Historias extraordinarias: Los saurios sagrados del África

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Son los únicos grandes seres biológicos habitantes de la Tierra desde los tiempos de los dinosaurios. Fósiles vivientes que han desarrollado el sentido de la depredación a grado máximo, forman parte de las criaturas que más temor provocan en el imaginario de los hombres.

En mi caso constituyen el terror supremo, tanto así que de niño creía tener uno debajo de la cama. Pese a su horrorosa presencia y sus consiguientes posibilidades para hacer una gran película del género de miedo, el cine los ha vilipendiado a través de basurillas serie B. Los de la especie nunca tuvieron un Spielberg, aunque se lo merecían tanto o más que los tiburones, digo yo.

Parece que no solo a la pantalla le dejado de infundir pavores. Los pobladores de varios sitios de África conviven con ejemplares de más de cinco metros, sin registrarse reportes de agresión.

A diferencia de los cocodrilos marinos asiáticos de seis a siete metros (conocidos asesinos que entre su prontuario tienen la matanza ocurrida en 1945 en la isla birmana de Ramree, cuando devoraron a casi  mil soldados japoneses en una sola noche, al escapar estos de las tropas británicas), los de algunas aldeas africanas no agreden a nadie, en razón de la comunión entre saurios y seres humanos, la cual se remonta allí a varios siglos atrás.

La “fraternidad” de los hombres con dichos animales y la docilidad de estos se debe a que los alimentan, en razón de su presunto carácter “sagrado”, pues en determinadas partes del continente negro, tradiciones seculares apuntan a conferirle el rango de divinidad a los mortíferos seres del agua.

En su libro Los dioses increíbles, Luis Pancorbo refiere que reciben atenciones, en cuanto a entes divinos, en el lago malgache de Anivorano, donde les ofrecen sacrificios frecuentes, entre los cuales enumera toros cebú amarrados a la orilla. Algo similar ocurre en la orilla ugandesa del lago Victoria-Nyanza.

De acuerdo con el texto Los cocodrilos sagrados, del blog Ser culto, en la aldea de Bazoule, en Burkina Faso, tales reptiles son parte de las vidas de los hombres desde hace cientos de años. Cuentan los ancianos que los habitantes de la región son los descendientes de Naba Kouda, que reinó en este territorio desde 1358 hasta el año 1400. Fue entonces cuando aparecieron los cocodrilos “llegados del cielo después de unas lluvias”. Desde entonces, los cocodrilos de Bazoule se convirtieron en animales sagrados para sus habitantes, quienes empezaron a ofrecerles sacrificios para pedirles favores y darles las gracias. Y hoy se han convertido en una de las atracciones turísticas del país. Los cocodrilos están tan acostumbrados a las personas que incluso se puede ver a niños pequeños jugando cerca de la orilla mientras los animales entran y salen de la pequeña charca que los acoge.

Según la misma fuente, “siglos alimentándolos han hecho que temibles comedores de hombres acepten y respeten a los humanos a orillas del lago. Hoy, cuando su fama ha trascendido más allá de las fronteras del país, miles de visitantes pasan a lo largo del año para ofrecerles pollos. La mayoría no busca salud, fama o riqueza, sino alguna foto espectacular posando junto a un gran cocodrilo. Incluso hay quienes posan sentados en la espalda de los más grandes. A los más de cien que viven en la charca el aumento de comida les va haciendo cada vez más pacíficos y tolerantes con los hombres. Algo que puede llevar a más de un turista a cometer un error. Porque, sagrados o no, acostumbrados a las personas o cebados hasta el pacifismo, la gente no debería olvidar que son uno de los predadores más peligrosos de África”.

Valga aclarar que no siempre ha funcionado la confraternidad, pese a la ofrenda (más que respeto a la “divinidad”, preferiría llamarle “táctica de negociación”), pues en fecha reciente un enorme ejemplar de seis metros devoró a una africana embarazada que buscaba agua en la orilla.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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