Luisa Terry, entre la pasión y la benevolencia

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Acabamos de cumplir los 177 años del natalicio de Luisa Maximina Terry e Irady, quien no pocas veces ha sido comparada con la emblemática Marta Abreu de Estévez, por los numerosos actos de generosidad y hechos de altruismo que plasmó durante su vida en estos predios.

La cienfueguera, nacida en la calle de Santa Isabel, esquina a la de Argüelles, fue fruto de una unión mixta entre el venezolano Antonio Terry, natural de Caracas, y la señora Luisa Irady, proveniente de la Isla de Curazao; familia pudiente por demás, en la que prevalecía un sólido vínculo con la metrópoli, sobre todo a través de la línea paterna con su abuelo gaditano José Terry.

Desde los siete años, según queda expresado en la Memoria descriptiva, histórica y biográfica de Cienfuegos (1920), esta notable filántropa “se trasladó a París, ingresando en el colegio Sagrado Corazón de Jesús, donde recibió una esmerada educación católica”, fe que expresaría años más tarde a través de obras caritativas y de asistencia social.

Aún siendo una adolescente, la joven Luisa se casa con el prominente señor Elías Ponvert y Malibrán en la ciudad de Nueva York en 1864, relación que marcaría su vida para siempre, al acoplar su apellido a una de las familias de más alto abolengo en la urbe neoyorquina del siglo XIX.

Sin embargo, 24 años después de contraídas las nupcias, el matrimonio partió hacia Cuba, en ese tiempo con dos hijos varones, Elie y Antonio (Tonny) Ponvert. Curioso actuar, ya que el patriarca abandonaba de esa forma, valiosas fincas y otras propiedades en la Unión Americana, para venir a dedicarse plenamente al fomento de la boyante industria azucarera cubana, en el central Hormiguero.

No obstante, dicha motivación se entiende a partir de la crisis que sufría desde 1879 la firma bancaria perteneciente a los Ponvert, quien observó con buenos ojos la herencia del central, otorgada por la tía de su mujer, Juana Irady.

Con la industria en sus manos, los señores llevarían hacia adelante la transformación total del ingenio a través de la inversión en maquinarias y diversos equipamientos importados. La fábrica —con el empuje de ambos cónyuges—, echó raíces en toda la zona conocida hoy como Espartaco y sus alrededores: Malezas y Marsillán, de donde se extraía la caña de azúcar por ferrocarril a través de una vía estrecha, aprovechando asimismo los lazos con hacendados en San Fernando de Camarones y en los terrenos de Santo Tomás, Dagame, Las Delicias y el ingenio Adelaida.

En 1889, a petición de Luisa, el marido funda una escuela gratuita para los niños que habitaban cercanos a la factoría, del mismo modo que instauró “una iglesia o capilla muy bien atendida, en la que obtienen los beneficios de la educación espiritual y cristiana los referidos empleados y sus familiares”.

La benefactora cienfueguera destacó al mismo tiempo, por su favorecimiento sostenido por más de 20 años al asilo de huérfanos instituido por las M. M. Dominicas, “y con caridad inagotable usa todas sus influencias con el Comercio de Cienfuegos para que mensualmente suministre los víveres necesarios para la manutención de las niñas asiladas”, expresa también el documento anteriormente citado.

Como hiciera a la par la ilustre Marta Abreu con su ingenio San Francisco durante aquel periodo convulso, la Terry, desde el suyo (1895-1898), dio auxilio a los patriotas que luchaban por la independencia, en tanto figura el hecho de haber contribuido con valiosos donativos en dinero y prendas de vestir a la causa de los aliados en contra del militarismo.

Un año después de perder a su esposo en 1917, donó el hermoso Vía Crucis que hoy se aprecia en la Santa Iglesia Catedral de Cienfuegos “en cuya pila recibió las aguas del bautismo que hizo traer expresamente desde Chicago, en medio de dificultades originadas por la guerra europea”.

Así pues, inversamente a la popularidad que logró Marta Abreu en la antigua provincia de Las Villas, Luisa Terry está presente acá, pero de manera inadvertida para muchos perlasureños, que desconocen su legado no solo en esas bellas catorce efigies sobre la pasión y muerte de Jesucristo, colocadas en el seno de la Catedral de la Purísima Concepción. O tampoco tomando como referencia la torre-reloj bellamente edificada a su nombre, para honrar la memoria de Elías Ponvert, en el corazón de su adorado central Hormiguero. Empero, Luisa sigue viva en el alma universal de nuestros de ciudadanos de fe; gente virtuosa y benevolente.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

2 Comentarios en “Luisa Terry, entre la pasión y la benevolencia

  • el 20 noviembre, 2021 a las 11:53 pm
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    Qué bueno leer artículos como este dedicados a personajes ilustres de Cienfuegos . Conocer la historia de nuestra provincia llena el espíritu y fortalece el alma!

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    • el 21 noviembre, 2021 a las 10:33 pm
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      Gracias Roberto, por su lectura y criterio.
      Sin dudas hay muchas personalidades nacidas en el siglo XIX que los cienfuegueros desconocen.

      Respuesta

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