La Cándida Rosa
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A los 90 años llegó Cándida Rosa Almeida Gastón este agosto, una mujer que crió una prole de 7 hijos _tres hembras y cuatro varones_, quien ostenta con orgullo, además, la larga familia de 14 nietos, 16 bisnietos y una tataranieta. Está “clarita”, dicho en buen criollo, con los olvidos involuntarios que puede tener cualquiera en medio del maremágnum de cotidianidad que vivimos por esta insularidad, pero nada que ver con el “alemán”.
De lavar y planchar sacó el sustento para echar adelante a la familia, y encomendándose a Yemayá, su ángel de la guarda, encontró apoyo en la espiritualidad, allá en su natal Arriete, Ciego Montero, para formar un hogar.
“Sí, pero también almidonaba la ropa _apunta_ porque en aquellos tiempos a la gente le gustaba que lo hicieran, y para andar bien vestido hasta los calzoncillos debían estar tiesos; después era más fácil deschurrar las piezas para lavarlas. Todo se hacía a mano, nada de lavadora, y con jabón”.
Cuando vino a vivir a Cienfuegos, al barrio de Tulipán, aumentó su clientela, y las cosas mejoraron. Una taza de café mediante, me aseguré de llevar la “coladita”, enciende un cigarro _fuma hace 70 años_, sirve de pretexto para contar el secreto de la longevidad:
“A mi me gusta la paz, la tranquilidad y la carne de puerco, ahora me la paso viendo novelitas, sentada en este sofá, ah, y eso sí, no me puede faltar el café, porque agacho la cabeza y pierdo las fuerzas”, anuncia como una sentencia, aunque sabe muy bien que su fórmula para vivir muchos años son casi lujos en estos tiempos de dura economía.
“Esa tonga de muchachos que ayudé a criar me buscan las cosas de debajo de la tierra, solo tengo que abrir la boca”, dice mientras me muestra un bulto de batas de casa, “Mira estas son regalos, pero las gastadas son las que me pongo”.
Y es que Cándida Rosa tiene lo esencial para gozar de larga vida, una familia amorosa que la cuida y quiere, espacio y lugar para su descanso. Pero, además, la prole le proporciona la subsistencia, porque hasta carece de una chequera propia, no tuvo cómo probar cuánto lavó, planchó y almidonó durante toda una vida.
“Cuando me enfermé del virus ese -se refiere a la COVID-19- creí que me moría, me dio muy mala, pero mala; yo le pedía a la Virgen de Regla, y hasta mandé a visitarla en El Rincón, pero salí de ese mal paso”.
Y es cierto, padeció además una neumonía pos covid, que mantuvo a la familia y vecinos en vilo por muchos días; pero cuando la vimos regresar del Hospital al piso 14 de la Torre de Cuatro Caminos, a casa de su hija Rosa, con quien ha pasado los últimos años, supimos que se trataba de una guerrera. Larga vida para Cándida Rosa, ashé para ella, Yemayá la proteja y los suyos la cuiden, como debe ser en todas las familias y no siempre es.
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Conmovedora historia de cuanto y cuantas personas han luchado para sobrevivir vicisitudes y lograr sacar su familia adelante, inspirador ejemplo de vida para la actualidad.
En efecto, Cándida es una heroína de la vida, que desde la honestidad y el trabajo duro, supo formar una familia unida que la ama y cuida en la vejez, en tiempos en los que muchos se marchan y dejan la familia detrás, gracias por leernos y comentar, la autora