Los buitres de Burgos

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Hace pocos días fue noticia en los diarios españoles la insólita arremetida de un grupo de buitres contra ganado vacuno vivo en Burgos. Algunos especialistas expresaron que el raro incidente solo guardaba relación con la falta de carroña en el hábitat de las aves.

Otros imbricaron el hecho a desequilibrios climáticos que lo propiciarían, como parte de la alteración de los flujos naturales y el calentamiento global.

El Comité Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) suscribió un acuerdo en el informe final realizado por los integrantes de dicho Grupo -que sesionaron en Bangkok hace dos semanas-, que reclamó reducir entre un 50 y un 85 por ciento las emisiones de gases contaminantes antes del año 2050, así como la quema de combustibles fósiles.

A fin de no toparnos en la Tierra con un horizonte horripilante, el IPCC, según consignara un extenso despacho de la agencia española EFE, exhortó al uso de energías eólica, solar, e incluso la nuclear. Y abogó por expandir las formas de transporte no motorizado; además de la mayor utilización de energías renovables.

El elemento más divulgado del documento fue su aseveración de que “adoptar medidas para combatir el cambio climático costaría desde apenas un 0,2 hasta el 3 por ciento del PIB mundial, dependiendo del escenario que se busque”.

Según acotaba un artículo al respecto publicado en el periódico barcelonés La Vanguardia, “mantener el actual nivel de concentración de partículas de dióxido de carbono costará cerca del 3 por ciento del PIB”. Ello, viéndolo de aquí a 2030.

En la actualidad, señalaba el material circulado en el rotativo, el nivel se sitúa en torno a 445 partículas de CO2 por millón; y según los expertos de las 150 naciones reunidas en Tailandia, evitar que suba pudiera impedir el ascenso de la temperatura en dos grados centígrados.

El documento del IPCC agregaba, acorde con el citado cable de EFE, que “En otro escenario, el de mantener el nivel de concentración entre 535 y 590 partículas por millón, el costo sería de entre el 0,2 y el 2,5 por ciento del producto interno bruto mundial”.

Las naciones europeas, de forma preliminar, se fijaron el tope de mantener la concentración en torno al nivel de 530 partículas de CO2 por millón.

Estados Unidos, de plantilla y al estilo Kyoto, hizo notoria resistencia a que el IPCC recomiende la estabilización en un límite bajo de la concentración de partículas de CO2.

Ya cálculos hasta hace muy poco considerados pesimistas, pasan ahora por optimistas. Los augurios parecen cobrarle ventaja a sus pronosticadores, si se repara en los últimos informes mundiales que dan cuenta del estado de las anomalías climáticas.

Las malas nuevas propaladas a escala planetaria durante abril y mayo aseguran, por ejemplo, que el calentamiento global podría derretir la mayor parte de los glaciares de la cordillera de los Himalayas de aquí a par de décadas, reduciendo la cadena montañosa más alta del globo de 500 mil a100 mil kilómetros cuadrados y afectando a cientos de millones de personas de un área geográfica superpoblada (China, India).

“Estamos hablando de una potencialmente catastrófica serie de acontecimientos”, sostuvo tan solo cuatro semanas atrás el responsable del Programa de Medio Ambiente de la ONU, Achim Steiner. Quizá pensara entonces en el reciente estudio del National Snow and Ice Data Center, de Boulder, Colorado, aparecido en la publicación especializada de la Unión Geofísica de Estados Unidos, la Geophysical Research Letters, el cual señala que el proceso de derretimiento está adelantado en cerca de tres décadas a los datos del IPCC.

La citada investigación apuntó, a partir de cifras obtenidas mediante observaciones satelitales, que la merma de la capa polar ártica por década es de 7,8 por ciento. Con anterioridad, se situaba dicha pérdida en un 2, 5 por ciento, con casos excepcionales del 5,4.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) también reveló hace pocos días que las consecuencias del calentamiento del planeta no son preocupación futura, sino del momento, en Latinoamérica. Los científicos consideran que el glaciar boliviano de Chacaltaya, dividido ya en dos, desaparecerá en poco más de un lustro, al tiempo que indican que del mismo modo sufren retracciones considerables o irreversibles otros glaciares de la Patagonia; la Cordillera Blanca y de Santa Rosa; los peruanos de Yanamarey y el del volcán nevado de Santa Isabel, en Colombia.

Mientras esto acontece, Estados Unidos no apoyó los pronunciamientos de Bangkok. Ante el sinsentido y la desvergüenza para con la seguridad de la especie del gobierno del país más contaminador del planeta, el mundo en pleno deberá responder de una vez. Sería la única forma de que los que recojan nuestro apellido no desorienten completamente su condición y destino, como los buitres de Burgos.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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