Rosetta, documento social de los Dardenne

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Una de las películas europeas más relevantes del último cuarto de siglo es Rosetta, de los hermanos Dardenne.

Fieles a un estilo de cine anclado a la realidad, documento vital de desgarradoras peripecias humanas, los hermanos belgas Luc y Jean Pierre Dardenne lograron con Rosetta (su cuarto filme tras Falsch, Je pense á vou y La promesa), un lacerante, auténtico abordaje de la pobreza en el presuntamente boyante capitalismo europeo-occidental, a través de la experiencia de una joven desempleada en busca de rehacer su vida.

Fueran islas o bolsones, pero el fenómeno de la miseria existía ya allí en 1999, año de estreno del filme (muchísimo más hoy día), y los Dardenne se encargan de exponerlo en imágenes, a puro cine y completamente despojados de trazas panfletarias o descargas de izquierda envueltas en nitrato de plata.

Nada más lejos de eso que el opus cuasi perfecto de estos tan incisivos como sensibles señores, quienes con su filme configuran una poética de la desolación que sobrecoge por la sorprendente intensidad desprendida de su faz minimalista y su formato documental.

Filme realizado con escasos recursos, rodado sin estrellas y con la absoluta espontaneidad que da trabajar sobre la marcha, sin ensayos, artificios técnicos ni manipulaciones emocionales, Rosetta escarba profundo en sentimientos encontrados o no de culpa y perdón, venganza y dolor, asfixia y desilusión con vocación escalpélica.

Y ello, cosas del cine, a partir del extraordinario alcance que le autoconfiere su silencio; apenas palabras van a desprenderse de la boca de la joven Rosetta, ninguna pronunciará su alcohólica y desequilibrada madre: sin embargo, los sentimientos antes aludidos no requieren de la verbalización para bañar la pantalla, son descubiertos a través de actitudes, posturas y además el trabajo facio-gestual de la protagonista Emilie Dequenne.

La intérprete es capaz de transmitir el dolor, la frustración intensa del personaje, también sus ansias de afirmarse y encontrar sentido al orden de un mundo sin orden, casi por completo a partir de los códigos de su rostro y las señales de sus ojos.

No en balde Dequenne recibió el premio a la mejor actriz en Cannes´99, donde Rosetta conquistó la Palma de Oro ese año.

Justa recompensa a tan preciada obra del panorama europeo de la antepenúltima década. Consolidación de los Dardenne, los cuales con su anterior La promesa y la posterior El hijo u otras comenzarían a figurar en la primera división del cine continental, pese a las lógicas impugnaciones de varios críticos de derecha.

Este par de prestigiosos documentalistas sociales está honrando hace bastante rato ya a la pantalla europea en el terreno de la ficción, a través de una tanda de jarros de agua fría sobre la testa de la conciencia occidental, que difícilmente puedan pasar inadvertidos.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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