Premian concurso poético “Fidel entre nosotros”
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Por Cindy Claudia Pérez de Armas*
Anisley Fernández Díaz, con el poema Versos fidedignos, resultó la ganadora del Premio del concurso poético Fidel entre nosotros, según el criterio del jurado compuesto por los escritores Alberto Vega Falcón, Ana Teresa Guillemí Moreno y Jesús de la Caridad Candelario Alvarado.
Se entregaron, además, menciones especiales a Elvira Teresa Caballero Domínguez, con el poema Evocación, y a Raquel Fernández Ferrer, con Crónica de un desafío.
En tanto, merecieron menciones María Eugenia Quesada Ceballos, en virtud del poema Fidel, y Esteban López Cabrera, mediante su trabajo denominado Vigencia.
Hubo reconocimiento para Margarita Jiménez Alpízar, gracias a su poema Fidel entre nosotros.
A continuación, el texto ganador del certamen:
VERSOS FIDEDIGNOS
Queda premiado el niño
que grita al viento: “¡Yo soy Fidel!”
Un arrebol de olas ensilla los caballos
del Granma
en arrugas de vejez.
País de ángeles, tus treces enlutados
son ocho piedras de cementerio erguidas.
Este recuerdo inflama.
Dice Martí que empieza con el morir la vida.
Rápido desarmo el cerrojo del olvido.
Escribiré los versos más tristes esta noche
para que se abra en parto la piel de lo sufrido,
sin que la adulen tanto, sin que le pongan broche.
En un cedro las cenizas no tendrán cabida.
Las vi pasar, dispersas, salpicando voces
del pueblo. Las banderas
en la noche encendida
ondearán para siempre a la luz de otras noches.
Mi madre fue esa mujer
que hacia señas desesperadas y te decía adiós:
Se amurallaba en fríos adoquines
y en las manos de mi hijo repetía
como un idioma incógnito
todos tus nombres:
Voz, Intento, Dedos, Arcada…
Una paloma en tu hombro
alguna vez
mi madre fue.
Voz rota, cristal moldeándose al descuido.
Intento de las musas reconstruyendo tiempos.
Dedos-discursos de mis cinco sentidos.
Arcada sencilla, incendio de un momento.
Tú fuiste girasol ardiente del cobarde
francotirador que apuntó
al hondo lago/
donde se miró el pobre al que daban en pago
las monedas del sueño que mendigaba en balde.
Hiciste del dolor un ave de la tarde
lluviosa/ que a relámpagos destierra el negro cielo.
Sus plumas afiladas revueltas en el vuelo
Traducen con mi pulso el fuego que les arde.
Fusil de eterna certidumbre.
Yo,
raíl de sol y caña recia.
Somos la grieta dormida en la corteza del pan.
Somos candil
de sangre y mansedumbre.
Luz tricúspide en la bruma:
espejo de marmolina, triángulo en rayo. Rechina
la estrella-nácar, espuma
transparente en la yagruma
del manantial que te alfombra.
Turquesa, Turquino, sombra
de Sierra imperecedera,
Fidel de férrea madera,
la inmortalidad te nombra.
*Directora del Centro de Promoción e Investigación Literaria Florentino Morales.
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