Martí: la ciencia clave para Nuestra América
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La faceta científica de José Martí constituye una dimensión imprescindible para comprender su proyecto de emancipación integral para nuestra América. Lejos de ser un simple divulgador, el Apóstol cubano articuló una visión propia donde la ciencia se convertía en instrumento fundamental para la soberanía intelectual y el progreso autóctono.
Martí concebía la ciencia como “conjunto de conocimientos humanos aplicables a un orden de objetos”, destacando su carácter práctico y social. Su definición como “cúmulo de respuestas que la naturaleza daba a las preguntas del hombre tenaz” revela una comprensión dialógica del quehacer científico, muy avanzada para su época.
Desde su labor periodística en Nueva York, Martí ejerció como puente intelectual indispensable, acercando a los lectores latinoamericanos los avances bacteriológicos de Pasteur, las teorías de Darwin y Edison, así como los congresos científicos internacionales. Su voluntad permanente de cultivarse y entender el mundo lo llevó a formarse una cultura científica poco común entre los hombres de su época, transformándose en uno de los cronistas más lúcidos de aquella transformación tecnológica.
Sin embargo, el Apóstol de Cuba no fue un divulgador neutral. Concibió el desarrollo científico-técnico en función de las necesidades de las mayorías, alertando sobre su posible uso como instrumento de dominación. Su postura crítica frente al materialismo científico lo llevó a preguntarse: “¿Para qué, sino para poner paz entre los hombres, han de ser los adelantos de la ciencia?”.
La dimensión ética del conocimiento representa uno de sus aportes más vigentes. Para Martí, el sentimiento era también un elemento de la ciencia, estableciendo una relación indisoluble entre razón y humanismo que hoy resulta esencial frente a los desafíos de la inteligencia artificial y la biotecnología.
En el proyecto educativo martiano, la ciencia ocupaba lugar central. Criticaba la educación exclusivamente literaria, comparándola con “un mendigo flaco y hambriento cubierto con un manto esmaltado de joyas”. Proponía en cambio que “la enseñanza científica vaya como la savia en los árboles, de la raíz al tope de la educación pública”.
En Nuestra América, Martí fundamentó la necesidad de un conocimiento ajustado a las realidades del continente. Su consigna era “Crear”, estudiando los factores reales del país para transformarlo desde dentro. La ciencia, en su visión, debía ser herramienta de emancipación cultural, no nueva forma de colonialismo intelectual.
Esta concepción integró también su labor revolucionaria. Reconoció que “Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos”, aplicando el método científico al análisis social y político. Su aproximación a la independencia fue rigurosa y sistemática.
Su legado científico resulta hoy más actual que nunca. Su visión de una ciencia con conciencia, su defensa de la divulgación como deber social y su comprensión del conocimiento como herramienta de liberación constituyen brújulas esenciales para navegar los desafíos del siglo XXI, recordándonos que los adelantos científicos deben servir, ante todo, para “poner paz entre los hombres y forjar un futuro verdaderamente soberano.

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