¡El multiconflicto! ¡Qué bien!
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La guerra interior, familiar, entre la urbanidad y el instinto, ha caracterizado a la gran literatura fantástica: Dr Jekyll y Mister Hyde, Las dos mitades del vizconde, El retrato de Dorian Gray, son algunos ejemplos notables.
Pero cuando esta batalla íntima implica conflictos familiares y personales de diversa índole, entonces desembocamos en Los Radleys (2010), novela de Matt Haig, que fue adaptada al cine bajo el mismo título y estrenada este año 2024.
En un apacible pueblo costero, rodeado de bosques y acantilados, la tímida hija mayor de los Radley sufre un intento de violación por parte de un compañero del colegio. La chica logra escapar del victimario; y no solo eso: lo asesina. Y más: disfruta haciéndolo.
A partir de ahí, como un efecto dominó, se desatan múltiples pasiones que afectan al padre, la madre, el tío, el hermano y dos vecinos.
¿Es una película más de vampiros? No y no. Se trata más bien de una historia sobre la identidad: qué adicciones hay en ti, en cuál de tus familiares confías, a quién amas realmente y de qué quieres salvarl@ o alejarl@. La trama se apoya más en los conflictos humanos ocasionados por las adicciones, la dependencia emocional y el contraste entre la aplastante rutina y la vida apasionada sin límites.
Tanto es así que hay un mínimo de efectos especiales para desarrollar el elemento fantástico y, en cambio, una excelente dirección de actores que logra transmitir, mediante sutiles expresiones faciales, toda la gama del desasosiego reprimido y el suspenso que crea el síndrome de abstinencia.
En este último apartado cabe destacar la actuación de Damian Lewis, que interpreta a los hermanos gemelos (padre y tío), dos personalidades completamente distintas.
Como si fuese insuficiente este multiconflicto, a la trama se incorpora justificadamente el amor no correspondido y oculto, de naturaleza homosexual e interracial, las líneas secretas de ayuda a las adicciones, y el constante miedo de un ex policía que sufre el complejo de Casandra.
El desarrollo dramático mantiene un ritmo ágil y entrelaza de forma atinada el conflicto coral de la extraña familia que intenta, con éxito irregular, encajar en la sociedad humana.
La belleza fotográfica del entorno (diversos lugares de Yorkshire y Londres), captada en picado, también contribuye al goce estético de los cinéfilos.
108 minutos de suspenso e introspección familiar y personal. El narrador apuesta por el carpe diem, el vivir afuera, a plenitud, puesto que: “El destino puede ser muy extraño. ¿Qué hay en las estrellas, en la sangre? La verdad es que no tenemos idea de para qué estamos todos aquí”.
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