 13 mayo, 2021 a las 1:35 pm
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    Que historia de amor de una madre tan linda y triste. Una mujer llena de fe y amor para dar a su familia.Felicitaciones y que la vida le de por siempre la alegria y fuerza de esta siempre para Yoelito.

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  • el 10 mayo, 2021 a las 7:50 am
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    Una historia llena de fé, de alegrias un amor maternal, Felicidades Inalvys, la vida siempre te premiará con cosas muy buenas

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