Consuelo confía en su hija, la enfermera Yanelis, allá en Togo

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Como un consuelo resulta entrevistar a esta mujer, a quien saludo tras escalar siete pisos; la encuentro en familia, con el esposo y dos de sus nietos, y la lavadora funcionando en un balcón, derramando espuma, señales de que estoy en un hogar. Consuelo Aguilera Mejías, madre de tres hijos y con 70 años, me cuenta cuanto extraña a su hija Yanelis de los Milagros del Valle Aguilera, su única hembra, enfermera de profesión, supervisora en el Hospital Pediátrico de Cienfuegos, y ahora en colaboración médica en Togo, un país del África Subsahariana, como miembro del Contingente Internacional Henry Reeve, para situaciones de desastres y graves epidemias.

“Es la primera vez que pasaremos un día de las madres sin ella”, me dice, mientras una lágrima le corre por la mejilla a esta recia maestra, quien hasta hace muy poco enseñaba en el primer ciclo de la Enseñanza Primaria en la escuela Armando Mestre. “Ella es muy entusiasta en cada celebración familiar; para cada ocasión busca un cake, convoca a los hermanos, y ahí mismo nos reunimos todos. Pero me reconforta saber que está bien, protegida, cuidada y ayudando a quienes le necesitan, porque buena enfermera sí que es”, comenta con orgullo de madre.

En la sala del pequeño apartamento me acompañan los hijos de Yanelis, Yosvel Antonio, de nueve años; y Patricia, de 15, quien estudia Música (trombón) en la Escuela de Artes Benny Moré; y su padre, Geovani del Valle, un mecánico de la Termoeléctrica cienfueguera, quién guarda en su memoria los días de la guerra en Angola, cuando era apenas un muchacho.

Yanelis de los Milagros del Valle Aguilera./Foto: Cortesía de la entrevistada
Yanelis de los Milagros del Valle Aguilera./Foto: Cortesía de la entrevistada

“Las tareas de la casa las compartimos; su esposo ayuda, yo cocino en las mañanas el almuerzo, y él se encarga de la comida en las tardes; somos un equipo. Y el padre hace todos los mandados; ahora nos toca cubrirle la retaguardia a ella.

“Me cuenta Patricia en las vídeo llamadas que hace, que están trabajando en un hospital militar, pero ya en unos días el grupo se dividirá y estarán en otros dos centros. Nos dice que no nos preocupemos, pues están bien, haciendo lo que saben: curar y sanar; y muy bien cuidada y protegida, toda la brigada cubana”.

Y así transcurren los días para Consuelo, la maestra, madre y abuela, que no esperó que este Día de las Madres, jornada en la que se juntaban todos los hijos, nueras, yernos, nietos, transcurriría en la tranquilidad del hogar y con su Yanelis lejos, pero cerca del corazón.

“Cada noche salimos al balcón para aplaudir”, dice, al tiempo que me muestra la magnífica vista de la ciudad que se aprecia desde el apartamento donde viven: “Aplaudo por todos los que luchan contra la epidemia, y por mi hija, claro, que es muy buena enfermera. Recuerdo cuando mi nieto Yosvel Antonio estuvo grave, y ella casi le salvó la vida, sabe mucho, por eso sé que será muy útil allá lejos donde está ahora”.

Yanelis se subió a un avión el 12 de abril, no ha transcurrido un mes, sin embargo, una familia cienfueguera, sencilla, unida, la extraña, y este Día de las Madres, una fecha significativa en cada hogar cubano, echarán de menos sus iniciativas y entusiasmo. Quizá Patricia tome su instrumento musical, y haciendo gala de lo aprendido, le dedique un solo; Yosvel Antonio le sonreirá desde la pantalla en una vídeo llamada; las miradas intensas de su padre y el esposo dibujarán la nostalgia, y Consuelo, ella le dará lo que mejor sabe hacer, enseñar desde el pizarrón de la vida, cómo las madres cubanas saben sortear las dificultades y ofrecer cuidados.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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