La primera referencia formativa del joven Máximo Gómez se remite a la educación que recibiera de sus padres, Andrés Gómez y Clemencia Báez, «tan honorables como severos y virtuosos»; una disciplina férrea, propia del campo dominicano, solo delegable en la figura de los maestros de escuela, «de látigo y palmeta hasta por una sonrisa infantil», como los calificara Gómez.
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