La urdimbre y la memoria según San Jorge
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La memoria es la traza de los tiempos y constata, aún en medio de su anarquía, el pasado y futuro que somos. Denys San Jorge Rodríguez (Bauta, Artemisa, 7 de marzo de 1984), artista convidado para la XXXV Edición del Salón 5 de Septiembre, tiene bien asentado como filosofía y práctica que la historia (no oficial, esa que se construye desde el itinerario de la cotidianeidad y como salvaguarda de los seres anónimos) resulta ineludible para potenciar la identidad nacional; asimismo, es consciente de que el artista posee un adeudo con la sociedad, toda vez que forma parte de ese entramado popular.
Justo, esta positura le ofrece un valor agregado a sus relatos visuales, a través de los cuales elocuencia que no teme afrontar la ocupación social y didáctica en sus creaciones, esbozadas desde la honestidad y el espíritu de pertenencia; asimismo, que el arte no está reñido con aquellos fervores por superar las realidades complejas de los entornos culturales (en su sentido más anchuroso); siempre revela una cualidad o brío político.
Claramente, su faena es cotejada por cierta vocación antropológica, inmersa en las aspiraciones de estudiar al ser humano en su integralidad, una vez más desde la voz colectiva y tomando como leitmotiv la tradición textil de Ariguanabo en Cayo La Rosa. La Comunidad Ariguanabo o Pueblo Textil mora en un caserío elevado y frondoso que desde inicios de 1970 se comenzó a levantar y cuyos habitantes, al menos una gran mayoría, prontamente se incorporaron a la fábrica textilera. En este medio crece San Jorge, especialmente impregnado de los tempos y azares de Cayo de la Rosa, “ese minúsculo pueblo dentro de la geografía bautense, quizás olvidado como las viejas raíces de sus árboles laureles, pero con el orgullo de tener para muchos, un gran pasado textil”. A esta región artemisense, que el artista suele recorrer entre las zarpas de la neblina, reparando en “su fábrica sin su función primaria, su urbanización y agradables casas con aquel estilo de vida norteamericana, que aún hoy persisten en todo su esplendor y en la mayoría de sus casos, se conservan increíblemente”, dedica sus narraciones (Avenida Dayton Hedges, Patria interior, La Tierra Prometida, Desde el callejón de los perros, Misterios del interior, entre las más notorias), no pocas representaciones plásticas y el documental Cayo de la Rosa: un Paraíso Textil, como una suerte de tributo sempiterno a los habitantes del poblado y singularmente a padres, Jesús San Jorge y Marlén Rodríguez, mecánico chapista y ama de casa, respectivamente.
En el terruño natal, a los seis años, trasluce su vocación por la pintura, transitando por los talleres de la Casa de la Cultura Municipal, recibiendo numerosos lauros en justas provinciales, nacionales e internacionales, el trampolín hacia una temporada en la capital, donde se forja en la antiquísima Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, titulándose de grabado y pintura en 2004; luego ejerciendo como profesor en esta institución hasta 2012. No podía ser menos agradecido con esta comunidad que le proveyó de sus memorias, afectos, documentos gráficos… de historias que suele recrear o transferir, como hemos antedicho, a la literatura y los relatos visuales. Justamente, la muestra personal De la urdimbre y de la trama, Gran Premio del Salón Eduardo Abela en 2013, recién inaugurada en la cálida salita Mateo Torriente de la UNEAC en Cienfuegos, confirma esa voluntad de cortesía hacia aquella región, fundada hacia 1931, cuando se asienta el norteamericano Dayton Hedges y con él una extensa tradición de lencerías y telares.
En la concurrida exposición los públicos lograron reparar en varias técnicas y disciplinas de tipo enunciatorio que son sus marcas de estilo. Entre las más latentes figuran:
La ilación gráfica a través de la fotografía y su cometido en calidad de documento histórico; no solo las originalmente producidas in situ, sino también las publicadas en revistas y diarios. El artista, quien es un fotógrafo empedernido, además de pintor, dibujante, ilustrador, instalacionista y escritor, siempre a la caza de imágenes insospechadas (usualmente de matriz arquitectónica y humanista), utiliza parte del reservorio de los habitantes de Bauta (quienes durante el proceso de investigación pusieron sus memorias gráficas en provecho del relato visual), orquestando una especie de caos (como resulta la memoria misma) que ofrece cierta panorámica de la trama local: los trabajadores de la fábrica textil, deportistas y músicos del pueblo, hombres y mujeres de los servicios públicos, etc., siempre enfocados como protagonistas o sujetos históricos, referenciados con objetos-evidencias o documentos, así como suplementos verbales asidos de las publicaciones locales. Sin dudas, esa relación entre las figuras en plano (los anónimos) y los entornos somáticos de los vecindarios, resulta una solución encomiable por su significancia y depuradas soluciones técnico-discursivas.
La estructuración de los relatos de modo envolvente, muy a tono con su experiencia literaria. Sin dudas, existe una alta narratividad en esta muestra, no solo por el contenido de las fotos y los estratos de autorreferencialidad (el autor ha llegado a incluir el micro relato de su padre), sino también por la progresión dramática y disposición de los personajes históricos en los entornos de origen, portando algunos signos de su conexión laboral y cultural con la textilera Ariguanabo. Cada complejo de figuras nos comparte información sobre los sujetos de la fotografía y su hábitat, ese que somete su atención “en su silencio sepulcral y la estática de su arquitectura de la era Republicana, abrazada después por una Modernización de hormigón, dentro de aquel paraíso detenido y hasta olvidado por el destino”.
Igual, es una regularidad de sus producciones el uso de técnicas renovantes como el collage y el objet trouvé (objeto encontrado), tan veneradas por los cubistas y los dadaístas, en orden. El primero le resulta caro para hojaldrar las imágenes o documentos dentro de un hervidero físico-icónico de atemporalidades (diégesis), aunque el relato mezcla el pasado, presente y futuro en un estrato de significancias (extradiegéticas, pudiéramos decir). En este esquinero, San Jorge patenta que es un demiurgo “sin el poder” de juzgar esas realidades; un portal hacia esa eventualidad colmada de afectos y, por consecuencia, desprovisto de juicios. A propósito, en la telúrica no escasean otras evidencias gráficas, como los fragmentos de telas, publicaciones y documentos de identidad de los sujetos históricos, lo que coloca la fabula social al nivel de una entelequia conceptual. Es, precisamente, todo este ritual el que le aproxima a la teología dadaísta, que incitaba a los creadores a legitimar cualquier objeto de la cotidianeidad como texto artístico, con el derecho a ser preciado en una galería.
Las fabulaciones de San Jorge entrañan cierto vuelo de optimismo. En sus revisitaciones históricas, aun cuando no se sumergen en el pasado glorioso o insisten en la poética de la nostalgia, se perciben los entibos de la esperanza. Es una perspectiva que subraya su propia filosofía de vida, confiado en que el hombre siempre encontrará una respuesta para salvarse. Obviamente, las puestas cromáticas, con sus naranjas y colores efusivos, son aprovechadas no solo para conseguir la coherencia de los relatos, usualmente la unidad física de las tramas, sino también para emplazar ese estado de ánimo esperanzador, cierta atmósfera de cordialidad.
San Jorge, quien pertenece a la Unión Nacional de Historiadores de Cuba y la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) ha conseguido una carrera en ascenso dentro de la isla y allende los mares, signada por su estilo privativo, sensibilidad estética y nobleza en tanto ser humano. De la urdimbre y la trama constata estos atributos y nos coloca ante la posibilidad de enriquecer nuestra percepción de la historia (tal como se puede detallar a través del arte) con imaginación y sin prejuicios. Visite la Galería Mateo Torriente de la UNEAC. Vista hace fe.
Por: Jorge Luis Urra Maqueira
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Muchas felicidades para ese gran artista artemiseño. Toda gloria es poca. Bendiciones
Excelente reseña o no se si curaduria Urra, como nos tienes acostumbrados, dan ganas de visitar la exposicion, sigue perseverando en tu trabajo