Una copla para Valeriano y para los presidentes yanquis
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Después de un sexenio, los ecos de la década del sesenta del siglo XX todavía repercuten en lo que hoy acontece en Cuba y en el mundo. Una década de rebeldía en la que, junto a los Beatles, Jimi Hendrix y la música psicodélica; a Andy Warhol y el Arte Pop; al movimiento hippie y el concierto de Woodstock; los movimientos de liberación nacional, Viet Nam y el pacifismo, entre otros; la Revolución cubana y todo lo que sucedía en la Isla, eran tendencia, como sigue siéndolo en el siglo XXI. La razón fundamental, por supuesto, lo constituyó el triunfo mismo de la Revolución iniciando aquella década, pero que se ha mantenido en el tiempo por la reacción violenta de los Estados Unidos y las respuestas dignas de cubanas y cubanos.
Como botones de muestra resultan la derrota yanqui en las arenas de Playa Girón y primera gran derrota en el continente; la llamada crisis de los misiles que puso al borde de un cataclismo al mundo, peligro latente por todo lo que acontece con las guerras imperiales de los Estados Unidos y la OTAN; así como las acciones terroristas de bandidos armados y financiados por la CIA en diferentes regiones del país que no impidieron, con el asesinato de milicianos, campesinos y maestros, la implementación de la Ley de Reforma Agraria ni que Cuba se declarara el primer territorio libre de analfabetismo en América Latina.
Pero resulta que entre los sucesos más significativos de aquella década, el sexagenario bloqueo: económico, comercial y financiero ocupa un lugar importante, por ser el más largo en la historia de la humanidad y por su impacto en la vida de todo el pueblo cubano durante varias generaciones. Resulta que los presidentes yanquis, parafraseando a Nicolás Maquiavelo en El Príncipe, han considerado que “No hay otro modo de poseer un Estado libre si no es arruinarlo primero”. Es así que desde aquel 7 de febrero de 1962, cuando el difunto J.F Kennedy firmó la orden ejecutiva que impuso la criminal medida contra los cubanos, otros doce presidentes lo han mantenido y recrudecido sucesivamente, provocando daños acumulados al pueblo cubano que ascienden ya a 17 mil 853,3 millones de dólares, a precios corrientes.
Sin embargo, este método genocida no es nuevo en la historia de los imperios ni exclusivo para Cuba. Es similar a los campos de concentración del Tercer Reich alemán durante la Segunda Guerra Mundial, los que provocaron el exterminio de más de 6 millones de judíos y comunistas en el llamado Holocausto. También similar a los Programas de Aldeas Estratégicas (Strategic Hamlet Program, en inglés) que implementaron en 1962 los yanquis como parte del apoyo que brindaban al gobierno títere de VietNam del Sur, tratando de controlar a la población y con el que llegaron a mantener bloqueados a nueve millones 732 mil vietnamitas.
Tampoco es nuevo en la historia de Cuba. Algo parecido aplicó el imperio español en decadencia en el siglo XIX, cuando ya no podía impedir la derrota, después de más de 30 años de guerra y nos imponía la reconcentración, de manos del general español Valeriano Weyler, mediante un decreto que establecía que: “Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días. Todo aquel que desobedezca esta orden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal. Queda absolutamente prohibido, sin permiso de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes”. Aquella medida genocidaterminó en un chasco, y se estima que provocó la muerte de más de 300 milcubanos, víctimas dehambruna y epidemias, cifra que resulta significativa si sabemos que en 1898 la población de Cuba era solo de un millón 572 mil habitantes.
A pesar de los fracasos, los poderosos se empeñan en seguir utilizando el viejo y arcaico método de sanciones económicas y medidas de asfixia. Unido a la guerra mediática y la agresión en todos los ámbitos de la vida y con todos los medios a su alcance, incluido el terrorismo, el bloqueo contra Cuba sigue siendo la principal arma del arsenal imperial. Olvidan así, que tanto los fascistas en la Segunda Guerra Mundial como ellos mismos en Viet Nam y los españoles en Cuba, sufrieron descalabros que han trascendido en el tiempo. Desconocen también que ni Valeriano Weyler logró aislar a los mambises e impedir la derrota del imperio español ni los gobiernos norteamericanos con sus políticas han logrado poner de rodillas al pueblo cubano.
Contrario a lo esperado, estas políticas solo han logrado que, recordando a nuestro José Martí, los de la Isla digamos: “A un plan obedece nuestro enemigo: de dispersarnos, dividirnos, ahogarnos. Por eso obedecemos nosotros a otro plan: enseñarnos en nuestra altura, apretarnos juntos, burlarlo, hacer por fin a nuestra patria libre. Plan contra plan”.
Por mi parte me hacen recordar una copla que mi abuela decía que cantaban los cubanos sobre la reconcentración de Weyler, la cual puede servirles para reflexionar a los políticos y futuros gobernantes norteamericanos que pretenden mantener el bloqueo y la guerra contra Cuba: Mi querido Valeriano/ cuando te vayas de aquí/ te llamarán Valerí/ porque habrás perdido el a… (tiempo).
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