Un anuncio publicitario de 134 minutos
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En mi artículo Entre los aliens de Emmerich y un gamba de Blomkamp, publicado en la edición impresa de El Caimán Barbudo, No. 357, ponderé, con el fervor que merecía, a Distrito 9 (2009), ópera prima del realizador surafricano Neill Blomkamp, quien tuvo la singular idea de levantar una historia de extraterrestres en su país.
“El filme se pertrecha de disímiles recursos expresivos (el documental, el falso documental, el reportaje de telediario, el video de Youtube, la comedia, la sátira, la acción dura, el thriller, la alegoría, la metáfora política) para conformar un relato de enjundia conceptual, ritmo movido y factura de olores hiperrealistas muy contemporáneos, en el cual los confinados alienígenas con cuerpos de camarones borrachos que buscan comida de gato en los basureros, caen presa, al modo de cualquier infeliz desplazado, del desprecio al inmigrante”, escribí.
Pero Distrito 9 fue el insuperado debut, la única obra a transcender, hasta hoy, de la filmografía de Blomkamp, a la deriva progresiva en su posterior Elyseum (2013): una pieza censurable por su repetición de modelos explorados, la saturación de personajes maniqueos y la ausencia de gamas tonales, en la cual cualquier presumible subtexto de denuncia social o rechazo a la opresión queda desdibujado entre el concepto naif y el desasosiego de la misma trama.
Más tarde, Chappie (2015) y, principalmente la pedestre Demonic (2021), confirmarían el empantanamiento creativo del también guionista y creador de anuncios publicitarios para Nike. Esta última faceta se le nota, mucho más de lo conveniente en cine, a través de Gran Turismo (2023), su más reciente cinta, estrenada en Cuba.
Y es que Gran Turismo es, casi, un gran anuncio publicitario de 134 minutos, a la gloria del videojuego de simulación de carreras de igual nombre diseñado por Kazunori Yamauchi en 1997. Se trata de un largo comercial al servicio, también, de Nissan, Sony y Playstation. Estamos ante una película muy comprometida con lo que cuenta, pero visto ello desde el punto de vista promocional, mercantil; con un relato congestionado de marcas para vender. Algo bien cuestionable.
El largometraje narra la historia real del joven gamer británico Jann Mardenborough (Archie Madekwe, visto en la serie See), experto practicante del videojuego de marras, quien cumplió su deseo de convertirse en piloto de carreras automovilísticas, gracias a un concurso mundial patrocinado por la compañía Nissan, urdido en verdad como hábil jugada de marketing para captar como potencial consumidor del universo real del circuito de carreras al segmento demográfico de los practicantes de los juegos de simulación.
Blomkamp echa manos de su proverbial característica de cineasta–esponja, no para bien en este caso, y convierte a Gran Turismo en un batiburrillo genérico donde coexisten, de forma nada pacífica sino más bien atropellada, el drama deportivo envuelto en un relato de crecimiento, el melodrama proselitista y hasta el reality show utilitario.
Por consiguiente, su película atosiga al espectador, si bien sería injusto obviar que descuella en su imaginería visual al filmar las competiciones, o que impacta emocionalmente al recrear momentos puntuales del aprendizaje profesional y el desarrollo humano de Jann.
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