Leandro Soto: el artista que va hacia todas partes

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Su voz pausada dicta una historia que bien pudiera estar contada por Carpentier. Leandro Soto (Cienfuegos, 1956) tiene la capacidad de oler a libro bien escrito, a metáforas y símiles, a lluvia caribeña, a caña de azúcar, a óleo que pinta la espiritualidad de los mares, las estrellas, la tierra fértil y al hombre que vive allá o acá.

La obra de Leandro se vincula de algún modo con los diarios de viaje que registra la literatura, narra lo vivido y luego lo devuelve al público en excepcionales piezas pictóricas. Entonces nadie permanece indiferente ante su revelación creativa, ante ese poeta testimonial que acumula experiencia para luego ubicarnos en plena diversidad cultural.

“Voy a todas partes, pudiera ser de todas partes, pero Cienfuegos me atrae, me hace un hijo amado. Para mí el regreso es un punto de partida, un punto donde se inicia mi carrera artística… es mantener un diálogo con la cultura que te sostiene. Cienfuegos tiene una gran variedad de influencias culturales que de alguna manera me han conformado como artista”, dice en los primeros momentos de conversación con la prensa cienfueguera.

La pintura, el grabado, el diseño escenográfico, el videoarte y la docencia han formado parte del quehacer de quien en los años 80 integrara el revolucionador grupo Volumen 1, dentro del cual destacó por sus instalaciones y performances.

Después de un año de estudios etnográficos y  etnológicos, Leandro Soto retorna a los espacios galerísticos de la Perla del Sur acompañado del fotógrafo Pim Schalkwijk. Ambos vaciaron sus vivencias y sentir cultural mexicano en la exposición Sacbé, el camino de intercambio, la cual estará a disposición del público durante dos meses en la galería Wayacón del Centro Cultural Julio Antonio Mella.

Al poner sus piezas a disposición de un público heterogéneo lo hace con la finalidad de que les sirva al crecimiento de sus capacidades espirituales, no al mero ejercicio del goce artístico de las formas observadas. Esa es su lección pedagógica, su manera de entender el arte en función de una acción de servicio a las personas, conectado a sus experiencias pedagógicas iniciadas en México, proseguidas y amplificadas en los diferentes lugares donde ha continuado laborando de manera activa. Es su manera propia de concebir el despliegue y crecimiento espiritual, el suyo y el de los demás.

“Nunca he pensado en el mercado, en si le gusta o no a los grandes coleccionistas, me traicionaría a sí mismo. Investigo sociedades, a veces, me toma hasta más de un año y de esas vivencias hago proyectos artísticos. Lo hice en la India, Perú, Panamá, México, Italia… varios países que tienen fuertes culturas y que reflejan las huellas del hombre en diversos contextos.

“El arte como un hecho total, integrador, no es algo nuevo. En las culturas antiguas era así y en las que no han sido afectadas por la modernización, esto sigue siendo un elemento básico. Es solamente después del establecimiento de la Sociedad Industrial que se promovió la especialización. Hoy día, en el siglo XXI, estamos en otra época donde la interdisciplinaridad es una necesidad, no un lujo”, agrega Soto.

Esa mixtura entre arte y prácticas de la religiosidad popular cubana ha descrito a este creador desde siempre como un poseedor de un evidente sabor nacional. Multifacética en la más completa acepción de la palabra resulta la labor artística desplegada por Soto, quien también se destaca como escenógrafo y profesor.

En los melomapas de Leandro Soto que exhibe en Sacbé, el camino de intercambio, donde se usa el foamy -un material de juego infantil- más allá de posibles recorridos abstractos habita el laberinto como espacio físico, pero también como un estado mental perturbador. En los melomapas habita el antropólogo-artista, el pintor que vive para luego contar a través de su arte lo trascendente, lo particularmente bello.

“El mercado de Mérida es un espacio popular donde el pueblo va a comprar y allí habita una creatividad enorme, lo veo como una gigantesca instalación, porque los productos son organizados por el color, la forma, la dimensión y a ello le agregan su arte de pregonar, algo muy típico de México que está fundamentado en las culturas indígenas que todavía vive en ese país. Hay una apropiación de esa cultura que se manifiesta en los elementos sintéticos, en el uso de la tecnología…”.

En su obra subyace la antropología como esencia artística…

“Ahora hay una conceptualización de arte étnico basado en la etnia cultural con la que uno vive o en la que uno participa; y una actitud colonialista de estar llevando cosas de unos países a otros. Eso lo niego rotundamente. Uno tiene que vivir con el pueblo donde uno está y hacer la obra participando en la cultura local”, dijo anteriormente y con Sacbé, el camino de intercambio lo demuestra.

Un creador que regresa a Cienfuegos y atrae consigo nuevos aires, nuevas culturas… como si fuera un personaje que guarda en su saco-lienzo cuanta espiritualidad existe fuera de Cuba.

“Siempre encuentras un elemento que te sirve de punto común. A la larga, es la exploración de lo caribeño a un nivel étnico, a un nivel espiritual y a un nivel material también. De repente empiezas a descubrir que la mezcla es muy intensa y mi trabajo ha sido ir a las fuentes, ir a los orígenes de donde viene esa complejidad.

“Desde niño Cienfuegos ha creado en mí este sentido de exploración y de encuentro también, viendo tanta gente de tantas partes del mundo, viendo los barcos que venían y se iban… Por muy lejos que te vayas, te encuentras a ti mismo. El arte para mí es una búsqueda, y es un encuentro también de lo que uno es “, agrega Soto con la voz pausada, y nunca dejas de sentir ese olor a libro bien escrito, a metáforas y símiles, a lluvia caribeña, a caña de azúcar, a óleo que pinta la espiritualidad de los mares, las estrellas, la tierra fértil y al hombre que vive allá o acá.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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