Carlos Gilí, cotas sobre un gran actor en su ausencia física
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Probablemente los lectores más jóvenes ignoren la existencia de este actor cienfueguero asentado en la televisión y el cine cubanos, que tuvo un quehacer fugaz pero intenso; asimismo, bien preciado por la crítica y los públicos de la década de 1960 y la primera mitad de los años 80. Carlos Manuel José Gilí o llanamente Carlos Gilí, nace en Cienfuegos el 26 de noviembre de 1938. El hijo del farmacéutico sureño Carlos Gilí y la hermosa Consuelo Rumbaut Yanes, muestra desde bien temprano cierta sensibilidad por las artes escénicas y se incorpora a varios grupos de aficionados de la ciudad de Sévres.
En busca de un futuro más promisorio viaja a la capital hacia 1960 y se enrola en la compañía de teatro Taller Dramático del Consejo Nacional de Cultura, actuando en obras como El peine y el espejo (sala Granma del Ministerio de Obras Públicas, 1960), rectorado por Humberto Dumé y junto a Yolanda Arenas; Los fusiles de la madre Carrar (Palacio de Bellas Artes, 1960); Las vacas gordas (Gran Teatro de La Habana, 1962), en la que recrea a Rodolfo; y Las impuras (sala García Lorca, 1962),conducido por su director fetiche (Dumé), Mulato (sala Teatro El Sótano, 1963), donde asume a Retaco, Ana (sala Teatro El Sótano, 1963), dando aliento a Juan; El robo del cochino (1963 y 1966), bajo las órdenes de Dumé y Gilda Hernández, respectivamente, en la sala Huberto de Blanck y la de Teatro El Sótano, en orden, representando el personaje de Juanelo, y Vestido de novia (sala teatro El Sótano,1964).
Poco tiempo después encarna a uno de los revolucionarios que participa en el malogrado sabotaje del filme La Ausencia (1968), dirigido por Alberto Roldán y con guion de Sergio Corrieri, sobre el tema de la responsabilidad privativa y el compromiso histórico. En esa época es descubierto por el director de televisión Marcos Aguilera y entra a este medio para no abandonarlo jamás. Se le aprecia en varios dramatizados, particularmente en La Comedia del domingo, asomando en Quién mató a Carlos VI; Teatro ICRT o Teatro TV, en puestas al modo de El caso de la familia Fabret (1967), de Severino Puente; El discípulo del diablo (1968), de Germán Navarro; Rencor al pasado (1968), de Erick Kaupp; Un retablo para Romeo y Julieta (1969) y Santa Camila de La Habana Vieja (1971), y telenovelas como El alma encantada (Novela en TV), de Roberto Garriga o Cuerpo y alma (Grandes Novelas, 1968), de Kaupp, en los que constata su impecable dicción, naturalidad y voz viril y seductora.
En 1971 interpreta a un líder clandestino en la exitosa serie Los Comandos del Silencio, a las órdenes de Eduardo Moya y junto a los primeros actores Enrique Molina, Salvador Wood y Rogelio Blain. Al año siguiente es cotizado por casi todos los realizadores de la televisión cubana, aunque toma por casa el espacio Aventuras, protagonizando versiones o adaptaciones al estilo de El Cacique Arimao, el amor de la India Lucía, o la célebre Los tres mosqueteros. Veinte años después, donde asume al intrépido D´Artagnan, al lado de los olvidados histriones Wilfredo Leyva (Athos), Rafael Nim (Porthos) y Antonio Delgado (Aramis). En 1973 vuelve a la pequeña pantalla a través del seriado Tierra o sangre, en la piel de Bruno Lorie y junto a Mario Limonta, encarnando a Villo Casanova. Empero, su papel más rotundo sucede en El Corsario negro, serie concebida en vivo en 1978-79, bajo la dirección de Severino Puente.
Luego de La Ausencia, regresa al cine en 1972, caracterizando a un periodista en el largometraje El extraño caso de Rachel K., de Oscar Valdés. Es otro desempeño irrelevante pero bien confortado, como lo serán sus incursiones en Patty Candela (1976), de Rogelio París, el corto humorístico La cadena (1978), de Juan Carlos Tabío, y la versión fílmica de la serie La gran rebelión (1982), de Jorge Fuentes, uno de sus últimos laboreos en un audiovisual.
Gilí, instalado definitivamente en La Habana, contrae matrimonio con Josefina Méndez, una de las cuatro joyas del Ballet Nacional de Cuba, la madre de su único hijo, Víctor Manuel Gilí Méndez, que alcanza a ser primer bailarín de la gloriosa institución danzaria.
Lastimosamente, el actor sureño muere en la plenitud de su legado a los 46 años, víctima de un cáncer, el 13 de mayo de 1984; por lo que en 2021 se arriba a los 37 años de su ausencia física.
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Qué tristeza ver buenos autores como Carlos Gili algo impresionante que dio todo atrabes de su talento como el otros más que no están cocida mente. Pero si en el recuerdo dela s leyenda delos grandes siempre recordado. Por su amor al arte y dedicas ion a su público que EPD y sigan surgiendo otros grandes. En la altura lisas con talentos como esos que ya no están. 🙏🙏🙏Amén
Recuerdo a ese gran actor con mucho cariño y tristeza a la vez.
Gracias a Urra por este articulo.Los de mi generacion crecimos viendo a Carlos Gili en aventuras y peliculas,asi como en series .Un nombre imprescindible en la cultura cubana.Gracias