Niños de Chernóbil: diagnóstico y cura tras la tragedia
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Testimonio de Leobaldo Jiménez Prieto, médico cienfueguero del Hospital Gustavo Aldereguía Lima, especialista de Segundo Grado en Hematología, participante del Programa Cubano de Atención a niños de Chernóbil, a propósito de la serie homónima de HBO/Sky que ha convertido ese accidente nuclear de Ucrania en trending topic.
Chernóbil era un lugar desconocido entre los nombres geográficos que conservaba en la memoria Leobaldo Jiménez Prieto en el año 1986, fecha en la que tuvo lugar uno de los más devastadores accidentes nucleares de la historia. Recién graduado de Medicina, no soñaba siquiera que un día se convertiría en especialista en Hematología, y entonces los niños, hijos de quienes perdieron la inocencia aquella madrugada del 26 de abril del 86, serían sus pacientes.
“Era miembro del contingente Manuel Piti Fajardo, y marché a las montañas a hacer el internado. Me tocó en suerte el Hospital de San Blas, donde aprendí a ser un médico y lidiar con todo tipo de situaciones. Al graduarme me incorporé a trabajar en mi natal Horquita, y también cumplí misión en Nicaragua. Al regresar me otorgaron la especialidad de Hematología, de la que me recibí en 1996, y que cursé en la capital, en el Instituto de Hematología, y retorno a Cienfuegos”.
Estamos sentados una tarde de domingo, café mediante, en el patio-jardín de su casa en el reparto Pastorita, un vergel de las más variadas plantas ornamentales que mantiene su compañera en la vida, quien me muestra álbumes de familia mientras los recuerdos de Leobaldo viajan en el tiempo.
Humano y noble programa
Durante más de 29 años Cuba ha mantenido, de manera gratuita, el programa de atención a los niños de Chernóbil, procedentes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania. En enero de 1990 comenzó la pesquisa y diagnóstico de los primeros 139 pacientes que iniciarían tratamiento en el Instituto de Hematología de Cuba, que más tarde se contarían por miles ya en el campamento de Tarará, junto al mar, ubicado al Este de La Habana.
Para 2004, una brigada de médicos cubanos partía al Balneario de Eupatoria, situado en la costa occidental de Crimea, a orillas del Mar Negro, para tratar a niños afectados, descendientes de quienes vivían en Pripiat, la ciudad nuclear de la central de Chernóbil. Leobaldo era uno de los galenos que la integraban.
“Llegué a otro país, con otro idioma, a tratar patologías oncohematológicas, como parte de un equipo multidisciplinario; ver aquellas caritas, víctimas de una tragedia, pacientes de enfermedades producidas por la radioactividad, nos obligó a esforzarnos y a estudiar. Yo conocía el inglés, pero tuve que estudiar y aprender el ruso, lengua en la que nos comunicamos, al principio con un traductor. Confraternizamos con los colegas del país, nosotros formados en la escuela americana de Medicina, ellos con otros métodos diagnósticos, pero terminamos aprendiendo los unos de los otros y fue lindo y enriquecedor el intercambio.
“Los niños provenían de las zonas afectadas. Lo primero eran los exámenes físicos y el diagnostico, y como pasaban largos períodos en el sanatorio, llegamos a compenetrarnos con ellos, le simpatizamos siempre, compartíamos las costumbres cubanas, algunos hasta aprendieron algo del español.
Enfermedades del cuerpo y del alma
“Las enfermedades más comunes eran las leucemias, linfomas, dermatológicas y también traumas psicológicos, todas resultantes del accidente nuclear. Sus padres habían dejado un día, sin previo aviso, todo detrás: sus casas, pertenencias, objetos de valor. Eran herederos de las consecuencias y padecían malformaciones congénitas por la radiaciones”.
A pesar de la tristeza, la esperanza resultaba la mejor cura para aquellas personitas, y los encargados de llevarla hasta un lejano país de Europa eran médicos cubanos, que ponían a su disposición conocimientos y solidaridad; quienes incluso aprendieron su idioma para comunicarse mejor y hacer efectivos los diagnósticos y tratamientos.
“A partir de esa misión ya no fuimos los mismos, aprendimos mucho, resultado del esfuerzo, de madrugadas, cambiando el café por el té, metidos en la literatura médica de la especialidad y relacionando los síntomas con las enfermedades que heredaban producto de la tragedia, encontrando los métodos para aliviar los daños y mejorar la calidad de vida de aquellos pequeños cuyas vidas nos habían confiado”.
De vuelta a Eupatoria
Transcurridos más de 30 años del accidente nuclear de Chernóbil, los trastornos genéticos producidos por la radiación cobran nuevas víctimas. Resulta imposible predecir los efectos definitivos, pero un informe fidedigno de 2005 calculaba que el polvorín de cáncer encendido por Chernóbil cobraría muchas vidas. Aun así, los efectos más nocivos son las heridas psicológicas sufridas por quienes abandonaron un hogar malogrado y por los millones de personas que siguen viviendo en la zona contaminada. “Los efectos psicológicos son devastadores —afirma Mijaíl Malko, físico nuclear— y muchas mujeres sienten que darán a luz bebés enfermos o hijos sin futuro”.
En el año 2009, el Dr. Leobaldo Jiménez Prieto, especialista de Segundo Grado en Hematología y docente en el Hospital Provincial Gustavo Aldereguía Lima, regresó al Sanatorio de Eupatoria para continuar su labor, esta vez con otra generación de niños de Chernóbil, como parte del programa cubano de atención, totalmente gratuito y que el próximo año cumplirá 30 años de fundado.
“Esta vez resultó mejor el trabajo, ya familiarizado con las enfermedades propias que desarrollaban los pequeños, el conocimiento del idioma y de la región geográfica; pero duele ver cómo los pequeños tienen que vivir con patologías que la genética puso en su ADN; pero a la vez siento satisfacción en ayudarlos a vivir mejor, y ser parte de este humano programa que Cuba, mi país, mantiene después del accidente nuclear”.
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Muchos Saludos a nuestro querido amigo y doctor Leobaldo, hijo ilustre del área de salud Yaguaramas. Amigo, compañero, siempre dispuesto a ayudar a su pueblo y al mundo. nuestro reconocimiento.
Gracias por leernos y comentar, Leovaldo es un amante de sus raíces y las esencias
Excelente profesional. Saludos