“Para recordar a Marcet”

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El 5 de enero de 2018, a las 5 de la tarde, Marcet detuvo su jornada ante el paisaje del Hanabanilla que pintaba para conservar en familia. Nunca llegó a imaginar que la obra quedaría inconclusa cuando, dos días después, sobre las once de la noche, sus pinceles dejarían de sentir para siempre el contacto de sus dedos.  

Este año se cumplen siete años de la partida física de Francisco Gilberto Rodríguez Marcet. Hace tiempo que deseaba dedicarle unos renglones. Sin percatarme de la fecha, acordé con Migdalia Agriel González, su compañera de toda una vida, conversar brevemente para ultimar detalles de mi propósito.

En la mañana de este 7 de enero visité a Migdalia, quien me recibió con su cordialidad acostumbrada; tomé asiento en el mismo sillón que hace más de diez años. Eran los tiempos en que este componedor de sintaxis escribía y dirigía “Con los grandes de la música”, de Radio Ciudad del Mar. Enterado de la pasión de Marcet por la música sinfónica, puse proa hacia su hogar en busca de grabaciones para el programa.

Aquel fue el encuentro con un artista que iba más allá de los cromatismos y  juegos de luces sobre el lienzo. Se trataba de alguien que era, en primer lugar, un anfitrión capaz de abordar diversos temas. Muy dado a conversar, escuché una tras otra historias y anécdotas que se tejieron en torno a su vida.

 

Francisco Gilberto Rodríguez Marcet había nacido en Sagua La Grande el 22 de junio de 1932. A comienzos de los 60 impartía clases de pintura en la Academia de Artes Plásticas de Cienfuegos, de la cual había sido fundador, y que radicaba en el antiguo Palacio de Valle. En aquel tiempo trabajaba junto a Mateo Torriente y compartía con artistas de la talla de Leopoldo Suárez y Nelson Domínguez.

Una elocuente historia de amor:

Durante la primera etapa de Marcet en Cienfuegos, Migdalia estudiaba en la Escuela Normal de Maestros. Desde la primera vez que lo vio despertó admiración en ella, sin que él lo supiera. A ella le atraía su seriedad y el hecho de andar siempre con camisas blancas bien planchadas.

Cuando Marcet impartía artes plásticas en Corralillo, y Migdalia dirigía una secundaria básica en Quemado de Güines, ambos fueron presentados. A partir de ahí comenzó una amistad que con el paso del tiempo se convirtió en noviazgo hasta llegar al matrimonio el 28 de agosto de 1965, constituyendo una familia para toda la vida.

Ya casados, juntos trabajaron en Sagua La Grande. Finalmente, en 1975 regresaron a Cienfuegos. A partir de ese momento, Migdalia empezó a trabajar en la Facultad Obrero Campesina “Aracelio Iglesias”, y Marcet impartía clases en la Escuela de Artes Plásticas, donde hoy radica el Centro Dramático de Cienfuegos.

Las excentricidades de un artista:

Como artista de probado talento, Marcet tenía una personalidad que sorprendía. La mañana que lo visité en búsqueda de grabaciones de música clásica, corroboré lo que afirmo.

Hombre sencillo y culto, lo primero que me confesó es que para el desayuno le encantaba el pan bien untado en aceite, algo que no podía faltarle cada mañana antes de ponerse a trabajar. Lo otro, que al pintar reproducía sus discos a todo volumen. Cuando algún que otro vecino se  quejaba porque aquello le molestaba, con ingenua genialidad Marcet respondía que lo hacía para “darle cultura al pueblo”.

En cuanto a la música del repertorio clásico le gustaba toda, aunque Beethoven y Verdi eran sus favoritos.

Como lector apasionado, sin preguntarle, empezó a hablarme de “El mundo de ayer”, del austriaco Stefan Zweig, que en su caso era un libro de cabecera. Me recitó pasajes del libro, al extremo de provocar mi curiosidad, y no paré hasta conseguir un ejemplar. Corroboré que para un artista como él, esa obra resultaba esencial, puesto que la autobiografía de Stefan Zweig implica un recorrido por la cultura europea de la primera mitad del siglo veinte.

Pródigo en la creación de paisajes, retratos y obras al carboncillo, vivió enamorado de la naturaleza, en particular de framboyanes y girasoles, los que pintó abundantemente. Sus obras formaron parte de exposiciones individuales y colectivas, y muchos de sus cuadros engrosan colecciones particulares en Portugal, España, Francia y América Latina.

Una de sus pinturas con la imagen del líder de la clase obrera, Lázaro Peña, se exhibe en la sala internacional de la Central de Trabajadores de Cuba en La Habana.

Inspirado en la memoria de José Martí, dedicó al Apóstol más de un cuadro.

Hace siete años que Francisco Gilberto Rodríguez Marcet dejó de existir; el artista sagüero que amó a su terruño y a Cienfuegos, donde permaneció junto a su familia hasta su último día.

Se me ocurre pensar que los trazos y colores de sus obras tradujeron con el pincel las notas musicales que a todo volumen lo inspiraban. Dio color a la música con los pinceles que delineaban paisajes, y lo hizo para que lo recordemos siempre.

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Un Comentario en ““Para recordar a Marcet”

  • el 8 enero, 2025 a las 9:08 am
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    Marcet enriqueció el panorama de la plástica cienfueguera. Resulta muy meritorio que se le recuerde. No es que sólo se deba vivir de “la contemplación de las glorias pasadas”, como diría Piñera, pero me ofusca y sorprendente esa suerte de alergia ante la muerte que padecen algunos. Como siempre, muchas gracias para Cadalso, que, aparentemente, quiere destronar a Miguel Ángel de la Torre.

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