Katerine Sobrino: la pasión trunca

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Ella era una chica introvertida, taciturna, que cuando subía al escenario se transmutaba en otro ser y seducía a los públicos con el vigor de su voz, la densidad psicológica que legaba a los personajes y la soltura de los movimientos. Pudo haber sido una de las más reputadas actrices cubanas de todos los tiempos si las circunstancias lo hubiesen consentido; empero, la vida no siempre es justa.

Katerine Sobrino (Cienfuegos, 1968) muestra desde muy temprano su sensibilidad para las artes escénicas, declamando poesías en los actos de los colegios primarios y secundarios y los festivales de artistas aficionados de la Federación de Estudiantes Enseñanza Media (FEEM). Por esa época es la protegida del instructor de teatro Raúl Bayolo, quien la forma en los talleres de la Casa de Cultura Benjamín Duarte y logra de ella actuaciones impresionantes, como ocurre en el monólogo Antes del Desayuno, por cuyo desempeño obtiene el premio de actuación femenina en el Festival Nacional de la FEEM, celebrado en la ciudad de Santiago de Cuba (1984). Justo, pudimos aplaudirle en esta cita y constatar su intenso carácter, que en mucho recordaba la zarpa de Raquel Revuelta, con aquella voz profunda, impecable dicción y una fogosidad que nos hacía trepidar.

Luego de este éxito, la pequeñita (en estatura física) decide cursar estudios en el ISA y logra unos exámenes virtuosos. Fui testigo de cómo impactó en el tribunal de aptitudes, especialmente en las veteranas Ana Viñas y la propia Revuelta. Katerine no solo era capaz de embriagar con su cohesión interpretativa, sino también en el examen de canto. Tenía una voz muy sensual y una enorme afinación.

Hacia 1988 participa con sus colegas de clase en una gira que se extiende a varias universidades de Cuba, en la que protagoniza junto a Alejandro Palomino, su pareja de entonces, la obra La Foto, con la que constata su fuerte personalidad e histrionismo en un tipo de teatro vanguardista que impresiona a todos los públicos (en mi caso, mientras estudiaba en la Universidad de Oriente) por su ductilidad y energía.

Teresa Ordoqui (directora), Raúl García (director asistente), Pedrito Arias (iluminador), Katina Batet y Katerine Sobrino (actrices). Loca00ción: cementerio de Cienfuegos. / Foto: Ángel Segundo González.

En el Instituto Superior de Arte tiene la suerte de ser una de las discípulas favoritas del exigente Vicente Revuelta, quien veía en ella no pocos signos de su hermana. Justo, Vicente la dirige en la tesis de grado, Sueño de una noche de verano (Teatro Estudio, 1989), y fascinado con su talento le propone sumarse a una suerte de comunidad de artistas a radicar fuera de la ciudad para vivir una experiencia colectiva y fructuosa junto a siete bailarines e igual número de pintores y músicos. Lamentablemente, este proyecto no llega a consumarse. En esa etapa debuta en la televisión cubana, interpretando a una princesa en el espacio para niños Había una vez. El audiovisual le abre las puertas, pero no le ofrece mayores oportunidades.

Contiguo, Katerine forma parte del elenco de un filme inconcluso titulado Juegos de gloria, cuya filmación se inicia en 1989, poco antes de su graduación en el ISA, y dirigido por la talentosa Teresita Ordoqui, que dos años antes había consumado el célebre y polémico teleplay Te llamarás inocencia. La cinta está basada en un cuento de Abilio Estévez, y según la realizadora es una obra ambiciosa que toma la poesía como bastimento, en la cual la actriz interpreta a una adolescente de catorce años que vive con su madre en una casa en Cienfuegos y sobrevuela en un universo imaginario, disfrazándose de varias figuras de la cultura cubana y leyendo las obras de tales referentes. Al morir la madre en 1948, el personaje que asume (Gloria) se muda para La Habana con una tía intolerante y decadente, por lo que tiene como único escape el diálogo con el fantasma de la progenitora, a través de un espejo, y la relación con un poeta.

La Sobrino, elegida en el casting por su “físico, calidad y seriedad que demuestra“ (Ordoqui), iba a ser toda una relevación, pero “misteriosamente” se detuvo el rodaje. De modo que apenas existe una constancia de varios minutos de grabación. Por cierto, junto a ella laboraba como actriz Katina Batet, en el futuro realizadora de televisión y una de las directoras de doblaje más importantes en la Isla. Cuenta la actriz que el personaje le llega por causalidad, pues ni siquiera sabían que ella era cienfueguera.

En lo venidero logra conectarse con el grupo El Público, de Carlos Díaz, quien llega a afirmar en una entrevista de 2006, donde se le interroga sobre la presencia de la mujer en su obra, que Katerine es entre todas las actrices de su vida (Lilian Llerena, María Elena Dierdes, Monica Buffanti, Adria Santana, Paula Alí, Susana Pérez, etc.) su amor más grande.

La suerte no le asiste entonces. Llega el periodo especial y toma la ruta de España para salvar su economía. Este asidero en pos de la supervivencia le obliga a renunciar a su más grande pasión. El silencio cayó sobre ella, legándonos el sabor agrio de la obra trunca.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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