La casa en el poema

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La humana arquitectura, libro de poemas con que Rubiel G. Labarta obtuviera el Premio José Jacinto Milanés 2020, que auspicia la filial de literatura de la Uneac en Matanzas, se constituye a partir de dos fuertes sustantivos (harto significativos para la cultura occidental, dentro de la cual fueron modeladas nuestras maneras de ser y la razón que nos gobierna) en un coherente y espléndido cuerpo literario, rebosante de íntimas percepciones, bello y pulcro en su escritura, donde el acto de construir determina el sentido de la existencia, y se pregunta qué es una casa, más allá del sitio que conocemos, también qué quieren decir, además de lo que simbolizan o representan, los verbos hacer y deshacer, construir y destruir, armar y desarmar, así como la palabra ruinas.

Si el sustantivo humano designa la condición que separa o distingue a hombres y a mujeres de los demás elementos de la Tierra, otorgándoles un sitio cimero en el reino animal, la arquitectura encarna aquella disciplina que le ha permitido fundar su habitad: las ciudades, y dentro de estas los espacios y edificaciones donde vive (o se refugia). El libro de Rubiel, semejante a los planos de un topógrafo, puede ser entendido como el mapa para cimentar la ciudad ideal, y reflexiona, con pasión concentrada, poesía mediante, acerca de los vínculos entre estas entidades.

Labarta establece un paralelo entre el poema y la construcción de una casa. En este sentido utiliza las palabras, además de ser herramientas para la comunicación directa, como si fueran bloques, cantos o ladrillos. El poeta, más que un arquitecto, es un albañil que organiza y distribuye conceptos en el espacio. Aquí se encuentra un curioso detalle del libro. El autor escribe como si levantara su propia morada, de adentro hacia afuera, y nos invita a contemplar el espacio interior de su espiritualidad, de afuera hacia dentro; con esto, y quizás sin saberlo, ha escrito un libro de poemas reversibles, que salen a la calle cuando les abre la puerta, y regresan, corriendo despavoridos, ante el espanto de la realidad. La poesía es, aquí, sustancia invisible sobre la cual se erige, labra o funda el sostén de la obra. Adentro y afuera al mismo tiempo, el poema surge, brota de un punto en el interior del autor, fuga o escape de su identidad, y la casa se encuentra en el horizonte, donde el infinito cesa. La humana arquitectura consiste en que hagamos el recorrido del poema que escribe Rubiel a la casa que nunca tendremos, o de la casa imposible al poema con que Labarta sueña. Comprenderlo es recordar que somos imperfectos, nos dejaron abiertos e inconclusos, abandonados a mitad del camino, y a la buena de Dios, a medio hacer, condenados al castigo de construirnos a nosotros mismos.

Las 51 creaciones que componen el libro, a la manera de una acción que se repite, están marcados por tres características fundamentales. En primer lugar, son textos en prosa, es, aclaro, una prosa muy bien escrita, diría que correcta en su desarrollo o evolución, que además de interrogarse a sí misma, busca perfeccionarse, refinándose, con esmero, en detrimento de la caducidad o el deterioro de las palabras. En segundo lugar, son poemas filosóficos, no solo porque en ellos la poesía se despoja del lirismo como ornamento,y regresa a las preguntas fundamentales de la existencia, sino porque el pensamiento del autor prevalece en ellos por encima de cualquier musicalidad posible, permitiéndonos escuchar el concierto de sus ideas, el canto de su agonía. Y en tercer lugar, son poemas circulares, casi siempre acaban donde mismo empiezan, como si el autor, imitando a un gato que se muerde la cola, caminara alrededor de un mismo punto, de manera infatigable, pensando o rumiando las mismas dudas, preocupado por la tautología del devenir, o trazara una figura geométrica, redonda, en el espacio—es un círculo sin centro— dentro del cual reina el vacío. Creo que hacia esa nada dentro de la cual debemos hacernos a nosotros mismos, construyéndonos contra la fuerza de gravedad, avanzan los poemas.

Cuaderno dividido en dos partes, “El símbolo y La superficie”, alegorías o metáforas de lo que persigue el autor es, sin dudas, la unidad entre los textos, y por consiguiente la relación que establece más allá de los mismos, como si fueran extensiones o prolongaciones unos de otros, lo que magnifica al libro, y lo cierra, acentuando su contundencia y convirtiéndolo en un sólido cuerpo literario. El desarrollo continuo de un discurso poético que ni siquiera se detiene en el blanco de la hoja lo distingue, consiguiendo que cada pieza, con la misma gracia o facilidad que nace, se deforme, y semejante al humo o al viento que bate alrededor de las páginas, se esfume, desapareciendo en las palabras. El categórico e inteligente diseño de Johan E. Trujillo capta, con síntesis precisa, este desvanecimiento y el sentido último del poemario.

Labarta rinde, a través de la literatura, un sentido homenaje a la arquitectura en su condición de arte y disciplina organizativa, reservorio o museo vivo del ayer, retrato de la Historia, resumen amoroso de los hábitos y costumbres culturales, foto de la memoria, y a la poesía como recipiente espiritual, y por lo mismo, del hombre y de la mujer, medida exacta de lo humano, sustento de la realidad, soporte sobre el cual las personas se reinventan a sí mismas. El autor, mediante la escritura, inmoviliza o suspende el caos, y le hace un guiño al pasado para que nos detengamos a pensar lo que hemos sido capaces de hacer con el espacio. El poemario es una ardua reflexión sobre el espacio, y desde luego, el tiempo. Tiempo y espacio son los verdaderos temas del libro.

Cómo escribir un poema sin palabras, es la pregunta más inquietante que recorre las páginas del cuaderno. Esta equivale a cómo construir una casa sin recursos materiales. En el primer caso la respuesta es silencio, y en el segundo: amor, fundamento, sentido, humanidad. El silencio y el amor son los protagonistas ausentes del drama sin héroes que, a través de la poesía, ha escrito Rubiel Labarta.

Albañiles de nuestra propia existencia, leer La humana arquitectura es adentrarnos en el milagro de las ciudades, y su fundación, el hecho, quizá, más importante de cualquier civilización, entendiéndola como maqueta de las utopías irrecusables más importantes, set ideológico, o escenografía del Poder, y algo más: una invitación a que entendamos (o comprendamos) la arquitectura como una acción, sublime y hermosa, contra la intemperie, y el descarnado desamparo de la Historia, allí donde las palabras—cualquier palabra—equivale al ladrillo de una pared en construcción y la poesía es abrigo, manto protector o refugio contra la noche infinita (del hombre y la mujer), la permanente devastación que esta entraña y representa.

Ediciones Matanzas, en su colección Premio (Milanés, 2020) entrega, con esmerada edición de Bárbaro Velazco, este poemario para que, reflejándonos en sus páginas a manera de espejos retrovisores, como quiere el poeta Rubiel Labarta, recordemos lo que de humano y arquitectos queda en nosotros y debemos emplear en la fundación del presente.

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