El arpa jarocha

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El arpa veracruzana suena en cada fiesta jarocha. Entre el repique de las jaranas, el zapateado encima de la tarima y el aroma a café recién colado, domina el arpa que une cielo y tierra. Sus cuerdas al vibrar semejan hilos tejiendo historias.

En muchas regiones de México se toca el arpa. Guerrero y Michoacán la incluyen en su música tradicional. Algo parecido tiene lugar en Veracruz, también llamada “tierra jarocha” para referirse al mestizaje y a las personas alegres que habitan sus zonas costeras. Lo cierto es que el calificativo se aplica hoy a todos los nacidos en esa región.

El arpa fue llevada a México por los conquistadores españoles y junto con la vihuela fueron los dos instrumentos musicales más aceptados. En su tierra adoptiva se transformaron hasta contar con características propias según la región donde se toque.

Mezcla de lo europeo con lo indígena y lo africano, surgió un arpa menos pesada que sus antecesoras. Contaron desde entonces con una amplia caja de resonancia y con cuerdas de nailon o tripa, acordes a la energía que requiere el son jarocho.

El arpa tocada en Veracruz se fabrica con maderas preciosas, generalmente de cedro o caoba. Algunas tienen treinta y dos cuerdas; otras, llegan a contar treinta y seis.  La forma en que está construida, deja que su ejecutante pueda abrazarla al mismo tiempo que se mueve o baila. El son jarocho es tan alegre y movido que quienes tocan los instrumentos no pueden sustraerse de la tentación de bailar al mismo tiempo.

Para sonar distinto a otros, los músicos jarochos hacen sonar su arpa con las uñas, en vez de los dedos. Eso le da un sonido brillante y percusivo. Algunos dicen que las cuerdas del arpa jarocha imitan el sonido del río Papaloapan mientras fluye.

En el son jarocho, el arpa lleva la melodía principal. Al escuchar piezas como La Bamba, El Siquisiri o El Cascabel, las parejas danzan con brío y ejecutan rápidos floreos.  Si bella es esa música típica de Veracruz, lo es igual el espectáculo de sus bailes, dotados de una cadencia encantadora.

El arpa jarocha deposita su preservación en maestros que la ejecutan y cuidan con celo. Sobresale Andrés Alfonso Vergara, quien en el siglo diecinueve perfeccionó su construcción, y Nicolás Sosa, un pilar legendario en los festivales de Tlacotalpan. O Andrés Huesca Chiprés, quien con su grupo Los Costeños la llevó a todos los rincones de México y del mundo.

El arpa jarocha es, para muchos, el más auténtico sonido del trópico mexicano. En la selva, la costa, lo mismo que a bordo de una embarcación en medio del golfo, con sus cuerdas canta, se hace escuchar, muchas veces secundada por los versos de poetas campesinos o el arrullo de parejas enamoradas.

Todo un ritual que celebra el temperamento y la alegría de su gente, el sonido del arpa jarocha despliega un colorido musical indescriptible. Ese instrumento con sus destellos de luz provee matices al paisaje veracruzano, bañado por el Papaloapan y observado desde lo alto por el Citlaltépetl o Pico de Orizaba.

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2 Comentarios en “El arpa jarocha

  • el 16 febrero, 2025 a las 5:14 pm
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    Excelente hermano, como todos tus artículos sobre México, desde Durango te leo.

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  • el 16 febrero, 2025 a las 9:45 am
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    Muchas gracias, Cadalso, por este nuevo paseo por las tierras y la cultura de ese México lindo y querido. Felicitaciones por estas crónicas con sabor a Nuestra América.

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