Una novela nacional de los sentimientos
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Observar la imagen del país en los periódicos, las redes sociales y los programas televisivos es tan importante como observar los cambios en el propio rostro y en las regiones del alma.
Casi susurrando, sin aspavientos ni sollozos, Luis Lexandel Pita le toma el pulso a las venas de la nación (y al individuo dentro de ella) en su poemario en prosa Lentamente las Islas (Mecenas, 2024)
Quizás con la pretensión de entender el pasado para vislumbrar el futuro, el héroe poético recuerda las características de los ancestros, sus hábitos emocionales, y los compara consigo mismo en un ejercicio mental que aporta mucho de asombro y no poco dolor: “Yo no heredé sus virtudes… Sin embargo, creía estar asignado para altas empresas que con el tiempo se derribarían”.
La transformación de la identidad personal en dirección a las tinieblas, la mutación del rostro expresada en los poemas siguientes, no alcanza a borrar la profunda belleza del amor erótico, pese a estar signada por la separación o el exilio:
“Amo los blandos linderos de inefable tinte, ondulantes en la selva enana y espléndidamente libre que sale de tu cuerpo como mil vocecillas frutales, el regocijo del efugio donde alojas tus besos, el muelle de donde parte la música perdida en mí”.
A la admiración por los Ancestros, al examen sobre los vínculos filiales y románticos, se suma el influjo de la natal ciudad marítima, llena de imágenes que a veces transcurren desde la apacible dulzura de lo cotidiano hasta el drama o el terror: “Alambradas en torno al malecón, junto a los rostros en el agua es lo que jamás ignoraremos”.
Ciudad a la que se ama y no se abandona, con tenaz fidelidad, pese a que devuelve un amor no correspondido: “Sé que no hay nada maternal en ella, pero le deseo, como el calor inalcanzable de los espectros. Gobernaré las ruinas, los lutos seminales, las torres de cristal, el jazz bajo la noche blanca del Mar Caribe. Buscaré ese territorio donde nosotros, los diferentes, enterramos a los niños abortados”.
Fluyen a borbotones los versos de esta obra, a lo Rocka, a lo Huidobro, como si los recuerdos y los enlaces filiales fuesen a inundar al poeta y debido a eso, necesite engendrarlos a una velocidad más rápida que el pensamiento. Tal vez por esa necesidad veloz, la imaginación se desata hasta alcanzar cumbres creacionistas: “Una fruta de luz se reparte en las heridas de cristal…” “Un pueblo aplastado por las pezuñas de la luna destierra voces sepultadas por las marejadas del exilio… Pasa un ave herida”.
Se cree, con Azorín y Loynaz, que colocar dos o más adjetivos a un sustantivo es pecado literario. No obstante, Luis Lexandel se vuelve hereje por momentos e impone en sus versos, adjetivos abundantes que nunca sobran:
“Ahora mi corazón silbante, clarividente y numeroso riega sus sustancias, sus aromas yodadas, sus impaciencias ingenuas, sus rumores de insecto sobre los vestigios de esta tierra, sus tinieblas fieles en la crueldad de estos parajes, poblados por oscuros habitantes que suelen entregarse con frenesí a los desapacibles dioses de la locura”.
Para los tiempos adversos ha creado el poeta una sabiduría doble: habitan en él un ser que sufre y otro que jamás puede ser herido (Si alguien me toca), porque no se reduce al cuerpo físico y “hace gestiones en la oscuridad”; porque entiende la inutilidad de llegar a algún sitio: “Estamos en cualquier punto. Una fuerza igual a la del viento nos devolverá a la vida”.
Sabe de esta forma que es imprescindible regresar a la locura salvadora, a la noria de la obsesión, a la fugacidad constante de las emociones como electrones vagabundos, si se pretende jugar algún rol en nuestra novela nacional de los sentimientos: “La locura limpiará el camino del infierno y a ella encomendaré mi espíritu”. Palabras con las que cierra su decisión final y vital, al menos dentro de este poemario.
Los antepasados, la amada, los seres nocturnos, el yo duplicado, la ciudad moribunda pero protagónica en los destinos del alma, la “terrible esperanza”, el “perturbador puntual”, son los personajes de este conjunto de poemas que funciona al mismo tiempo como una novela nacional de las emociones donde no se identifican culpables, pero sí la elección y habilidad del poeta para, por sí mismo, “buscar nuevos rostros”, dentro de una Isla que ya no es una sola sino varias, lentamente hablando.
El libro está disponible en:
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Puede adquirir otros libros de Ediciones Mecenas en:
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Cuando nos preguntemos ¿Cómo será un poeta? En verdad, en realidad tangible ¿Cómo será un poeta? Pude saberlo en el tiempo en que Luis Lexandel Pita vivió en Manzanillo. Gracias Dios.
He escuchado algunos poemas del libro, recitado por el autor, en verdad demoledor, mis respecto a Pita