Sanas y a salvo en las arenas (+Fotos)
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Una de las más plausibles cruzadas que se llevan a cabo en Cuba cada año es el periplo del voluntariado hasta las playas más occidentales del país, con el objetivo de estudiar y resguardar a unas singulares madres viajeras, que insisten en seguir llegando hasta allí para depositar seguras a su progenie en las arenas.
Hace pocas jornadas concluyó la XXVII campaña de monitoreo y protección de las tortugas marinas que acoge el Parque Nacional Guanahacabibes (PNG), en Pinar del Río, donde acudieron más 200 voluntarios, entre jóvenes estudiantes y trabajadores vinculados al quehacer ecológico no solo de las universidades de La Habana y Pinar, sino también de las comunidades locales y otras instituciones provinciales cubanas.
Este reportero tuvo la suerte de estar entre quienes —desde inicios de julio hasta mediados de septiembre— propiciaron la llegada segura de cientos de quelonios a las siete playas habilitadas para ese proceso allí, donde las madres tortugas llegan impulsadas por el instinto y los ciclos naturales, a depositar sus huevos en las arenas durante las horas nocturnas.

Este empeño por protegerlas durante dicho periodo, tiene como luz y guía a la Dra. María Elena Ibarra Martín (1932-2009), quien estuvo al frente del Centro de Investigaciones Marinas (CIM), y busca reconocer los valores para la conservación de las tres especies de tortugas mayormente registradas: la verde (Chelonia mydas), la caguama (Caretta caretta) y el carey (Eretmochelys imbricata), catalogadas como En Peligro, las dos primeras, y En Peligro crítico la tercera, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).


Desde hace más de 20 años, las playas del PNG siguen demostrando con cifras que constituyen una de las zonas de mayor anidación reportada para nuestro archipiélago, especialmente de la Chelonia mydas, superando los 8 mil 700 nidos registrados durante 26 temporadas de monitoreo. Al unísono, el voluntariado, más el equipo de guardafronteras y guardabosques del parque, ha tenido que hacer frente a la penetración constante de los cazadores furtivos, los cuales, en su mayoría, llegan en pequeñas embarcaciones a matar a los quelonios mientras realizan sus nidos. Por causa de este comportamiento depredador nefasto, en los periplos playeros son hallados restos de carapachos y petos, cabezas y huesos dispersos; huellas de las escenas de terror cometidas por el hombre contra estas inofensivas y hermosas criaturas.


Por eso siempre es válido subrayar la importancia del monitoreo, que aunque implique un despliegue importante de logística hasta lo más occidental del país, es vital para que las tortugas sigan llegando y partiendo de vuelta al mar sanas y a salvo, sin dejar de lado, por supuesto, la recolecta de datos sobre las poblaciones reproductivas y el consecuente éxito en el nacimiento de los neonatos y lo que ello representa para las futuras generaciones de tortugas.


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