Últimas horas de un mambí
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Por: Jorge Luis Marí Ramos
Han pasado 82 años del suceso y 24 de aquel, mi “primer gran testimonio”, en los inicios del programa Semilla Nuestra.
Para la preparación de aquel programa no encontré información en libro alguno, solo crónicas de prensa y el testimonio escalofriante de Quintín Mota Rodríguez unos de los pocos supervivientes de aquella tragedia.
Diez días antes visité su casa interesándome por su declaración, una vez dentro me presentó a “su vieja”: -“Estela, mucho gusto”- contestó ella secándose en su delantal las manos húmedas de los trajines de la cocina. -“En verdad sigue siendo bonita”- bromeó él y de inmediato ella se retiró a colar un cafecito que por el calificativo de “quedó clarito” supuse fuera el último de aquella cuota.
Al poco, Quintín tomó la delantera: -“ella es parte de esa historia por la que Ud. pregunta, ¿verdad vieja que tú me salvaste la vida?”-. Ella respondió desde la cocina con un suave -“sí mi amor”- tiempo en el que me cuestioné si haría un trabajo para un febrero amoroso o un mayo tenebroso. Fue Quintín quien me regresó al hilo de la conversación: -“¿y eso que se acordaron de mí?, como en el 85 terminaron el monumento al Mambí en Los Pinitos y borrón y cuenta nueva, casi nunca se acuerdan del sobreviviente”. -“Discúlpeme Ud., hace poco se cumplió un aniversario, el 58 años y quiero recordar esos sucesos en mi programa de televisión”- respondí.
Terminamos el café, “servido en tacitas y platos recuerdo de nuestra boda”, según aclaró Estela, así que uno y otro nos dispusimos a preguntar y contar.
-¿Tiene algún documento o foto que me ayuden a preparar la historia, es que en la televisión se narra con imágenes?
-Vieja tráeme el álbum.
Y con aquel cuaderno de tapa dura entre las manos lo abrió diciendo. –“Así que quiere que le hable del Mambí. Pues mire aquí. Estos fueron mis hermanos mambises muertos en el siniestro. Este de aquí es Soto, Rafael Gilí, Jesús Fernández, Eulalio Amarante Rodríguez, timonel y cuñado mío, así que imaginará que el suceso destrozó esta familia.
También los hermanos Oscar y Evangelista Ferrer López, pañolero y ayudante de cocina respectivamente, Fernando, Gerardo, el chinito José Hung Jon gran amigo de la infancia y hábil cocinero…, a todos los recordaba con prodigiosa memoria por sus nombres, oficios, anécdotas referentes al oficio, que si fueron timoneles, pañoleros, fogoneros, engrasadores o maquinistas, aunque de algunos de ellos no atesoraba fotografías, sí tenía su imagen en la memoria. “La mayoría éramos de por aquí, cercanos al barrio obrero de Reina”.
-Supe que Ud. se enroló porque necesitaba dinero para casarse, es cierto eso?
-Ud. conoce algún marinero que no sepa zambullirse, bracear o flotar, ¿a qué no lo conoce?, pues mucho gusto, Quintín Mota. Todavía le temo al mar y si es de noche ni lo miro. Así que calcule mis miedos, pero sí, necesitaba el dinerito para la boda y en aquel tiempo si subías a un barco, cosa que era bien difícil, ganabas bien y comías mejor. No me pasará nada, pensé, así que en la entrevista dije a todo que sí y en lo único que no mentí fue que le sabía al tema de las calderas.
-Antes de los sucesos del 13 de mayo de 1943, hablemos del mielero cubano Mambí.
-Aquel barco tenía su historia, los hombres, los objetos, la vida está llena de historias. Ese barco era más viejo que Matusalén. Lo botaron al mar en 1858 en un astillero británico como un bergantín con su arboladura de dos mástiles y velamen pero con un nombre de mujer, La Ninfa lo llamaron. Según decían aquel velero fabricado en Inglaterra y bandera italiana se dedicó al trasiego de mármol de Carrara entre Italia y varios puertos del Golfo de México y había tocado Cuba en disímiles ocasiones. Maltrecho y desarbolado a causa de las tormentas tropicales, en 1916 lo subastan, pero en 1920 pasa a manos de la Compañía Cubana de Mieles y en 1923 a la Cuba Destilling Company que lo mandó a transformar en los astilleros de Baltimore. Allí aprovecharon su casco de acero para convertirlo en un buque tanquero de pequeño porte, le instalan calderas y máquinas de vapor y de su viejo sistema solo conservó el espolón de proa que usaban los bergantines del XIX, fue así como aquel barco volvió a navegar alcanzando una velocidad de diez nudos y capacidad para almacenar 475 mil galones de miel.
Horacio Rubens dueño de la Compañía de mieles y de la Compañía del transporte de mieles fue el responsable de rebautizarlo, pero como todo hombre tiene su historia, tengo que decirte que el tal Horacio fue un gran colaborador de Martí durante la organización de la guerra necesaria del 95, fue el abogado de la Junta Revolucionaria de Cuba en Nueva York y como buen patriota no encontró mejor nombre para aquel barco que Mambí, desde entonces con bandera cubana comenzó a cumplir itinerarios entre varios puertos del sur de los Estados Unidos y Cuba.
En 1928 vuelve a quedar obsoleto y lo retiran del servicio hasta 1940 en que retorna al servicio naval después de una segunda readaptación para asimilar el millón de galones de miel. Así que al tener a Cienfuegos como puerto madre, la mayoría de su tripulación era de aquí de Cienfuegos.
Recuerda Quintín que por esa época visitó en el Gremio de Fogoneros, Marineros y Similares a Eulalio, Elo Amarante Rodríguez, quien luego fuera su cuñado y la persona que lo ayudó a enrolarme en la tripulación del Mambí donde paga y comida eran buenísimas. Elo sería una de las víctimas de aquel hundimiento. Un motivo de fuerza mayor lo inspiró, días antes de hacerse a la mar Quintín logró el “sí” de Estela y claro, necesitaban dinero para la boda.
De a poco la mirada de Quintín hurga en lo profundo de los arabescos que se dibujan en las losas hidráulicas del piso, recalca que aunque necesitaba dinerito para casarse, le tenía miedo al mar y no sabía ni siquiera zambullirse o bracear, pero como dominaba el trabajo en las calderas, lo aceptaron. Me contó que aquella madrugada del 13 de mayo de 1943, un poco más de las tres de la madrugada porque al cambiar el turno se fue a las duchas ubicadas en la zona de cubierta en compañía de una pequeña toalla y ya regresaba. Atisbó en un pedazo de luna rotunda que las nubes se empeñaban en esconder, la imagen de su amada cuando un silbido perenne vino a detonar en la cercana proa del taquero Nickelin y aún sin recuperarse de la sorpresa, un minuto más tarde, tal vez menos, descubrió la estela verde fosforescente que se acercaba hacia el Mambí justo en la zona de máquinas. En segundos, forzado al hundimiento por la succión, Quintín se descubrió desnudo en medio del océano y si algo pasó por su cabeza fueron las imágenes en ráfaga de su amada Estela.
A diferencia de la Primera Guerra Mundial, en la Segunda asomó la guerra en los mares. 1943 brotaba como el año del viraje. En el frente oriental europeo, Moscú frenaba la ofensiva hitleriana, Leningrado continuaba cercando pero no tomado. Para colmo el comandante del sexto ejército germano, se rindió en Stalingrado y con él, casi un millón de altos oficiales y soldados. Entre julio y agosto de 1943 fracasó el plan relámpago para invadir la Unión Soviética y sus aviones de combate bombardearon el norte de Alemania. Mientras esto sucedía, Cuba y la mayoría de los países latinoamericanos apoyaron con alimentos y materias primas a bajos precios a los aliados, razones de peso para que Alemania intentara cortar de cuajo esos suministros. Sin importar las pérdidas humanas y materiales, la guerra en los mares persiguió por igual a buques de guerra o mercantes tanto en el Atlántico como en el mar Caribe.
De aquella guerra marítima ni el mielero cubano Mambí o el carguero de bandera norteamericano Nickelín fueron las primeras víctimas de hundimientos por torpedos. Un año ante, el 12 de agosto de 1942, sucumben ante el terror de los mares los barcos Santiago de Cuba y Manzanillo que servían a Cuba y a las Naciones Unidas. El saldo final, 11 y 20 víctimas respectivamente, algunos tripulantes logran sobrevivir a la tragedia. El suceso también impactó a Cienfuegos porque algunos eran hijos de esta ciudad como el caso de Alfredo Fontana Menéndez hijo del arquitecto y paisajista italiano radicado en la Perla Alfredo Fontana Giugni.
Fontana es un hombre del que poco se habla, pero vemos sus obras a diario como la carretera que construyó entre Cienfuegos a Cumanayagua, realizó el Proyecto de Alcantarillado del Reparto La Juanita, y los conectó al proyecto de Vermiull. En 1910 fue Presidente del Colegio de Ingenieros, Arquitectos y Agrimensores. En la calle Santa Cruz diseñó la primera casa cienfueguera con placa de hormigón, algunas casas almacenes, el palacete de sus suegro Menéndez Aceval reconocido hoy como Palacio Azul en Punta Gorda, la casa del alcalde Arturo Suero a la derecha de Cadeca, la casa de la familia Suero Balbín, hoy Palacio de Justicia en calle Argüelles, el edificio del Ten Cents y en 1919 durante las fiestas del centenario al ser graduado de Ingeniero Agrónomo, hace gestiones ante el Gobierno provincial para que se entregaran premios a los agricultores y floricultores de mejores resultados y técnicas productivas.
Dejando la ciudad y volviendo al mar Caribe, si analizáramos estos convoyes nos damos cuenta que la desvencijada flota de barcos cubanos sirvieron de pantalla o protección para cubrir las mercancías de los grandes barcos estadounidenses que viajaban cargados, en la ocasión el 13 de mayo el Nickelin venía atestado de amoníaco con destino a la fábrica de Níquel en Holguín Lengua de pájaro.
Si consideráramos la precisión milimétrica con la que impactan los torpedos en la proa del Nickelin y tiempo después, un segundo artefacto estalla el casco del mielero cubano Mambí, justo en la zona de máquinas y por encima de la línea de flotación pues el tanquero cubano venía vacío, todo hace suponer que tal precisión no fue fruto de un disparo recóndito por debajo del agua sino que el sumergible hizo los disparos con la torreta fuera del agua. Esto viene a corroborarlo los testimonios de supervivientes como Quintín que recordaron la luz potente de un reflector que examinó los destrozos, luego un tableteo de ametralladora disparándoles y en perfecto español una voz fuerte que les voceaba: “jódanse cubanos come…” y tras las carcajadas, el sumergible se hundió para protegerse de los caza submarinos provocando una nueva chupada.
Volvamos al minuto en que Quintín fue arrastrado por la succión del hundimiento. Cuenta que en ese instante pasaron en ráfaga por su cabeza las imágenes de su novia. Sí, el amor de Estela hizo el milagro. Su sonrisa, las últimas palabras antes de la despedida, el juramento para la boda y planes a futuro llegaron a la cabeza de Quintín. ¿Alucinaba o sería cierto que se hundía? “No, no puedes morirte Quintín, ella te espera”. El cuerpo aceitado por el petróleo que diseminó la explosión, hacen a Quintín emerger a la superficie. Y aunque flotaba volvieron sus dudas perenes: “no sabes nadar, irremediablemente volverás a las profundidades”. “No te rindas Quintín”, “Estela, espérame, voy hacia ti”.
Sobreviene el silencio de Quintín, noto que viaja al momento en que se hundía. Como antaño despierta del aturdimiento, se redescubre desnudo en medio de aquel tenebroso mar pero al estar embadurnado del carburante que se diseminó tras el torpedeamiento, gana la superficie. Un madero golpea su cabeza, logra retenerlo y ponerse a salvo sobre él, luego viene una balsa, tras rápida maniobra logra virarla, subirse a ella y hasta recoger un remo. En breve se desplaza para socorrer a los marineros que pedían auxilio en medio de la noche. Con él, son cinco los que salvan la vida sobre su balsa, cuatro cubanos y uno de los artilleros de origen norteamericano que manejaba la pieza emplazada en la proa del Mambí. Con un remo y las manos se alejan de la zona de los sucesos por temor a otra succión. Tiempo después este artillero declararía el mérito de Quintín.
Los gritos en medio de la nada indican que hay más sobrevivientes sobre otra de las balsas, seis personas en total y un cadáver, el único cadáver rescatado. El resto de la madrugada descubre bultos flotando sobre el agua sin dirección, algunos de ellos los suponen despojos humanos pero está oscuro y nadie les responde, pudieron ser hasta tiburones. De lejos logran atisbar el casco del Nickelin que tarda cerca de una hora en sucumbir, por suerte se alejaron lo suficiente como para escapar de la succión. Luego sabrían que, en mayoría, la tripulación norteamericana salvó la vida al encontrarse descansando sobre cubierta y observan desde sus balsas cómo un helicóptero de bandera norteamericana los rescata y los traslada a su territorio. Los del Mambí esperan lo suficiente hasta que un caza submarino los rescata, por más de una hora exploran la superficie en busca de nuevas víctimas.
Ya en Nuevitas descienden en el muelle de la Cuban Destilling Co. Un militar norteamericano ataviado en su firmeza y su uniforme los espera, ni siquiera se conduele de las heridas, el frío o el hambre que sufren, del cadáver o la desnudez de Quintín. Sólo le importaba recuperar ciertas claves secretas que venían a bordo del Mambí. Cansado de interrogar y obtener como respuesta que estaban en el fondo del mar, les despeja el paso. Mientras el cadáver es inhumado en el cementerio de Nuevitas, los heridos graves son trasladados en avión a Cienfuegos y hospitalizados en la clínica Cienfuegos. El alcalde los visita y en el barrio de Reina da el pésame a los familiares de los desaparecidos que aguardan a que aparezca alguno con vida o algún cadáver: pero nada aparece. Quintín y otros compañeros menos heridos regresan a Cienfuegos por carretera.
Y si el sistema de pensiones para familiares de las víctimas y supervivientes demoró, una escaramuza naval desarrollada dos días después del hundimiento del Nickelin y el Mambí sumerge al submarino nazi causante de sembrar el terror en el Caribe. Fue el 15 de mayo sobre las cinco de la tarde cuando un hidroavión King Fisher o Martín pescador de bandera estadounidense que sobrevolaba con frecuencia los convoyes en función de reconocimiento, avistó la torreta de un submarino que aguardaba por nuevas víctimas, el avión marca el lugar con una bomba de humo y el caza submarino CS-13 fija su ecosonda y arroja tres bombas a diferentes profundidades, luego lanza dos cargas más de 350 libras de TNT cada una. Al poco, los hidrófonos captan el típico borbotear del hundimiento y una gran mancha de aceite emerge a la superficie.
El capitán del caza submarino era cienfueguero, el ecosonda lo operaba Norberto Collado quien una década después serviría de timonel del yate Granma. Días después se confirma la noticia del hundimiento del submarino nazi U-Boat 176 capaz de llevar en su interior 22 torpedos de 21 pulgadas además de portar dos cañones antiaéreos.
Para entonces, Quintín y Estela se abrazaban de alegría. Fue el amor quien sostuvo sus esperanzas, fuerzas y los sinsabores de la vida.
Lo demás ya es noticia. Quintín Mota Rodríguez: ¡héroe de la segunda guerra mundial¡
A pesar de los temores, Quintín vuelve al mar.
En homenaje a las víctimas del Mambí, Mateo Torriente concibe un monumento fundido en bronce en medio de una fuente luminosa de espejos de agua curvados. En medio la figura de una Nereida marina que toca su caracola-botuto desde las profundidades llamando al fin de la guerra en los mares. La escultura para la que el pueblo aportó pedazos de cobre se fundió en los talleres de Obras públicas de La Habana. El sábado 25 de abril de 1959 se inaugura el monumento en Punta Gorda, es retirada y escondida hasta que alguien delata donde se encontraba enterrada y basta estropeada.
Restaurada, Estrella con caracola y cuerno se coloca en 1963 el pabellón Cuba inaugurado con motivo del Congreso Internacional de Arquitectos de ese año que tuvo por sede a La Habana. Allí estuvo hasta 1988 en que, construido en áreas de Los Pinitos el parque a las víctimas del último Mambí, según el concepto inicial de Mateo Torriente, pueblo y familiares de las víctimas acuden allí dispuestos a negarse a nuevas guerras en los mares.
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Excelente crónica, Jorge Luis. ¿Qué te parece seguir rescatando esa riqueza documental, adaptarla al periodismo impreso – como esta – y darla a conocer por este medio? Te felicito y agradezco haber compartido esta historia tan atrayente. Saludos.
Muy interesante este reportaje de mi amigo Jorge Luis Marí. Un verdadero infierno vivieron esos marinos cubanos en esa travesía.